CONTRATAPA › LA PATRIA TRANSPIRADA. SUDáFRICA 2010

Festejo a la sombra de la nariz

 Por Juan Sasturain

Enviado especial a la casa

Antes que nada, estamos en cuartos de final y eso es muy valioso. Felices por la victoria en un partido difícil, como fue el de hace cuatro años contra el mismo México, aunque esta vez las circunstancias nos favorecieron y el trámite lo simplificó. En ese sentido, algo o mucho –también y sin duda– habremos hecho bien. Felicitaciones por eso: las ganas, la convicción, el sentido de la oportunidad y la clase que mostraron los que debían hacerlo en la hora decisiva. Con eso se consiguen logros y se ganan partidos. A veces, incluso, alcanza para llegar muy lejos.

Después, para ir por orden, muy contentos por los goles y la actuación de Carlitos Tevez, perfecta. Además, él no se quería ir. Y creemos que tenía razón. Pero ése es otro tema, que tiene que ver con las decisiones tácticas, que ya comentaremos.

En cuanto al partido en sí, resultó en muchos aspectos inmejorable, ya que llegamos poco y convertimos más de la mitad de las veces (lo que se llama eficacia, atributo de los grandes), el árbitro nos ayudó sin querer al conceder un gol en offside –al margen: pobres ingleses, pobre Lampard...–- y los desangelados mexicanos pagaron carísimo sus varios errores en el fondo. Uno fue gol (como nos pasó a nosotros con Corea), tras una resolución magistral de Higuaín. ¿Qué más? Poco más.

Porque en general -–aunque ganó bien y eso nunca es poco– no nos gustó cómo planteó el partido Argentina, y tampoco nos gustó cómo encaró el desarrollo. Diego volvió a la idea de poner cuatro centrales en el fondo, en este caso más Maxi y Di María bien abiertos para tapar subidas eventuales, sin entrar en el posible circuito de pelota. Mascherano solo en el medio y, al no estar Verón, Messi muy pero muy echado atrás, para poder conectarse con la pelota y para juntarse con Tevez e Higuaín, gambeteando demasiado lejos del arco.

Quiero decir: de algún modo, Diego casi volvió a la idea o –mejor– al concepto del amistoso previo al Mundial con Alemania –ganamos 1-0 con gol del Pipita, pateamos una vez y media al arco–, aunque en esa oportunidad estaban Jonás, Verón junto a Masche y sólo jugamos con dos delanteros (no estaba Tevez). Era un 4-4-2 feroz y mezquino. Entonces se aplaudió porque, después de los incendios y desbarajustes anteriores, era una “puesta en orden” que algunos aplaudieron pero que, sin embargo, no nos satisfizo aquella vez, ni (en su versión atenuada) nos satisface ahora. Porque que quede claro: así terminamos jugando ayer con el cambio de Verón por Tevez.

Sin entrar en detalles, lo que no nos gusta es que no hayamos elegido/querido/sabido jugar –atacar y defendernos– con la pelota. Hay un principio básico: ¿para qué pensar en jugadores que se ocupen de recuperarla cuando se puede pensar en tenerla antes que el rival? Pero la idea parece ser –y se ha manifestado– que, con los desequilibrantes que tenemos (se supone) del medio para adelante, no es necesario arriesgar gente en ataque, y conviene aguantar sin descuidarse y esperar, achicar hacia atrás, dejar espacio, que en algún momento los de arriba (tres ayer, que se convirtieron en dos ante la emergencia) resuelvan por las suyas.

Se veía de salida que con esa formación a la Argentina le iba a faltar fútbol. No hubiera pasado si Di María entraba más en juego, pero las obligaciones posicionales o lo que sea parecen atarlo a la raya. Sin embargo, sin hacer mucho más que México, nos pusimos 2-0; y, al comenzar el segundo, 3-0 con el golazo de Carlitos. Faltaba media hora. Era el momento de tener la pelota, de que entraran Verón (por Maxi, claro) y Pastore después. Pero no que saliera Tevez...

Resultado: dejamos agrandar al rival, nos manejaron la pelota y tuvieron varias oportunidades. Y una consecuencia más: volvimos a ver, en la última mitad del segundo tiempo, al Messi intermitente, aislado y sin compañía de versiones anteriores. Un riesgo alto –y en este caso gratuito– que en otra oportunidad acaso podamos llegar a pagar caro.

¿Qué vemos/tememos en esto? La sombra ominosa del Narigón. Tal vez no de su palabra o su consejo, ya que es Diego el que pone y dispone. Pero sí de su espíritu, de la idea bilardista de armar el equipo y la táctica de acuerdo con lo que se supone que nos planteará el rival, y no al revés... De desdeñar la pelota por lo posicional, de dejarles la responsabilidad creativa/resolutiva a talentosos aislados. A veces sale bien, pero ni puede ni debería ser –creemos muchos– la “filosofía” de nuestra Selección.

Hasta ayer nos habían gustado los cambios de Diego, la manera de resolver “hacia delante” los problemas o desafíos que le planteaba el trámite. Ayer, no. No nos conformaron ni el planteo ni los cambios que podrían haberlo modificado. Qué se le va a hacer... Son gustos. Si pese a todo (otros dirán por eso) ganamos –y ganamos bien–, quiere decir que tenemos margen –jugadores, convicción, conducción, inteligencia, talento, ganas– y que habrá oportunidades para seguir gozando, sufriendo, discutiendo –y esperemos que festejando– lo que pase de acá en más dentro de la cancha y con la pelotita. Vamos, Argentina.

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Imagen: EFE
 
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