Hace cuatro años, cuando creamos el CEM (Centro de Estudios Metropolitanos), decidimos sumarnos a un colectivo de intelectuales, centros de estudios y políticos que vienen bregando hace tiempo por una mirada metropolitana de nuestra ciudad.

Si bien parece una obviedad que los límites políticos de las jurisdicciones no se corresponden con los límites del continuo urbano ha costado instalar la necesidad de disponer de una institucionalidad metropolitana para abordar sus problemáticas que, como lo demuestra la covid-19, no se frenan en un control policial en la General Paz.

En el último año junto con otras instituciones hemos logrado visibilizar la enorme diferencia de recursos entre la ciudad autónoma y los populosos municipios del conurbano. También hemos insistido con la inviabilidad financiera de la provincia de Buenos Aires producto de su subrepresentacion en el congreso nacional y en la ley de coparticipación nacional, a la que sumamos la particular discriminación del conurbano en el propio esquema de coparticipación de la provincia.

Estas profundas asimetrías en la disponibilidad de recursos públicos y capacidades estatales pueden crear la falsa imagen de que estamos frente a una ciudad rica rodeada de un conurbano pobre. La realidad es más compleja. Lo que caracteriza a la región metropolitana es la desigualdad de condiciones sociales, laborales y económicas

En el caso de la Ciudad esta desigualdad se localiza territorialmente en las distancias entre el norte y el sur. En el conurbano entre municipios de presupuestos holgados como Vicente López o San Isidro y otros carentes de recursos como Florencio Varela o Moreno. La misma disparidad se da al interior de muchos municipios entre barrios o localidades.

La diferencia sustancial es que el promedio general de los indicadores sociales de la Ciudad de Buenos Aires es muy superior al promedio general de los municipios del conurbano. En la provincia los mejores indicadores de alguna zona se diluyen en el promedio general mientras que en CABA pasa lo contrario. Por eso, el principal objetivo de este informe es visibilizar que la zona sur de la ciudad comparte valores con el Conurbano, formando parte de lo que podríamos denominar el “conurbano porteño” y que como tal merece la atención que los Estados, medios de comunicación e investigadores le prestan a la emergencia del otro lado del Riachuelo y la General Paz

La ciudad de Buenos Aires, antes de la pandemia, ya tenía en su zona sur los mismos valores de desempleo, repitencia escolar y hacinamiento que el conurbano. Los últimos cuatro años de gobierno macrista dejaron 600 mil pobres y duplicaron la indigencia en el distrito. Hoy la situación de los más de doscientos mil habitantes de las villas de la ciudad, más otro tanto con serios problemas de precariedad habitacional producto de alquileres descontrolados, desalojos, pensiones abandonadas y casas tomadas es similar a la de los barrios pobres de la provincia. La ciudad no ha querido o no ha sabido utilizar esa gran masa de recursos de que dispone para achicar estas desigualdades con planeamiento urbano, inversión en vivienda, salud y educación. Por el contrario las ha incrementado desfinanciado estas políticas.

El aislamiento social y la crisis económica, laboral y social producto de las restricciones a la actividad se dan en este contexto, impactando de forma mucho más dura sobre quienes menos tienen. Si el estado porteño no toma nota de esta situación, y hasta ahora no lo ha hecho, nos esperan tiempos difíciles. 

Director del CEM