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Viernes, 10 de abril de 2009

Los raros peinados siempre vuelven

Con tres décadas de carrera, The B-52’S, el grupo de rock más fiestero del planeta, vuelve a la Argentina. La banda que celebra la diversidad en cuerpos, peinados y música, se reconoce tanto gay como hétero, y extraterrestre.

Por esas cosas del destino, en estos primeros días de abril de este ’09, la nostalgia por la primavera alfonsinista se hizo omnipresente en los medios y muchos nos sumergimos en ella para rebobinar el cassette y retrotraernos a los ’80, a los tiempos de euforia y destape. El rock y pop de acá acompañaban los nuevos bríos: Twist, Viudas, Virus y Abuelos aportaban algo de esa “dicha en movimiento”, traducción criolla de la New Wave que llegaba con algún retraso y rasgos propios. Agotado el punk, esa nueva ola global había surgido a fines de los ’70. Uno de sus epicentros era Nueva York con Blondie y Talking Heads a la cabeza. Unos novatos B-52’s viajaban desde su Atenas natal para dar sus primeros pasos allí, en el Kansas City o en el CBGB.

Los B-52’s surgieron en 1976 en la ciudad universitaria de Atenas, Georgia. En una noche de borrachera y comida china, comenzaron a cranear las primeras ideas del grupo que llevaría ese nombre que soñó el baterista Keith y que hacía referencia, no a los aviones bombarderos como se suele creer, sino a los voluminosos peinados de las chicas de la banda. Esa primera formación tenía a Ricky Wilson en guitarra, su mejor amigo Keith Strickland en batería, Fred Schneider en voces, Cindy Wilson –hermana de Ricky– en coros y percusión, y Kate Pierson en voces y teclados. Estos solían hacer las veces de bajo, algo similar a lo que hacían Los Doors para saldar la falta de bajista. Ya en los primeros ensayos aparecieron los primeros guitarrazos de Ricky Wilson con esas progresiones de acordes que serán una marca de fábrica del grupo. Esa guitarra que cumple el rol de líder y rítmica a la vez es una de las claves de su sonido tan simple como contundente, con energía punky impregnada de surf-rock, garage y psicodelia. En su ADN musical reconocen influencias tan diversas como el Captain Beefheart de “Trout Mask Replica”, las bandas de sonido de Nino Rota, la cantante peruana Ymac Sumac y los grupos sixties de chicas como las Supremes. Ahí estaban Cindy y Kate para poner el costado a go-go desde las armonías vocales, pero también para aportar alaridos y sonidos guturales, parte del delirio de la banda. Su front man, Fred Schneider, era un cantante atípico que venía de escribir poesía, le gustaba bailar desenfrenado y recitaba las letras de manera más extravagante que musical. El combo de referencias estéticas abrevaba en Warhol, el dadaísmo, el cine de ciencia ficción y las películas bizarras de Russ Meyer.

MOVIENDO ESAS PELUCAS

Su primer álbum que salió en el verano del ’79, B-52, sigue siendo el más reivindicado hasta nuestros días, con temas irresistibles como “52 Girls”, “Planet Claire” y “6060-842!”. Es que los B-52’s fueron una banda bailable y fiestera como ninguna. Kate Pierson afirma: “Decidimos desde el principio qué tipo de banda queríamos ser. Y asumimos ser una banda bailable. Tocábamos en fiestas y ese tipo de cosas, que era lo que todo el mundo hacía en Athens, donde a todos les gustaba bailar”. Desde el principio, su imagen combinó lo retro con lo futurista y modelos que iban de los Supersónicos a Star Trek. La pinta no era lo de menos. Según Kate Pierson, la imagen kitsch respondía a aquello de encontrar belleza en lo vulgar y surgió espontáneamente porque su pasatiempo favorito era comprar ropa de los ’50 y ’60 en el Ejército de Salvación. Eran los únicos de su pueblo capaces de ponerse ese tipo de cosas a finales de los ’70. A veces llegaban a superponer pelucas para lograr peinados más altos. Eran tan obsesivos con el tema de la imagen que no permitían que aparecieran fotos de ellos si no estaban lookeados y, mucho menos, de las chicas sin sus pelucas multicolor. Por eso se decía que eran los Kiss de la New Wave. En

los ochenta, en pleno furor del videoclip, los suyos rotan en la MTV sin parar. En 1985 entraban a grabar “Bouncing of the Satelites”, pero la tragedia iba a devastarlos. Ricky Wilson, víctima del sida, no llegaría al final de la grabación. El disco, el más pop de la banda, sale con el grupo en pleno luto y sin fuerzas para defenderlo. Cindy, hermana de Ricky, entró en depresión y nadie podía asegurar la continuidad del grupo sin uno de sus cerebros musicales. Ocultaron la enfermedad y pagaron por ello. Hoy Keith trata de explicarlo a partir del contexto de la época, años de miedo, paranoia y furiosa homofobia de la administración Reagan: “Básicamente fue un pedido de la familia. Ricky murió el mismo mes que Rock Hudson. Recuerdo la atmósfera de la época y realmente muy poca gente sabía nada sobre el sida antes de su muerte. Incluso con esto continuó el desconocimiento”.

Cuando todo parecía perdido, cuatro años más tarde, con Keith haciéndose cargo de la guitarra, grabaron su disco Cosmic Thing, el más exitoso de todos los tiempos gracias a las manos mágicas de los productores Nile Rodgers y Don Was. El resto es historia conocida con temas como “Love Shack” y “Roam” escalando rankings y sonando hasta en la sopa, una resurrección inesperada. El nuevo disco Funplex salió el año pasado. Nueva carrocería, retoques varios, lifting y botox al sonido del grupo que, en temas como “Juliet of The Spirits”, basado en aquel film de Fellini, están a la altura de los mejores momentos de su larga carrera.

LOS QUEER 52’S

Se sabe que todos los miembros varones de B-52’s son gays pero, en general, la prensa nunca se centró demasiado en ese punto. Así pasaron sus primeros años de éxito, como tantos otros, sin una salida pública del closet. Sin embargo, son una figurita infaltable en los medios queer. El año pasado la revista Out seleccionó los 100 discos más gays de la historia y su debut apareció entre los 20 primeros. Fred Schneider respondió al canal de televisión GLTB Logo: “No somos una banda gay. Somos un grupo pop con integrantes gays, pero también extraterrestres y straight todo incluido...”. Definiciones al margen, lo cierto es que son de esos íconos de los ’80 que contribuían a la apertura mental y la diversidad. Desde su blog, un fan escribe: “Los B-52’s significan mucho para mí. Nunca supe realmente si algunos de ellos era gay. Pero eso no me importaba porque lo bueno era que me hacían sentir bien a mí siendo gay”. Kate tiene su postura: “Yo creo que todo el mundo conocía que Ricky, Fred y Keith eran gays. Seguramente muchos pensaban que Cindy y yo éramos drag queens. Cuando nosotros empezábamos realmente no era como ahora, que existe esto de que ‘tenés que salir’. Cada uno debe aceptarlo y no lo entiendo como una cuestión obligada. Hoy tengo sesenta años y soy bisexual. Realmente no siento que tenga que salir del closet. Tuve parejas hombres anteriormente y ahora conocí a Mónica. No siento que sea un proceso como para decir ‘Oh Dios, tengo que decirlo’. Siento que finalmente encontré mi pareja en esta vida y estoy realmente feliz”.

Keith reconoce que, recién en el ’92 cuando sacaron Good Stuff, era momento de hablar sobre su identidad: “Me sentí movilizado por Madonna. Ella no es gay pero aporta a la comunidad. ¿A qué debería temer siendo gay? Siempre hay un miedo que tiene que ver con dónde vivís y el contexto en el que te movés, pero también hay que ser valiente y adulto”.

B-52’s presenta Funplex
el 15 de abril a las 21 en el Luna Park.

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