El gobernador Miguel Lifschitz hace equilibrios en su relación con el gobierno nacional. Le tomó el gusto a esa misma política que Cambiemos ejerce con audacia: El palo y la zanahoria. Mientras espera alguna señal del presidente Mauricio Macri sobre la reforma constitucional en Santa Fe (en el PRO aseguran que sólo él será quien decida la postura sobre ese tema), habilita a la intendenta Mónica Fein a endurecer su discurso opositor en la apertura de sesiones ordinarias del Concejo Municipal. Fein se despachó con todo en la ocasión y dejó boquiabiertos a los concejales macristas que no podían creer la sucesión de mandobles que recibían las políticas públicas de la Casa Rosada. Allí enumeró el presupuesto de Salud Pública, las acciones en materia sexual y reproductiva de cara al debate por la despenalización de aborto, la obra pública, la falta de federalismo y hasta se animó a plantear que este gobierno nacional había empeorado las asimetrías que se sucedieron durante la gestión del kirchnerismo.

El socialismo no quiere enquistarse más con el electorado y por eso se pone en el centro de la grieta abierta entre Cambiemos y el kirchnerismo. Hasta ahora no les ha dado gran resultado si se miran los números de las últimas elecciones, pero parecen haber caído en la cuenta de que no hay otro camino para el partido de la rosa.

Lifschitz debe mantener las relaciones institucionales con el gobierno nacional, pero también relojea de costado para ver cómo se comportarán con sus intenciones de volver a dar pelea en Santa Fe. El gobernador no se resigna a ver cómo los números le dan mucho mejor que a Antonio Bonfatti pero que se puede quedar sin cancha para jugar si no sale la reelección.

El senador Omar Perotti ya tomó su decisión: Por qué favorecer a Lifschitz si está convencido de que será más fácil ganarle a Bonfatti. Por eso el diputado Roberto Mirabella presentó un proyecto de ley para que en las próximas elecciones se haga una consulta vinculante para establecer si la gente quiere o no la reforma constitucional para después del 2019. Perotti dice a su favor que esa propuesta él se la dijo al mismo Lifschitz para que fuera implementada en las pasadas elecciones.

Perotti está mucho más activo que el año pasado cuando las distintas corrientes del peronismo le exigían protagonismo para, justamente, tener una mejor performance para el peronismo en la batalla grande del año próximo. Pero el senador eligió mantenerse al margen y la apuesta no le salió nada mal: Agustín Rossi y Alejandra Rodenas se las arreglaron para mantener al peronismo unido y con una performance electoral que muy pocos le adjudicaban cuando empezó el proceso electoral de 2017. Perotti no cree en las jefaturas partidarias y se sabe un referente capaz de captar la atención del electorado. Esa es su apuesta porque en el fondo conoce que se trata de concitar esa expectativa y después -como les gusta decir a los peronistas‑ los melones se acomodan solos en el carro.

 

Andres Macera

 

El amplio menú peronista favorece a Perotti que se mostró muy dispuesto a alentar todas las candidaturas -incluida la de María Eugenia Bielsa‑ y hasta abrió la cancha para el lado del Frente Renovador al devolverle a Alejandro Grandinetti los elogios que éste había tenido cuando dijo en una entrevista con Rosario/12 que el senador nacional es "un gran candidato para Santa Fe". Perotti también conversó hace poco con Diego Giuliano a quien quiere tener cerca.

Donde Perotti no deja dudas es en su relación con el socialismo. Ahí no hay vuelta atrás, los crítica duramente, no se imagina en ningún frente con ellos y sabe que lo han elegido a él como adversario desde hace muchos años. Desde los tiempos en que era intendente de Rafaela y Hermes Binner gobernador de Santa Fe. No tuvo buen diálogo y tuvo poca relación con los tres gobernadores socialistas. En ese aspecto, se parece un poco a Carlos Reutemann.

En Santa Fe sucede un escenario inverso al nacional. Aquí la oposición sí tiene candidato -y no uno, sino varios‑ y el PRO se ha quedado atrás en el plan de empezar a generar expectativas alrededor de algún nombre. Por eso pisó el acelerador en los últimos días reforzando el proyecto ya conocido de impulsar a Luciano Laspina (ya lo había lanzado Lilita Carrió hace un año); un rosarino que internamente ha manifestado más de una vez su negativa a postularse como gobernador de Santa Fe cuando toda su vida y la de su familia transcurre en Buenos Aires desde la época en que Macri era Jefe de Gobierno porteño. Es más, hizo toda la campaña para diputado nacional por Santa Fe sin siquiera cuidar el detalle de tener un teléfono que no comenzará con 011.

Por su lado, el intendente de Santa Fe José Corral pelea para mantener en alto sus acciones. Asegura que él será el candidato de Cambiemos a la gobernación y que no deberá sortear ninguna interna rabiosa. Pero sabe que no tiene todo el respaldo del presidente y del PRO para la contienda del 2019. Corral ha perdido terreno tras ser derrotado el año pasado en dos oportunidades: Primero cuando perdió las elecciones en su ciudad con su candidato a concejal y segundo cuando decidió apoyar a otro candidato a presidente del Comité Nacional de la UCR en lugar del ultra antiperonista Alfredo Cornejo.

Todo indica que se marcha hacia un escenario de tres franjas de cara a 2019 donde el peronismo se las ingenió por el momento para tomar la delantera a la hora de generar fuertes expectativas electorales. Frente a un socialismo que se desgarra en una dura interna y acusa los efectos de un fuerte desgaste político y frente a Cambiemos que parece haber agotado gran parte de su caudal electoral en las legislativas de 2017. Pero primero, hay que pasar todo este 2018.