Si en los saunas hay que quitarse todo, en los cruising bares se puede resolver con la ropa puesta. La entrada es más barata. El deseo se respira y la relajación es diferente: si el vapor saunero se lo llevaba todo, acá la transpiración es el perfume de la chongada.

Adentro de Zoom no se sabe si es de día o de noche: el sótano es un lugar desconectado con lo que pasa afuera y eso altera a algunos vecinos, que cada tanto denuncian prostitución porque les cuesta creer que lo que pasa adentro es con consentimiento. La CHA varias veces denunció la persecución constante y las razzias policiales que le hacen a Zoom. En los glory holes, que hace poco incorporaron vidrios para mirar al vecino, aparece todo lo que cabe en cuarenta centímetros de diámetro. Mirar y ser mirado. El placer de espiar, el espectáculo de los laberintos, la experiencia colectiva.

Más oscuro todavía: el laberinto de Tom’s. Las paredes cubiertas de chapa le dan al sótano un aire chongo de garaje. Los plásticos con lunares, un estilo de disco setentoso. Al collage se suman pantallas con porno por todos lados. Tras unas rejas, en el laberinto, sólo se puede ver con la luz del celular. ¿Qué ves? Pija.

“Si en el boliche no tengo suerte, hago una pasada por el bar para desagotar. No me gusta dormirme con las ganas y en los dark rooms siempre aparece la posibilidad. Si no tenés suerte a la luz, te metés en la zona oscura. A veces me envicio”, dice Pablo en el chat del blog Nosotros y los baños, un site súper actualizado que tiene incluso un mapa de teteras.

Nosotros y los baños es excelente para los que buscan sexo casual y disfrutan en compartirlo: “Entró un tercero, de unos 40 años, fortachón, no me cabía mucho, pero estaba tan caliente que lo invité a mi máquina a que me chupara toda la pija y terminé desagotando los varios cm3 que tenía de leche caliente acumulada”, dice “El Novato” en su historia sobre uno de los tantos cibers con box privado de la peatonal Lavalle.