En el discurso del primero de marzo el presidente Mauricio Macri fustigó a “los que regalan el presente y dejan sin futuro”. Un clásico reproche al populismo que formuló casi con las mismas palabras el escritor Mario Vargas Llosa, en un reportaje publicado en “La Repubblica”. Una forma de describir-denostar al “populismo” que gasta lo que no hay.

Puede interpretarse como un slogan que simplifica las homilías laicas del pastor neo con Javier González Fraga, premiado con la presidencia del Banco Nación por sus sabias palabras. La gente, recordemos, se cree con derechos, hay quien se los concede, perjudicándolos. El oxímoron persigue a los pensadores de derecha, ni qué decir a sus dirigentes.

Opineitors oficialistas y académicos tradujeron a Macri como un hombre enojado con la realidad y en plan de campaña. Por una vez, se puede coincidir con ellos. La realidad provee sobrados motivos para enfurruñarse, la campaña es la disciplina predilecta de PRO.

En la narrativa macrista hay un pasado oprobioso (que fue presente tangible hasta 2015) a superar. El presente no termina de florecer pero el futuro promisorio está cada vez más cerca. 

Es un porvenir móvil, que se desplazó del doloroso segundo semestre de 2016 a los meses próximos. Macri se entusiasma aunque los rictus faciales no ecualicen con las palabras. Ya florece la economía, ya se reduce la inflación, ya están “sentadas las bases” para crear “decenas de miles de puestos de trabajo”, mantra que repitió varias veces en el Congreso.

El punto flojo es que  lo que aumentan son el desempleo, los despidos y las suspensiones. La ventura colectiva  es promesa que no concuerda con las vivencias cotidianas.


Polarizar contra el kirchnerismo es una táctica de campaña. Como en el fútbol no es sensato lapidarlas en teoría, hasta que se palpen los resultados. Pero hay un hecho irrefutable: Cambiemos no es más oposición: lleva un largo trecho gobernando. 

Las elecciones en sistemas estables, entiende  este cronista, las gana y las pierden los oficialismos. De ordinario, no por ser “oposición de la oposición” sino por tener un grado de aprobación masivo. 

Muchas argentinos y argentinas de a pie están peor que hace quince meses y ese colectivo crece. Tal vez vayan advirtiendo que el oficialismo les sustrae el presente (en el que a minorías concentradas les va bárbaro) y que el futuro es borroso. El neo conservadorismo no distribuye lo que hay, caramba. 

A quienes perdieron trabajo o ingresos no les será sencillo recuperarlos, hay experiencias cercanas que aleccionan en ese sentido. Por ahí habrá votantes de Cambiemos que reparen en que la derecha sustrae el presente, que es concreto y no virtual.


En un plano ideológico apuntemos que a los trabajadores argentinos nadie les regaló nada. Soportaron las crisis, las carencias, el corralito, los anteriores cierres de fábricas y conversión de ciudades pujantes en poblaciones fantasmas. Se organizaron en comedores populares, clubs del trueque, cooperativas de todo tipo. No reaccionaron con violencia ante las privaciones.  Se reconvirtieron cuando fue menester para volver a laburar. Y trabajan mucho, por salarios  y derechos que en promedio son todavía altos para la región y que el macrismo quiere reducir o eliminar en aras de “la competitividad”.