EL MUNDO › COPARON LA UNIVERSIDAD POLITéCNICA DE ATENAS

Que vivan los estudiantes griegos

En el recinto de la Universidad Politécnica, uno de los puntos más calientes de Atenas, resisten día y noche decenas de jóvenes, en su mayoría estudiantes, de muy distinta adscripción, pero con idéntico propósito: poner contra las cuerdas al poder, al que acusan de “practicar terrorismo de Estado”.

La fisonomía de los manifestantes muda igual que la luz del día. Por la mañana se acercan a la Politécnica adolescentes con mochilas y coletas. A todas horas hay estudiantes vestidos de estudiantes: vaqueros, remeras.

Pero es al atardecer cuando se divisan los primeros pasamontañas. También capuchas o kufiyas (pañuelos palestinos) a modo de embozos: son el atavío de los más antisistema. Como en el movimiento antiglobalización que irrumpió en Seattle o Génova, en Grecia hay estos días una horquilla muy amplia de sensibilidades a la hora de manifestarse.

“Queremos decirle al gobierno que no podemos vivir. Yo cobro 800 euros al mes y pago 200 de alquiler en un piso compartido, pero hay compañeros que no llegan a los 500. Detrás de esto no hay nadie concreto, sólo un movimiento de 15 mil personas, entre estudiantes, licenciados y profesores, hartos del deterioro de sus vidas. No podemos vivir”, insiste el joven matemático, tan distinto, hasta en el blanco de los ojos, de los barbudos okupas de la mañana. “Políticamente hay de todo aquí adentro, de anarquistas a comunistas o socialistas. Este recinto fue un símbolo de la resistencia contra la dictadura militar, mis padres se encerraron aquí. Hoy yo hago lo mismo”, concluye el matemático.

“El asesinato de Alexis fue sólo la gota que colmó el vaso, pero ya había movilizaciones previas. El movimiento social de descontento se exacerbó además al conocer la inyección económica por cientos de millones de euros del gobierno griego al sistema financiero para evitar la crisis”, explica un muchacho que estudia Económicas. Los presentes reconocen que si unas siglas consiguen patrimonializar la protesta, ésta dejará de pertenecerles y probablemente perderá fuelle. En la despedida –minutos antes de que, por cuarta noche consecutiva, los cócteles molotov se mezclaran con los botes de humo–, el grupo de estudiantes anima a visitar otras sedes de la resistencia, como la Facultad de Derecho. Pero es en la Politécnica, en el corazón del barrio de Exárjia –el mismo donde murió el sábado Alexis–, donde la desesperanza reviste más facetas.

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