“El verano es la estación más lluviosa en la provincia”, “el agua de lluvia cae de arriba para abajo” y “cuando llueve fuerte, el centro de Salta se inunda”, esas son tres afirmaciones que se repiten infaliblemente desde que la lluvia es lluvia y que hasta ahora nada ni nadie pudieron revertir.

La primera precipitación fuerte del año alcanzó para que el macrocentro salteño se convierta por unos minutos en un sistema hídrico de diques y canales que tuvo como epicentro a la plaza Gurruchaga, cuya cisterna mitiga pero no impide las inundaciones.

Entre noviembre y abril los vecinos de la zona se convierten en habitantes involuntarios de esta ocasional Atlántida criolla, que por lo menos ahora desagota un poco más rápido. Peor es nada.

Hace casi cuatro años, luego de una fuerte inundación y las consecuentes quejas de los vecinos, el entonces intendente Gustavo Sáenz explotó en sus redes sociales recordando que “la ciudad se inunda hace 50 años, nadie hizo nada”.

Ese día también inauguró la muletilla que reflotaría a pleno en esta pandemia: “Algunos desde la comodidad de su casa critican, oportunistas que gozan mientras otros sufren”. Con ese parámetro parece que el gobernador solo podría aceptar críticas de un bombero.

En definitiva, casi 54 años después de la primera inundación, ya se hicieron obras para mitigarlas. Ahora se levantan las apuestas para acertar cuándo se harán los trabajos para solucionarlas definitivamente.

La intendenta Bettina Romero es consciente de que este verano, tal como lo hizo el año pasado, deberá calzarse las botas de goma y poner los pies en el barro para evitar que el agua, además de casas y calles, deje por debajo de la línea de flotación a su imagen.

La paralización general por la pandemia en este 2020 es una buena coartada para justificar la nula actividad para mejorar el desagote callejero. La promesa de obras financiadas por Nación, tal como anunció vagamente y sin muchas precisiones Romero el jueves, resulta un buen placebo. 

Con Sáenz hablando de obras en pasado y Bettina prometiéndolas a futuro, dejan como única solución a mano para la temporada 20/21 prenderle una vela a Santa Clara y llevarles un maple de huevos a las Carmelitas para que no llueva mucho este verano.

Por lo menos queda la esperanza de que la actual intendenta, que ya cumplió en su primer año con la tradición ancestral de los alcaldes capitalinos de hacer una obra o algo similar en la avenida Belgrano, pueda ahora apuntar sus esfuerzos sin distracciones en terminar las tareas pendientes de desagüe.

Como será la fijación por esa céntrica avenida, que la última obra del mandato de Sáenz fue la colocación de las rejillas de captación de agua, y de ciclistas distraídos, en las esquinas de Zuviría y Deán Funes. Mientras que Bettina arrancó sembrando de punta a punta la Belgrano con las bicisendas, una obra que ahora es apuntada por ser friendly para las bicicletas, pero no tanto para el escurrimiento de la lluvia.

Problemas terrenales

Controlado y agotado el coronavirus en el AMBA, la atención mediática nacional se centró en las tomas de terrenos, la espectacular y con ribetes novelescos de la familia Etchevehere y la más dramática y compleja de Guernica.

Este repentino interés en el tema actualizó la situación de dos asentamientos que ya llevan más de seis meses sin solución en la zona sur de la ciudad de Salta. En San Calixto son unas 40 familias las que acampan en forma precaria, en Parque la Vega la cifra se incrementa a unas 500.

Si bien inicialmente la situación involucraba a más familias, el cansancio, la represión de agosto en los dos asentamientos y la amenaza de sanciones con el Plan Mi Lote, disminuyeron la población, pero a su vez dejó firmes a los núcleos duros que se niegan a irse sin una propuesta concreta.

Por ahora la calma permanece por la vigente mediación dispuesta por el fiscal a cargo, pero da la sensación de que está en una franca cuenta regresiva, ya que a la natural propensión de la policía a desalojar, se suma la revitalizada presión mediática y el hartazgo de los vecinos que marcharon exigiendo una solución urgente.

Retomando el Plan Mi Lote, es prácticamente la única solución propuesta desde el gobierno para los reclamos, pero hasta el momento tiene un diseño que parece inspirado en el sistema del “telar de la abundancia”, en cuanto a que promete algo (terrenos) que se encuentran en un plano virtual.

Solamente la presencia del Estado y que no existe un depósito previo de dinero hace que no se sospeche que sea una estafa, pero hoy la inscripción masiva que se registra desde agosto para tratar de acceder a alguno de los 12 mil lotes prometidos, es un acto de fe digno de una tierra tan devota como la salteña.

Mi Lote igualmente no es una extravagancia salteña, en varias provincias y localidades del país existen planes similares, inclusive con el mismo nombre como en la santafecina Cañada de Gómez, o el más ingeniosamente bautizado “Lotengo” cordobés. La diferencia con esos radica en que las inscripciones se abren periódicamente para sorteos de terrenos ya listos para ser entregados. En Salta la urgencia por el enorme déficit habitacional obligó a hacerlo al revés.

El jueves en una entrevista por canal 10, Sáenz reconoció la dificultad para conseguir terrenos válidos para urbanizaciones, pero adelantó que en breve habrá un enroque con Nación que permitirá a la provincia hacerse sin cargo de tierras para lotear. ¿Cuándo, cuánto y dónde? El gobernador en la semana de Halloween jugó al misterio y dijo que guarda los detalles para el día del anuncio formal.

¿Y el coronavirus?

Bien, gracias. Siguen registrándose más de 100 casos positivos por día y lamentablemente también se incrementa la lista de fallecidos. El dato positivo es que bajó la cantidad de enfermos en terapia intensiva, pero el dato negativo es que sigue vigente la advertencia de un rebrote para estos días.

Igualmente, estamos en una provincia cuyos centros urbanos más poblados se hicieron en zonas sísmicas de alta peligrosidad, lo que demuestra que el salteño no es muy afecto a darle bolilla a las advertencias.

Por eso, desde el viernes está habilitado nuevamente el turismo interno, que se suma a los comercios, gimnasios, supermercados, shopping, restaurantes, cafés, actividades artísticas y culturales, pesca, deportes grupales, deportes individuales, parques urbanos, bancos, misas y reuniones sociales de hasta diez personas al aire libre. A decir del estadounidense Bill Clinton: “es la economía, estúpido”.

Ahora que pase el que sigue grita el COE y ya se analizan protocolos para espectáculos masivos como teatro y recitales. 

Queda en análisis la vuelta a las clases presenciales, que el COE podría autorizar, pero es una incomodidad para el gobierno provincial porque dejaría en evidencia la deficitaria infraestructura de las escuelas, que en algunos casos no pueden garantizar ni el agua potable, y el reclamo de aperturas de paritarias que empezó a sonar en algunos sectores docentes.

Ahora, si se habilita la vuelta a las aulas, solamente faltaría chequear qué fue de la vida de los dueños/as de jardines maternales, peloteros, salones de fiesta y cines. Si aún siguen vivos, y no armaron una banda para asaltar camiones de caudales, capaz estén interesados en retomar con la actividad y de esa manera volveríamos a un estado casi de pre pandemia que tuvo su último registro en febrero.

Y mientras los líderes mundiales se ilusionan con una pronta aparición de la vacuna que ponga definitivamente un coto a este eterno espiral de rebrotes que tiene el coronavirus, en el Congreso Nacional el diputado salteño Martín Grande se despachó con un discurso anti vacunas, "porque se hacen a las apuradas y de cuyos efectos secundarios nos vamos a hacer cargo los argentinos".

Y ahí mismo el organizador salteño de las marchas anticuarentena, pidió que se destinen recursos para investigar las propiedades del dióxido de cloro que él toma y que sirve “para no contagiarse del bicho de porquería ese, porque además sería mucho más barato que cualquier vacuna". 

Ahora queda como tarea para la semana desentrañar la incógnita de si Grande es:

A) Un antisistema dispuesto a acabar con el billonario negocio oligopólico de los laboratorios.

B) Un hippie encubierto que apuesta a la medicina alternativa.

C) Una versión más sofisticada de esas madres que solucionan cualquier problema de salud con un vaso de 7Up o una cucharada de laxante. 

D) Ninguna de esas opciones. Lo hace porque le divierte hacer la contra.

El que sepa la respuesta que chifle.