En los últimos años apareció en este suplemento el nombre de la familia Sucar, tucumanos que construyeron una muy hermosa casa en su ciudad. Que su nombre sobreviva se debe a que esa casa es hoy una parte desesperada del patrimonio de la capital provincial, siempre amenazada de demolición o de otras sevicias comerciales. En estos días se está discutiendo nuevamente el destino de la casa, ya que el Concejo Deliberante tiene que votar su expropiación o su abandono a las tiernas atenciones de los especuladores. La iniciativa es del Ejecutivo municipal, que intenta resolver asi un problema que los ronda desde 2012.

El voto es una oportunidad también para reflexionar sobre cómo preservar edificios representantivos y patrimoniales que están bajo presión especulativa. La Sucar no perdió su razón de ser ni su uso, porque perfectamente podría seguir siendo lo que siempre fue, una residencia de primera, pero pobrecita comete el grave pecado de las piezas patrimoniales: no desarrolla a pleno su “carga constructiva”. O sea, es pequeña, no tiene la escala monstruosa que le gusta a los especuladores. Evidentemente, la capital de Tucumán no tiene un régimen de protección patrimonial o tiene uno débil, que le permita simplemente catalogar un edificio, evitar su destrucción y limitar su uso. Por lo tanto, resulta que la única manera de salvar la casa es con el más vale anticuado recurso de expropiarla y darle un uso público.

La municipalidad ofreció una permuta a los propietarios de la Sucar, la firma Viluco SA, que no fue aceptada. Con lo que un problema es que el gobierno local tendrá que poner unos dos millones de dólares para quedarse con la casa –valor que francamente suena un tanto exagerado– y ya aviso que no tiene esos fondos. Una manera de obtenerlos sería vender la vieja dirección de tránsito en la calle Salta, valuada en más o menos lo mismo, y así pagar la Sucar. 

La causa de la Sucar tuvo un enorme empuje de la sociedad tucumana, sus artistas y los medios, que impidieron que fuera demolida, como tantas cosas en esta vida, sin que nadie se diera cuenta. Ahora, el proyecto tiene que ganar el voto en tres comisiones del Concejo Deliberante, lo que muestra el nivel de complicación de una expropiación. En este caso, son las comisiones de Obra Publicas, Haciendo y Peticiones y Poderes, que no se sabe si tendrán tiempo de tratar las cosas hasta las ordinarias de marzo o tendrán que apurarse para una extraordinaria antes de fin de mes. El cálculo es que no habrá apuro porque las extraordinarias implican mayorías especiales de votos y las ordinarias serían más seguras para el proyecto.

Lo que uno se anima a proponer es que el Concejo tucumano aproveche la oportunidad para debatir la cuestión de fondo, la necesidad de un sistema de protección del patrimonio edificado en la bella ciudad que tanto patrimonio tiene y tanto perdió. No es posible andar corriendo atrás de los especuladores y sus negocios, no es posible ni necesario compensarlos a costa de angustias económicas publicas por ganancias potenciales que puedan perder. Lo que si es necesario es que aprendan a convivir con un régimen urbano que les recorte estas avivadas.

Audiencias

Este mes de fin de verano viene movido en materia de audiencias públicas en la Legislatura porteña. El 22 los vecinos pueden hacerse oir sobre el tema de la venta del Empalme Norte y el Convenio con la AABE,  y el 22 sobre el Paseo del Bajo, el favorazo que le quiere hacer Larreta a sus amigos especuladores abriendo un valioso terreno en el borde de Catalinas. Para darse una idea de lo que involucra este proyecto de ley, la tasación oficial del lote es de casi ciento cincuenta millones de dólares. Quien quiera participar no tiene mas que ir a la pagina web de la Legislatura y anotarse con nombre y DNI.

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