DEPORTES › EL VIEJITO DEL TABLóN

No sólo de fútbol vive el hombre

 Por Osvaldo Bayer

Todo bien... pero. Tanto Alemania como Argentina supieron ganar. Y ahora veremos quién gana entre los dos. Ganaron los dos como se esperaba. Todo ordenado como en botica. Alemania ganó bien con dos golazos últimos de Müller, el mejor de la cancha, con otro de Klose, que mostró su calidad, y otro del Poldy, también con mucho arte. Lo único que dejó decepción fue la anulación de lo que tendría que haber sido el segundo gol británico. Inexplicable su no reconocimiento. De cualquier manera Alemania mostró su velocidad, la peligrosidad de su vanguardia. Inglaterra no se dio por vencida pero sus ataques tuvieron mucho de “a la carga barraca”, patear de cualquier lado y mucha falta de coordinación.

Alemania asoma como candidato al título salvo que una vez más algo les cause una depresión final. Por eso desde ahora en más los psicólogos tienen que vigilar al equipo. Porque como siempre sostenían los franceses: “Los alemanes ganan todas las batallas pero pierden la guerra”. Así que no todo está dicho todavía.

Por otra parte, la Argentina supo ganar porque supo meter goles. El segundo de Tevez fue para ponerlo en un cuadro con marco dorado. Pero, luego, en la última media hora, desapareció nuestro equipo y fue dominado por México, al que hay que reconocer que no se dio por vencido hasta el último minuto a pesar del 3 a 1. El equipo casi no se vio; ni siquiera fueron capaces de retener el balón. Hasta Messi desapareció de la cancha. El 3 a 0 del principio con los golazos de Tevez e Higuaín parecía que iba a terminar con una goleada más categórica. No, no ocurrió nada de eso. Tal vez Maradona se equivocó en sacar a Tevez, que fue un verdadero motor del equipo.

El equipo de Maradona ganó bien el partido, como decimos, pero faltó abrocharlo. Dar sensación de dominio y plenitud aun dejándole la pelota a los perdedores. Quedamos en duda con esos treinta minutos finales. No se supo ni siquiera retener la pelota. Pero claro, qué vamos a hacernos problemas, 3 a 1 es 3 a 1. Pero...

Dos partidos, ciento ochenta minutos de buen fútbol. Dejémoslo ahí y no le busquemos cinco patas al gato aunque... nos gustaría preguntar ¿por qué ese bajón y desorden de los argentinos en el final? Bueno, eso se lo dejamos a los filósofos de la redonda. Y vayamos a otra cosa que nos duele. Y tenemos que decirlo, porque comentar sólo los resultados o las actuaciones de mengano o fulano, es fácil. Pero a esta altura debemos hacernos preguntas de fondo todos los seres humanos.

Y no es para aguar la fiesta. Es que cabe interrogarnos: sí, muy bien la fiesta del deporte, la alegría de la gente disfrazándose, inventando coros y enarbolando banderas. Pero veamos el otro aspecto. El dinero que han invertido tanto los gobiernos de las naciones actuantes como las empresas privadas en publicidad tiene que llevarnos a la obligación moral de que la misma cantidad que se usó para la fiesta se invierta ya mismo en comedores infantiles y en terminar con las villas miseria, que de diversa calidad existen en todos los países del mundo. Y los jugadores donen un diez por ciento de lo ganado por patear la pelota para planes que tengan que ver con la dignidad de la niñez de cada uno de los países a que pertenecen.

Con gran orgullo se ha difundido que Messi ya posee cien millones de dólares, que gana 12.6000.000 dólares por año en el Barcelona y que por la explotación de su imagen en publicidad ya ha obtenido 33 millones de dólares.

Debemos sentir vergüenza ajena y propia ante esta realidad. Sí, gozar del espectáculo pero también tener la conciencia de que algo así conspira con cualquier pensamiento racional y humano. Las hinchadas deberán en el futuro llevar grandes carteles para desplegar en las tribunas. “Messi –o quien sea—, doná el 10 por ciento de tus entradas para nuestros niños desnutridos” o “Goles sí, pero también basta de villas miseria”. Claro que con esto no solucionamos el problema ético de nuestras injustas sociedades, pero por lo menos llamemos la atención que no todo son goles, ni todo es la camiseta. Pensemos no sólo en nuestros colores sino también en el hambre y la falta de techo digno en nuestra sociedades. Empecemos por ahí. Entonces sí que nos vamos a poner bien contentos. Sería un comienzo. La alegría en una sociedad que busca dignidad.

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Imagen: Alejandro Elias
 
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