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Viernes, 11 de marzo de 2011

LUX VA AL CARNAVAL BOLIVIANO

Challame todx

Lux aprovecha el feriado de Carnaval para perderse en lo más profundo de la colectividad boliviana, que bien sabe de los cuatro días locos que todxs merecemos en esta vida. Así llegó al mercado de Escobar, en donde la challa comenzaba. Y tan hondo se pierde que todavía está quitándose barbas de choclo de la garganta, sin tener claro si son de choclo o si son barbas.

Todo empezó con una caminata al costado de un camino de tierra durante un fin de semana de lacónico rescate en el corazón de Escobar. Fue justo después de un fin de semana de acrobacia en Palos Verdes donde caí llevada por un festejo de divorcio swinger que lejos de convocar a las lágrimas había multiplicado lxs asistentes. Y unx está mayor para ciertos goces, que si me empujan de atrás no me pidan que no muerda ni me atragante. Así fue que acepté el convite para irme de quinta nudista y familiar sin garchódromo a la vista. Eso creía cuando tomé el sendero de los pastos con mis partes ya cubiertas. Qué paz, qué luz, qué tubos que tenía el chongo que estaba cortando acelga en el cultivo lindero. Petisón, eso sí, pero con un reflejo de oro en la dentadura que me hizo agua la boca. “¿Me vendés un poco? Quiero comerla recién cosechada”, le dije secándome el labio inferior con el dorso de la mano para no regar el cultivo con mis aguas, aunque hubo otras que tanto salían de mí como llegaban a la tierra. Acelga no, pero berenjena bien que me regaló, lisas y turgentes como las que Narda Lepes aconseja comprar, así las cosechaban en el predio de junto sonrisa dorada y sus paisanos, quinteros de feria, hermanos venidos del altiplano que supieron afinarme la quena y dejarme llena de perfume de Carnaval. Me volví por el sendero masticando tierra pero con una invitación en el escote: “Sábado 5, Barrio Lambertuchi, tenés que ser mi fan”. Es que diente de oro iba a salir en el Tropical Folclórico, después de los juegos de serpentina, papel picado y albahaca que no voy a poder describir del todo porque de tanto empinar la chicha los ojos se me empezaron a ir para atrás y sin que hubiera notado que ahí donde se iban era atrás porque yo me había prendado del vuelo de la pollera de una cholita que ondulaba en medio del mercado entre berenjenas, chauchas y barbas de choclo. Pero no era de choclo la barba que me quedó en la garganta si tengo que juzgar por el grito que pegó el marlo apenas le hinqué el diente. Y así iba yo, empapadx de amor, de harina, de nostalgia del altiplano y de respeto a la tierra y al polvo que tragué con gusto en el instante preciso en que empezaba la competencia de comparsas con cabezones al estilo de Oruro, como cabezón era el que me hacía cosquillas en la tripa, aunque cierto es también que la cosquilla podía ser del picante del sofrito con que mojé un tamalito antes de que la Challa se abriera oficialmente y yo me abriera definitivamente y que la comunidad entera me pasara por encima. En el polvo estoy a gusto, en el polvo vivo, del polvo me elevo y al polvo me entrego. ¿Hasta qué hora me han pasado por encima los pies de los paisanos, el agua y la harina de la challa? Ni sé ni me importa, volverán las oscuras mascaritas al Carnaval sus ansias a enrostrar y Lux henchidx de estrellas sus partes pudendas enfriará. ¡Viva el feriado!

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