En el video que se viralizó, Soledad Acuña, ministra de Educación de la ciudad de Buenos Aires, alecciona a un grupo de personas sobre cómo enfrentar a las cooperadoras que funcionan hace décadas ayudando cuando los aportes del FUDE (Fondo único descentralizado de educación) no llegan a cubrir los gastos corrientes. Este fondo sólo alcanza para el 20 por ciento de los gastos, o sea que la educación pública es sostenida en gran parte gracias a los aportes de las familias a través de las cooperadoras. Agreguemos otro dato no menor: el presupuesto educativo ha bajado del 30 por ciento al 18 a lo largo de su gestión, la ministra debería estar agradecida --más allá del supuesto sesgo ideológico que supone en ellas-- de la ayuda que recibe de las cooperadoras para que las escuelas y la educación pública no se deterioren aún más.

En 17 años en los que formo parte de la comunidad del Lengüitas a la que específicamente se refiere la ministra, la cooperadora ha cambiado pisos, puesto juegos para jardín con un piso de goma para que no se lastimen, y ha mejorado los baños de primaria y secundaria, sólo para contar algunas de las miles de cosas que han hecho con el aporte de toda la comunidad de padres y madres. La ministra sigue criminalizando a quienes en definitiva hacen el trabajo que debería ocuparse su ministerio.

Pero lo que me impactó fue un “detalle”: la ministra se “equivoca” al hablar, pero lo que dice aclara todo lo que sabíamos acerca de su ministerio, su trabajo como ministra ha sido el de marcar familias. Francamente me quedé de una pieza cuando escuché ese furcio que demuestra su pensamiento macartista. Vuelvan a escuchar el video, dice: “empezamos a marcar (después se retracta y dice mandar) comunicaciones directas a las familias”.

Durante la gestión macrista han sido usuales esos lapsus. Cuando el entonces jefe de Gabinete Marcos Peña, en 2017, se presentó al Congreso a dar cuentas de la gestión del gobierno, dijo algo que aún algunos hoy lo toman como una equivocación, cuando no era más que la aparición de una verdad que luego se volvería siniestra para la mayoría de la población argentina. Dijo que su gobierno “viene a defender a los que más tenían”, y ni se dio cuenta de lo que estaba diciendo hasta que unas sonrisas lo anoticiaron de que en democracia no podía aceptar eso en público y entonces volvió sobre sus palabras frente a las sonrisas de los congresistas y dijo: “ustedes saben a lo que me refiero”.

Ese primer informe aclara con lo que vendría, un enorme préstamo del Fondo Monetario Internacional años después que intentó que su gobierno pudiera ser reelegido al mismo tiempo que miles de millones de dólares se fugaban a los bolsillos de las familias más ricas, logrando que esa premonición del Jefe de Gabinete se volviera realidad para angustia de la mayoría.

Lo de Soledad Acuña también puede tener este mismo desenlace, primero comenzaron a marcar a las familias de los cooperadores, luego a los que mandan sus hijos a las escuelas públicas. Macri, sin equivocación ni furcio, lo había dicho con todas sus letras, ir a “la escuela pública se cae”, el modelo para él ha sido siempre la escuela privada y la escuela religiosa.

A los de la escuela pública, la ministra nos profetiza cartas documentos, acciones legales, todavía continúan esas acciones legales para que paguemos cada día que nuestros hijos no iban a la escuela, y se ponía valor en pesos a lo que costaba al estado mantener una escuela pública. Bienvenidas esas informaciones porque con ellas se llegó a la conclusión lo que era sólo una percepción y ahora una certeza: si eso vale un día de escuela, el presupuesto educativo no alcanza para sostener al sistema educativo.

Las cooperadoras ayudan en los puntos donde el Ministerio de Educación no da respuesta. Mientras que la UBA sale bien rankeada en cualquier universidad y la educación pública implica una posibilidad de igualación de oportunidades, en un momento donde la pobreza aumenta, las escuelas tienen que hacer frente a la complejización de la situación socioeconómica propulsada por esa enorme deuda en moneda dura producto del gobierno nacional de derecha.

Y la ministra de Educación porteña, marca, estigmatiza, contabiliza cuánto sale un día de la educación pública, poniéndole precio a la educación, demostrando qué tipo de funcionaria es: la que habla y nos hace temer por un gobierno que estigmatiza a quienes dan su tiempo y su deseo de que la educación argentina siga formando parte de algo que nos enorgullezca.

Martín Smud es psicoanalista y escritor.