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Domingo, 13 de diciembre de 2015

OPINIóN

Muy lejos de los supervillanos que siempre imaginamos

 Por Adrián Ruiz*

Hannah Arendt expresaba: "Cuando escribí mi libro de Eichmann en Jerusalén, uno de mis objetivos era destruir la leyenda sobre la grandeza del mal, de la fuerza demoníaca. De quitarle la gran admiración que siente por los grandes malhechores como Ricardo III. Encontré en Brecht la siguiente reflexión: 'Los grandes criminales políticos deben ser expuestos y especialmente puestos en ridículo. No son grandes criminales políticos, sino hombres que cometieron grandes crímenes políticos lo cual es completamente diferente".

La oralidad y publicidad en los juicios criminales, me permitió observaciones sobre imputados de delitos contra la humanidad, y esos exámenes, me llevan a compartir, la estrategia de la gran teórica política nacida en la región de Hannover, como así también, el camino trazado por el dramaturgo y poeta bávaro.

En los juicios de lesa humanidad que se están celebrando en nuestro país, como así también, en diferentes tribunales del mundo, a los que agrego, otros procesos más próximos, en donde también se imputan graves delitos, a modo de ejemplo, la desaparición de Paula Perassi o a policías jefes de organizaciones de narcotráfico; al observar los rostros de los acusados, me recordaron la palabra pronunciada por Arendt para definirlos: "Clown".

¿Cómo esos hombres que se presentan a las autoridades, como grotesco, torpes y suplicantes, fríamente ordenaron o administraron muertes, desapariciones, disponiendo de sus semejantes como si fueran objetos?

Porque no son super﷓villanos ni todos poderosos del mal, sino lo contrario; son mediocres numerarios de la fuerza de seguridad, que ingresaron a una institución, en la que a pesar de que nunca se destacaron, tal como lo reconocen sus pares, se transformaron por algo parecido a la imprudencia e idiotez, en oscuros capitanejos, y a su vez, en los engranajes de grandes males de nuestra comunidad, que inconscientemente los corona, con la ocupación de importante puestos, transformándolo socialmente en antagonistas poderosos, altivos e intocables.

¿Sería facilista querer explicar que esto es posible, por la gran recaudación ilegal de dinero, el cual es repartido entre los prestadores de impunidad? Desde la auto﷓indagación franca, la respuesta es afirmativa. Porque la monstruosidad que nos ocupa, si bien son obras de personas superficiales, risibles, sin una mínima reflexión y hasta caricaturescas, se desarrollan ante los ojos de otros que si bien no comparten esa maldad, la consienten tácitamente y muchas veces, sin ningún remordimiento.

Y esto es lo que me preocupa y me lleva a recordar las palabras de Jean Paul Sartre: "Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él" y "Para obtener una verdad cualquiera sobre mí, es necesario que pase por otro". Y aquí llega nuestro compromiso, porque los hombres de bien no sólo deben responder por el Clown, sino también, por los horrores que provoca. Entonces, sin entrar en la facilidad y hasta estupidez de que el otro es un malhechor sobrenatural, y analizando nuestra responsabilidad, me obligo por la pro-humanidad, a una profunda autocrítica; de lo contrario, las advertencias de Arendt: "El infierno ya sucedió y puede suceder", no será una posibilidad sino profecía.

*Abogado penalista.

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