VERANO12

Rubias de California

 Por José Pablo Feinmann

El cuento por su autor

Fruto de la soledad y el aburrimiento, Joe Carter nació en el verano de 2008. Mi mujer había tenido que hacer un viaje. Mis hijas hace mucho que no viven conmigo. Llevaba tiempo latiendo en mí el deseo de fijar algunas de mis ficciones en Estados Unidos. En Los Angeles, por el cine. En Nueva York, por Nueva York. O en un desierto ficcional de California porque me pregunté dónde podrían ocurrir los más despiadados y crueles sucesos de la existencia humana y se me ocurrió que ahí. O en cualquier parte. Creo que todo puede reducirse al deseo de escribir ficciones sobre el Imperio que acaecieran en algún lugar de su dilatado territorio. ¿Había algo más allá de ese deseo o en él, proyectándose? Había muchas cosas. Sospecho que el fabuloso imperio americano se está agrietando. Que lo de las Torres Gemelas no ha sido conjurado. Que la paranoia continúa. Y la sensación de ser un Imperio herido es el preludio inevitable de un imperio muerto. También quería crear un detective clásico de la serie negra o del film noir. No me proponía ser original en esto. La originalidad —si estaba— estaría en otro lado. El tipo tenía que ser malo. Un fanático defensor del Imperio y, a la vez, no sólo un detective sino también un contract killer. Recordé, desde luego, a Mike Hammer, el impecable personaje de Mickey Spillane. Hammer era un producto de la Guerra Fría y del macartismo. Su primera novela (Yo, el jurado, gran título) aparece en 1947. Para la crítica, Hammer y Spillane resultaron seres deleznables. Posiblemente lo fueran: machistas, racistas, sexistas, macartistas. Pero el público compró esas novelas como pop corn caliente y crocante. Joe Carter es muy distinto. Pero se le parece en algo esencial: así como Hammer vive obsesionado por los comunistas, Carter vive casi demente por el terrorismo islámico. La herida de las Torres es inexplicable para él. Algo tambalea. Si no, eso no habría ocurrido. El cuento que van a leer no es directamente de Joe Carter, él no es el protagonista. Forma parte de una novela armada por cuentos que se unen en el color de pelo de sus protagonistas: todas son rubias. Se llama —la novela— Rubias de California. Si es despiadado es porque su objeto a ficcionalizar (el Imperio “americano” y su situación actual) atrae al autor y lo seduce en materia narrativa. En materia política, no. El autor detesta la política del Imperio. Carter la ama y es su defensor. Todos los textos de Carter buscarán formar un corpus narrativo que exprese la brutal caída del más grande imperio de la historia humana. Creo que “La rubia doméstica” cumple impecablemente con ese propósito.

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