VERANO12 › “BOQUITAS PINTADAS” DE MANUEL PUIG

Un secreto sentimental

 Por Esther Cross

Para saber de qué se trata, basta con leer el índice de Boquitas pintadas. Dividida en dos partes –“Boquitas pintadas de rojo carmesí” y “Boquitas pintadas azules, violáceas, negras”–, esta novela se arma en capítulos que se llaman entregas. El índice se carga de tono y de sentido. Bienvenidos al mundo del folletín.

Es la novela de un escritor que creció entre películas, radioteatros y literatura de cordel mientras oía las historias y los chismes de los adultos. Es la novela del asistente de dirección que no tenía carácter para mandar y por eso empezó a escribir guiones que al tiempo lo llevaron a las novelas.

Boquitas pintadas tiene cartas de amor y de duelo, programas de romerías, registros minuciosos de los movimientos de un personaje, como si abriera esas cajas donde las personas guardan ciertos papeles, ciertas fotos, alguna entrada de teatro y otros recuerdos que, sueltos, no dicen nada pero arman el rompecabezas de un secreto. Un secreto sentimental en un mundo en que lo sentimental es tabú y entonces es secreto.

Los secretos que se ventilan aquí están dichos con una voz contenida, que hace doler la garganta –los verdaderos secretos a voces–. Puig decía que le fascinaban los géneros populares. Eran el material de las historias de su infancia. Podría haberlos imitado pero hizo algo más: se apoderó de ellos.

“A mí me interesaron siempre las formas folletinescas. Como me gustan desde siempre, me vi obligado a pensar qué pasa, ¿por qué me agradan tanto?” En esa pregunta está todo el escritor. En un país donde, según él, todos quieren parecerse a otros, Puig quiso ser Puig. “Hice mi obra, creé mi estilo, con los desechos, con la basura que arrojaba la gente culta, con la sobra que dejaba la intelligenzia. Con el mal gusto que ellos despreciaban y pensaban inútil, armé mi discurso y le di peso a mi lenguaje.”

Con ese lenguaje reinventado a su medida, Puig contaba historias que –aseguraba– eran verídicas, mezcladas con productos de la imaginación –también auténtica–. En Boquitas pintadas la memoria y la imaginación se echan a rodar como solamente él podía hacerlo. Como Puig.

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