El debate está en toda mesa de profesionales psi: la modalidad a distancia cobró un volumen de incidencia en nuestra práctica que merece muchos textos como el que salió el jueves 22 de junio de 2022 de Jeremías Aisenberg, con el título de “Flexibilización profesional”, que entre otras cuestiones sostenía que esta modalidad podría llegar a ser una forma de protesta “inconsciente” de los profesionales psi por la merma de sus honorarios frente al aumento del costo de vida, como así también si la resistencia es del analista según Lacan, la “zona de confort” no sería una excepción. Y se preguntaba “si no nos estaremos confortmando”.

Para agregar elementos al debate, la modalidad a distancia constituye una nueva modalidad de atención que debe ser pensada, porque más allá de dónde ubiquemos la resistencia, la tendencia continúa siendo muy significativa a pesar de que la pandemia de covid 19 quedó atrás.

Los pacientes y los profesionales se encontraron a comienzos del 2020 frente a un acantilado. Además de la situación producto de la pandemia y el estado de excepción que llevó a que, por largos meses, la mayoría de la gente se quedara en sus unidades habitacionales, los tratamientos en curso tuvieron que replantearse. La solución fue continuarlos en forma remota, ya sea por celular, teléfono, videollamadas. Esta última, la más elegida, pues se estaba llevando adelante también en la docencia y permitía no sólo escucharse sino verse. Varias cuestiones asolaron a los cuerpos profesionales; por un lado, la “tranquilidad” de que el trabajo podría continuarse pero, al mismo tiempo, la intranquilidad de si esta nueva forma de atención replantearía la técnica, la deontología, la práctica que se venía llevando adelante en las últimas décadas. A finales del 2021, esta modalidad se mantuvo y produjo un cambio radical en las prácticas clínicas psi hasta el punto que hoy en día, mediados del 2023, un tercio de la atención continúa con esta modalidad (también la atención virtual aumentó). Este porcentaje resultó de una investigación que está llevándose a cabo con estudiantes de psicología (UBA). Fueron entrevistados veinte profesionales con diferentes años de experiencia. Si bien esta modalidad abrió nuevas posibilidades laborales, se plantearon interrogantes acerca de su nominación, las diferencias en cuanto a la presencia-ausencia en consultorio y las consecuencias de la intermediación de la conectividad en la dirección de la cura, encuadres y proyecciones a mediano y largo plazo.

Los devenires de los tratamientos nunca dejaron de cambiar, pero la vertiginosidad se aceleró en estos tiempos. Esta modalidad genera debate acerca de su nominación, no hay consenso general. Se la suele llamar modalidad híbrida, bimodal, mixta o simplemente virtual. Roxana (veinte años de experiencia clínica): “Todavía no tiene nombre. A pesar de que es bien distinta, se la suele llamar 'tratamientos virtuales', cuando en realidad no son específicamente virtuales. Entonces hay un problema: no tiene nombre y cuando algo no tiene nombre es como que de alguna manera se negara la existencia de eso”. Noelia (veinticinco años de experiencia) difiere parcialmente: “Para mí claramente no es una novedad con respecto a la forma anterior de atención, que era predominantemente presencial o virtual en los casos que alguien estaba muy lejos. Pero sí hubo cambios en cuanto a la distancia. Yo tenía pacientes, por ejemplo, que venían a verme desde 50 kilómetros y venían presencial, alguien ahora que está a 3 kilómetros o que trabaja mucho y le cuesta tener el tiempo adecuado prefiere esta modalidad que implica una decisión, de alguien que podría venir y lo mismo del lado del profesional psi que decide no atender más en consultorio”.

Sergio (treinta y cinco años de experiencia): “Finalmente la nominación no es fácil, un nuevo nombre implicaría pensar cuestiones deontológicas, encuadres diferentes, canales de comunicación y hasta potencia de la conectividad y entonces lo pensamos como un modelo ya conocido como el virtual que veníamos trabajando con quienes no accedían a nuestro consultorio porque vivían en otra provincia o en otro país”. Carla (quince años de trabajo): “Me gusta llamarlo trabajo a distancia, pues no sólo se está aceptando sino eligiendo una distancia que ubica un cuerpo, una transferencia, un narcisismo diferente a lo conocido ya sea a lo virtual o lo presencial. Luego de la pandemia, ya sea el paciente, ya sea el profesional psi están decidiendo una distancia, por eso creo que la mejor forma de nominarla sería modalidad a distancia. Genera una facilidad tal que algunos pacientes la prefieren: el ahorro de tiempo de viaje y la comodidad de trabajar desde casa. Sin embargo, “ahorran” también algunos otros gastos que son esenciales para un tratamiento, solemos hablar de "gasto de goce", esencial para la dirección de la cura en un tratamiento psicoanalítico”.

De los profesionales entrevistados, cinco dejaron de atender en consultorio y sostuvieron que ambas partes convergían en la opinión acerca de que esta nueva modalidad, virtual la mayor parte, salvo situaciones esporádicas, agudas y/o urgentes, no influía en los resultados terapéuticos o que valía la pena llevarlos adelante a pesar de algunas desventajas.

¿Qué pasa con el cuerpo en esta nueva modalidad? Sergio sostiene: “En definitiva somos personas, ayer atendí a un paciente presencial y estaba por X motivo muy cansado, el paciente me tuvo que bancar bostezando, la presencialidad es eso, el cuerpo del otro, ese cuerpo suda, tiene olor, se duerme, bosteza. No es muy lindo ver que el analista bostece pero el bostezo del analista hace también al discurso del otro, el paciente quizás trate de divertirlo, se imagina qué le pasa, entonces el cuerpo produce un efecto en el discurso”.

Y ¿qué pasaría en la modalidad a distancia? “Cuando estás cansado lo que hace por ejemplo un paciente es --no me anda bien la cámara-- y la apaga, o dice: --no tengo buena conectividad--, cosa que puede ser pero no es tan interpretable como el famoso colectivo en embotellamiento”. Roxana: “Este sistema achata los cuerpos y retorna multiplicada las múltiples resistencias. Si apagás o te sustraes del “encuadre” de la camarita, podés estar haciendo lo que quieras mientras “tomás” tu tratamiento.

Noelia no coincide totalmente pero sí admite que achata, pero a los profesionales: “La mayoría tenemos algún problema con nuestro cuerpo, pero eso se pone en escena en la presencialidad, en la distancia no es un tema que moleste, a la manera de los síntomas. El paciente tiene la responsabilidad de hablar de eso cuando quiera y los profesionales no podremos decir demasiado, se nos escapa eso que hace hablar al inconsciente, eso que farfulla a pesar de él o de ella ahora puede ser una interferencia del wifi”.

Romina: “Otro efecto de esta modalidad tiene que ver con el narcisismo, el paciente está hablando de sus problemas y no te está hablando a vos, se está hablando a sí mismo puesto en una pantalla. Yo no me miro cuando hablo a la otra persona, yo le hablo a esa persona y no me miro mientras que le hablo. Esa intermediación que existe entre uno y el otro, que en un tratamiento presencial no existe, es un cambio radical. Hasta podríamos intervenir: '¿qué estás viendo ahora en la pantalla cuando me contás acerca de ese problema?'”

La pregunta que se repite es acerca de lo que acontecerá, y esto para todos y todas es motivo de incertidumbre. En principio, todos los profesionales consideraron necesario hablar y teorizar acerca de esta nueva modalidad. Lo que acontecerá con la profesión psi se está escribiendo en estos momentos. Lo que nadie dudó es que el área de la salud mental y los lazos sociales fueron conmovidos por la lógica capitalista de los cuerpos, las distancias, la conectividad en tiempo real a partir de la multiplicación de pantallas, el celular inteligente y, ahora, esta nueva modalidad de atención.

Martín Smud es psicoanalista y escritor.