CIENCIA › EL DESAFíO DE EDUCAR PARA EL FUTURO

Innovación e inclusión

 Por Pablo Esteban

–En Latinoamérica, Argentina creó el primer Ministerio de Ciencia que contempló a la innovación productiva como eje asociado. ¿Cuál es el vínculo entre la innovación y la inclusión?

–Lo primero que hay que saber es que no cualquier innovación promueve inclusión. Por ejemplo, es posible innovar mediante la creación de un robot que desplace a cinco personas en una fábrica y no genere ninguna condición de acceso ni de participación extra. Según un estudio, en los próximos 20 años la mitad de las tareas que conocemos serán automatizadas.

–Eso representa un problema...

–Sí, claro, pero también un desafío. Tendremos que empezar a educar a los niños para que estén aptos, en un futuro, para realizar tareas que les garanticen que no serán desplazados por la irrupción de computadoras. Me refiero a la promoción y expansión de trabajos creativos como puede ser el periodismo, el diseño, etc. Las innovaciones, desde esta perspectiva, generan puestos de trabajo de calidad.

–¿Por ejemplo?

–Puedo mencionar la cooperativa Payun Matrú ubicada en Malargüe, Mendoza. A través del trabajo de dos investigadores de Conicet, Pablo Carmanchahi y Gabriela Lichtenstein, se realizó un proyecto con las comunidades para montar una hilandería que promueve el cuidado del medioambiente y se dedica a la producción de fibra de guanaco para el comercio. A eso me refiero con innovación inclusiva: a la creación de fuentes de trabajo concretas mediante el aprovechamiento planificado de las riquezas de cada región.

–¿Existen instituciones en Argentina que formen a los estudiantes de ese modo?

–Pienso que depende mucho de las carreras y de la formación escogida. No se le puede solicitar el mismo nivel de creatividad a un abogado que a un diseñador gráfico, simplemente porque sus trabajos son distintos. De cualquier manera, no se necesita que todo el mundo sea creativo. Un ejemplo que siempre me interesa recuperar es el del joven que creó la aplicación Preguntados. Puede que el reconocimiento se lo lleve él, sin embargo, lo más interesante es que a través de la innovación cuenta con la posibilidad de formar una empresa que necesitará de contadores, abogados, programadores para el trabajo de rutina, diseñadores, etc. Como bien señalaba un colega, tenemos que pasar del “Hecho en Argentina” al “Pensado en Argentina”.

–Con la proliferación de nuevas universidades, hay quienes plantean que se resiente la calidad y el nivel educativo cuando se promueve la inclusión. ¿Qué responde a eso?

–Las nuevas universidades solucionan varios problemas. El primero es tan obvio como fundamental: agiliza la movilidad. Si un estudiante trabaja no puede destinar la mitad de su tiempo libre viajando para ir a cursar. Por otro lado, la perspectiva que tienen estas instituciones se corresponde mejor con la nueva visión de país que pienso que se debe consolidar, es decir, resolver problemáticas específicas y puntuales, que respondan a necesidades locales. Por ejemplo, la Universidad de La Matanza es la que tiene la mejor tasa de graduación de las instituciones públicas y los estudiantes provienen de familias que, en muchos casos, no han culminado sus estudios secundarios. Si uno visita el campus de la UNLaM, observará muchas similitudes con algunos de los que existen en Estados Unidos. Las grandes universidades tienen una inercia al cambio muy grande y eso es evidente, aunque tal vez continúen siendo los espacios educativos de excelencia.

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