El pensamiento racional en muchas ocasiones está subordinado al mágico; suele haber en nuestra racionalidad, sin que lo percibamos, un influjo de los mecanismos del inconsciente. A veces, lo que ocurre es una simple influencia afectiva o emocional, como cuando estamos hablando de un tema particular y se nos filtran palabras que expresan lo que queremos decir, pero que también delatan algún fugaz estado de ánimo, o el significativo contexto en el que nos hallamos.

Paralelamente, la esperanza y la desesperanza son dos polos que, alternándose, pueden gobernar al hombre. El escritor Maurice Maeterlinck dijo: “La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es casi nada, y la esperanza en lo que ignoramos, que es casi todo". Llevando esta idea al extremo, podríamos agregar que, si tuviésemos certeza de todo, llegaríamos al polo de la máxima desesperanza, o de una fenomenal depresión; en cambio, si no supiésemos nada, nuestras desdichas serían otras, pero seguramente la desesperanza no estaría en la lista. 

Existe un paralelismo entre la esperanza y la superstición, dado que ambas se originan en lo que no sabemos, que, según el mencionado autor es “casi todo”. Esto no significa que la persona que más sabe es la más desesperanzada, y la que menos sabe, la más esperanzada, ya que ambas, en comparación con la totalidad del saber posible, son casi igual de ignorantes. En contra de las apariencias, en los dos individuos existiría casi el mismo potencial para la esperanza y, posiblemente, uno no tan diferente para la superstición, dado que la clave residiría en el grado de jerarquización que cada uno de ellos hace de lo que ignora. El soberbio, que, mimetizándose con la prédica cientificista de nuestra era, niega lo que no conoce, tal vez sea el menos supersticioso, pero, a la vez, el más desesperanzado. En cambio, el que con humildad acepta y pondera un vasto mundo desconocido difícilmente pierda la esperanza, aunque puede vivir más expuesto a la superstición.

Para finalizar, quiero agregar que, entre las distintas acepciones que propone el Diccionario de la Real Academia Española para el término “fe”, se dice que es un “conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas”, y que también constituye una “creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública”, así como la “confianza” o “buen concepto” que alguien nos inspira. En este sentido, la podríamos definir como la aceptación de lo que dice alguien con determinada autoridad, o la convicción de que una suposición propia es correcta, siempre ante pruebas insuficientes respecto de la certeza de lo afirmado. La confianza resulta, entonces, imperativa. La fe puede existir en las personas con relativa prescindencia de la superstición, del pensamiento mágico y del religioso, aunque también puede coexistir con alguno de ellos, o con todos.

 

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