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Miércoles, 13 de junio de 2012

OPINIóN

Ponerse un instante en la piel de Lourdes

 Por Sonia Tessa

Una beba recién nacida "abandonada" despierta de inmediato un desasosiego difícil de procesar: los cachorros humanos son totalmente indefensos, con el agravante de que no sólo precisan de alimento y abrigo sino sobre todo afecto, la mirada de sus padres, el deseo, para convertirse en un ser humano cabal, en un sujeto. El foco entonces pasa a esa mujer de 20 años que se fue del hospital en uno de los momentos más vulnerables que puede vivir una mujer: después del parto. Incluso en las mejores condiciones, rodeada de amor y contención, con las necesidades básicas resueltas, la maternidad implica obligaciones cotidianas y grandes renuncias. No es el caso de Lourdes, exiliada económica, empleada doméstica despedida por ese embarazo que --según su relato ante el juez-- también la despojó de su pareja. Los titulares periodísticos dicen "beba abandonada por su madre". Madre como un destino biológico inapelable, madre como el acto de convertirse en una incubadora humana. Por un instante, sería bueno dar vuelta ese titular y contar "joven desesperada no pudo hacerse cargo de la beba que parió".

Todos los mandatos sociales sobre la maternidad obligatoria se conjugan contra una joven de 20 años, sin pareja, que se fue del hospital sin llegar a maternar a esa beba. Buscada por la justicia, debió declarar frente a un juez y claro, sentirse culpable de lo hecho. Por eso, fueron sensatas y necesarias las palabras del juez de Familia Marcelo Molina, que pidió comprender la situación de la mujer antes de estigmatizarla. El estigma, se sabe, es una marca indeleble de lo indeseable, de aquello que la sociedad rechaza.

Está claro que el juez de familia tiene en sus manos una decisión compleja: encontrar el mejor hogar para esa beba. Ya sea su propia madre biológica, si en este complejo momento decide afrontar todas las dificultades y criarla, o la familia que quiere adoptarla.

El padre de la niña, en cambio, abortó por la boca. Le bastó con decir que no lo quería, como sintetiza Aníbal Faúndes, médico chileno que aboga por la legalización del aborto. Para ella, las críticas, las obligaciones, la imposibilidad de recuperar la vida de muchacha de 20 años que tenía. Sin trabajo, sin pareja, sin una familia que la contenga. ¿Quién puede juzgarla?

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