Si hubiese optado por las iniciales de su nombre, Zuleima sonaría a vitamina: ZGG. Tal vez por eso, porque el impacto de sus canciones no necesita referencias químicas o simplemente por un alias virtual aleatorio, ella se hace llamar artísticamente de otra manera. Zuleima González González también podría responder a un personaje de una saga de misterio, detectivesca y seductora. La canaria recoge el segundo adjetivo y despeja la pista con destreza veterana, sin temerle al ritmo de contener en su apodo la última letra del abecedario. Ese apodo también parece narrar una micro historia: la que acaba con el punchline se lleva recompensa.

No arriesga hasta no tener alguna certeza de reconocimiento, por eso la tinta bífida llegó a su frente recién con grandes peces gordos agarrados entre los nudillos. Esa certeza de éxito la relaja un toque, porque ahora también suma un torso en tetas clavado en medio de la garganta, con líneas justas que expresan lo suficiente. Los dibujos que elige para pintar su piel son tan concretos como sus letras. La serpiente en su rostro se comunica con una medusa que esconde su pecho. Y asegura que el trabajo está apenas empezando.

Esa gráfica indeleble es rigurosa con la portadora: según el mito, la medusa convertía en piedra a quienes la miraban fijamente a los ojos. Pues la mirada de Ptazeta es profunda e incisiva, como los cuchillos de las películas de Wes Craven. Su pelo lacio oficia de cortina de hierro. Es ella quién decide cuánto mostrarnos. El movimiento de esos reflejos rubios que se esconden entre mechones y podrán verse sólo por momentos, cuando los acaricie casi al azar, con gestos disciplinados. Una cabellera obediente para alguien que no responde a varias convenciones sociales.

► Ptazeta está en la casa

Nació bajo el calor de Las Palmas, la capital de Gran Canaria, aunque se burle del clima vistiendo (casi) siempre ropa oscura. Ese goteo de prendas holgadas y deportivas que evitaba antes de ser conocida por temor a etiquetas, hoy conforma su estilo. Fue camarera por un tiempo, pero hoy su delivery está en la lírica.

"En la casa, ahora llega la fiesta", se escucha como leitmotiv en los temas que integran The party en la casa, su potente disco debut. Al igual que otros cuántos músicos, streamers o youtubers, esta rapera experimentó el particular fenómeno de lograr trascendencia durante la pandemia, sintiendo el impacto de "la fama" sin pausa ni advertencias. A favor juega su discreción, tanto en redes como en persona.

Cuando Bizarrap le escribió, Ptazeta no tenía un hit, tema con millones de views o collabo pegada, pero subía en su cuenta de Instagram videos de un minuto haciendo freestyle. Su flow fue suficiente para otorgarle la session #45 y meterse en el podio de las performances más sólidas. Pero a pesar de la tentación que implica tener expectativas con todo lo que logró en tan poco tiempo, se nota que al pensar en su proyección profesional es bastante cauta, no alardea de sus logros ni habla porque sí.

En su paso por Argentina, tiró coordenadas locales en una historia, por si, de casualidad, alguien quería acercarse. Probablemente no imaginaba que habría menuda intención en los asistentes, que entusiasmados, varios con regalos en mano, daban toda la vuelta a la manzana del bar multipropósito de Palermo que enmarca la cita. Aventuras que todo fan quiere tener en su menú de anécdotas.

--Además de darte la bienvenida, ¿se puede saber cuáles son tus planes en Argentina?

--Venimos a seguir trabajando, preparando cosas. No soy muy de dar muchas pistas, pero si estoy aquí es por algo... por más de una cosa, digamos.

► Lo invisible y lo esencial

Cuando salió la session con BZRP, la española le hizo honor a su nombre y la petó fuerte. Que los cambios de beats, que la melodía, el sonido bolichero. Pero a nadie se le ocurrió comentar la decisión de meter una letra abiertamente torta (invita a enfiestarse con chicas y tunear culos con sus propios dientes) en ese espacio en el que sabía que millones iban a estar observándola. El festejo por la inclusión de alguien del colectivo LGBT+ en el ciclo del productor argentino más buscado recién llegó con la entrada de Villano Antillano.

--La invisibilidad lésbica sucede en todos los ámbitos culturales. Más allá de la felicidad por la repercusión del tema, ¿cómo vivís eso?

--Yo quería seguir transmitiendo mi mensaje. Sabía que pensaban que iba a salir con un trap, porque era lo más predecible. Quise darles otra sorpresa, algo que no se esperen. Aparte, con un foco tan grande, tengo que seguir impartiendo mi mensaje para que más gente vea que hago esto con total naturalidad. Y al final parece que el globo va progresando, pero en realidad... A mí me da la sensación de que tienen miedo. Nosotros no tenemos miedo, tú eres el que tiene miedo: yo me estoy mostrando tal y como soy y sin apuro. Porque si te gusta bien; y si no, también. Pero sí, tenemos que seguir progresando.

--Existe cierta presión extra hacia el colectivo LGTB+, como si por ser lesbianas, gays o trans tuviesen que estar militando constantemente, tener un compromiso irrenunciable, sin derecho a lo superficial. ¿Sentís esa exigencia?

--Para mí es un honor que cualquier persona del colectivo sienta que la estoy representando. Pero hoy pienso de una manera y mañana puedo hacerlo de otra. Actúo para mí... para otras personas también, en el sentido de que si una rompe la puerta, las otras van a entrar, y eso está muy bien. Pero yo no pretendo impartir ninguna ideología, quiero que no se nos juzgue y que podamos ser felices en este mundo de tortura, jajaja.

--Intentaste entrar a Gran Hermano y enviaste tu participación a la Red Bull Batalla pero no quedaste. Parece que la música te estaba esperando de algún modo. ¿Hubieses hecho el mismo recorrido de haber sido participante?

--No, y la verdad hoy a la distancia prefiero que haya sido así. A los 18 años era otra la visión que tenía de la música (hoy tiene 24). Igual te digo, de haber entrado, yo ganaba el juego. No por calculadora, sino por la facilidad con que podría llevarme con el resto de los participantes; soy fácil de tratar.

Para ella, el programa era una herramienta para conseguir visibilidad y así empezar una carrera artística. Aún así, respira aliviada: sabe perfectamente que no es lo mismo la tele que el negocio de la música.

► La real deliciosa

Estos últimos años en la industria, la figura de los productores ha crecido muchísimo, y finalmente se entendió (aunque falte) que su rol tiene tanta importancia como la del artista, y que definitivamente el productor es un artista en sí. Esto se refleja en el impacto de Bizarrap, en productores publicando discos con una selección de nombres, como Tainy o Kabasaki, y también en los clips junto a los cantantes (Juacko baila con Ptazeta en el videoclip de Mami) e incluso es cada vez más frecuente que pasen al centro de la escena y se prueben cantando.

--¿Cómo ves hoy esta figura del productor? ¿Y cúal es la dinámica de trabajo que tenés con Juacko?

--Menos mal que se reconoció su trabajo. Con Juacko somos como hermanos. Nos metemos en el estudio pero la pasamos tan bien que no sentimos que estamos trabajando. Tenemos un vínculo de compañeros, y creo que eso se nota en los temas. Mientras pueda, a Juacko me lo llevo a todos lados.

Los fichajes argentinos son varios. Le suenan bien de cerca los nombres YSY A y Taichu ("Tenemos el mismo rollo"). Está agradecida con Cazzu porque se portó muy bien, y no sólo ahora sino antes. Promete varios juntes pero, ante todo, una vez más, la reserva.

En la furia con que se comporta el tiempo por estos días, es complejo plantearse metas, aunque quizás esa misma furia motiva a delirar proyectos. Es que en algo más de dos años de carrera, Ptazeta logró grabar no sólo uno sino dos temas con uno de sus máximos referentes, su colega Foyone. Humillan juntos en CHA CHA y además sazona barras en el histórico cypher #RapSinCorte, que Pedro largó para registrar sus diez años de carrera.

A la hora de hacer fotos, sugiere con cierta inocencia: "Si me ponen debajo de ese afiche de El real delicioso me voy feliz pa' casa". Para devolver gentilezas, le damos el gusto, aunque nos quedemos cortos.