¿Qué cosa fuera, el Massa con cartera?
¿Un servidor del pasado en copa nueva?
(Parodiando a Silvio R.)

He de confesarle ("¿otra vez?", dirá usted) que no están siendo días fáciles. Más bien parecen días fósiles, con perdón del ingenuo juego de palabras, pero da la sensación, la percepción y la intuición de que estamos descubriendo los esqueletos de lo que alguna vez, no hace tanto, fueron usos y costumbres de una parte no menor de la humanidad y su conurbano.

La verdad, la credibilidad, el absurdo, la confiabilidad y –por qué no decirlo– la política parecen entrar a veces en un coma inducido por el discurso hegemónico, del que no se sabe cuándo ni cómo despertarán. Las grandes empresas, los poderosos, parecen haber intubado al Estado, y los sistemas democráticos no parecen ser la medicina suficiente para lograr que el poder circule y transporte el aire necesario a los distintos estamentos. Lejos de eso, parece haberse estancado de tal manera que los poderosos no necesitan corazón que les bombee y, a los demás, no hay corazón que les alcance.

Frente a este panorama, cierta angustia me llevó a llamar al Ministerio de Psiconomía.

Me atendió un contestador autónomo:

–Se ha comunicado con el Ministerio de Psiconomía. En este momento no lo podemos atender porque la mitad de nuestros funcionarios está renunciando y la otra mitad están tratando de que no les echen. Aunque hay muchos que no saben en cuál de las dos mitades están. No obstante, en algún momento daremos a conocer medidas que llevarán tranquilidad a todo aquel y toda aquella que no crea que dichas medidas se llevarán a cabo. Y luego procederemos a desmentirlas, para finalmente darlas por parcialmente falsas. Si usted quiere saber a cuánto está el dólar, le informamos que, según los últimos datos, no lo sabemos. Si usted es un o una ansiosa y necesita cierta cotización para poder quejarse, marque 321; perdón, 322; perdón, 323, 324, 325, 330, 350…

Corté y decidí llamar al licenciado A. Si yo no sabía por qué lo llamaba, seguramente él sí lo sabría. Para eso le pago.

Me atendió el contestador psicosomático, que tenía una voz metálica muy parecida a la del contestador del Ministerio: se ve que nadie llega a fin de mes haciendo la voz de un solo contestador.

–En este momento no podemos atenderlo, estamos reunidos con otros psicoanalistas. Pero si quiere saber la cotización del dólar, está a 330 tipo freudiano y 350 tipo lacaniano.

–¿Qué diferencia hay?

–El freudiano es inconsciente; el lacaniano, imaginario.

Clic.

Volví a llamar. Otra vez el contestador.

–¿Usted, otra vez?

–¿Cómo sabía que era yo?

–Porque la palabra “usted” se adapta a cualquier persona que no sea yo mismo, y como no me estaba llamando yo, deduje que era usted –me dijo, esta vez sí, el licenciado A.

–No le creo nada… Usted no sabía quién era, no me nombró.

–No lo nombré porque no hacía falta nombrarlo, usted ya sabía quién era usted, así que mejor si no lo nombraba, para no dar lugar a falsos rumores en los medios hegemónicos y en las redes sociales.

–¿Por qué ocurriría algo semejante?

–Si yo tuviera la respuesta a su pregunta, estaría en Estocolmo o en Oslo cobrando el premio Nobel y corriendo a una casa de cambios a transformarlo en dólares.

–Pero licenciado, en Europa puede usar el euro o la corona sueca.

–Sí, pero yo vivo en la Argentina, y acá todo se maneja en dólares o en rumores. Y según los rumores que corren, el dólar corre más rápido que los rumores.

–Uy, licenciado, ¿no tiene algo un poco más agradable para decirme, algo... optimista?

–Sí: voy a ajustarle un 40 por ciento la sesión.

–¿Y eso qué tiene de agradable u optimista?

–¿Ve que es usted el que se entristece solo? Yo dije "ajustar", no "aumentar". Ni se le ocurrió que podría ser un 40 por ciento más barato, ¿no?

–Vivo en la Argentina, licenciado.

–Lo sé, Rudy, pero entonces no me pida optimismo a nivel económico. En todo caso, pídales a los poderosos que ganen menos, a ver si a usted sí le hacen caso.

–¡Yo le hablo con el corazón y usted me responde con el inconsciente, licenciado!

Se cortó la comunicación. Decidí que, en vez de llamarlo otra vez, iría a buscar una serie o peli donde ganasen los buenos, para sacarme la angustia. Estoy en eso; ¿conocen alguna?

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Viene otro aumento” de RS Positivo (Rudy-Sanz):