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Domingo, 2 de noviembre de 2014

OPINIóN

A la memoria de un abogado que será irrepetible

 Por Matilde Bruera*

No es fácil despedir a un amigo. Mucho menos, si además del afecto y los buenos momentos comunes que tengo presente, uno le profesa el gran respeto que merecen aquellos que han pasado por la vida con algún sentido más allá del mero transcurrir.

No es fácil pensar que hubo una vez en que nos encontramos, y al menos yo no imaginé jamás que iba a ser la última. Como diría Borges, la muerte es la única experiencia no compartida y por eso es tan difícil traducirla en palabras.

Amilcar Monti era un abogado de aquellos que ya no habrá jamás y ya sé que todos somos irrepetibles, pero me refiero a características del ejercicio profesional y del compromiso político que fueron forjados en momentos de grandes luchas políticas y sociales, cuando la fe en un mundo mejor que estaba a la vuelta de la esquina era el objetivo por el que todo se daba. Por eso nunca supo de mezquindades y sus ideales siempre fueron coherentes con su vida personal, y la lealtad con los compañeros y amigos.

Tuve la suerte de conocerlo cuando en plena dictadura un grupo de abogados de izquierda y de distintas vertientes progresistas, tratábamos de nuclearnos para formar un movimiento de resistencia y lucha por los derechos humanos en el foro rosarino. Nos parecía una herramienta imprescindible en tan difíciles momentos. Así nació el Movimiento de Abogados 25 de Mayo, más adelante el Frente Gremial de abogados y finalmente el Movimiento de Abogados.

Fue abogado de presos políticos, acompañó siempre a las víctimas en la denuncia y búsqueda de los desaparecidos. Integró los organismos de derechos humanos, Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones políticas, Madres de la Plaza de Mayo y la Asamblea permanente por los derechos humanos.

Pero su actuación no era solo en la abogacía, era un militante de un partido político, el Partido Comunista Revolucionario y el Partido del Trabajo y del Pueblo, en cuyas filas actuó con profundas convicciones y la intransigencia que lo caracterizaba.

Bregó por los más humildes en la Corriente Clasista y Combativa, y emprendió una importante lucha contra la criminalización de la protesta social. Amilcar marchaba por los pasillos tribunalicios, con la misma contundencia que lo hacía en las calles, cuando ello era necesario, o en asambleas y foros en los que imponía sus ideas con la fuerza de sus creencias.

Integró el Equipo Jurídico de Derechos humanos que se conformó en torno al inicio de los juicios de la verdad, desde fines de la década del 90, para recuperar el escenario de la justicia Argentina, en pos de la memoria, y el castigo de los responsables. Ese importante camino, hizo posible que hoy se esté juzgando a los autores de los crímenes de lesa humanidad.

Era un tipo divertido, buen amigo y a pesar de sus inconmovibles certezas, era tolerante y generoso con los colegas y amigos, que a su vez, lo aceptábamos y disfrutábamos tal cuál era. Su vida política, artística y personal la compartía con su compañera de vida, Berta, a quien amaba, al igual que a sus hijos, y lo hacía saber.

Querido Amilcar, nos quedó pendiente, el asado que íbamos a hacer en mi casa, te dije había que ponerle fecha.

Un abrazo y hasta siempre.

*Defensora oficial federal.

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