CONTRATAPA

Colgar del gancho, no

 Por Osvaldo Bayer

Cuando éramos chicos, allá por los treinta, para nosotros “Federal” era el jabón con que se lavaba la ropa. La propaganda salía con un gaucho vestido de rojo. Y escuchábamos por Radio Nacional (que después pasó a ser Radio Belgrano) “Chispazos de Tradición”, una audición de diálogos gauchos donde los paisanos le decían tatita al padre. ¡Cómo cambiaron los tiempos! Ahora Federal se llama Value-Brand, pertenece a capital estadounidense y europeo y ha cometido despidos despiadados. Decimos despiadados porque hay que tener un sentido negativo de la vida para despedir a 38 trabajadores que mantienen a sus familias bien proletarias. A estos señores empresarios de otras orillas habría que decirles aquellas palabras kantianas de que si hay violencia de abajo es porque primeramente se violenta desde arriba. Primero se despidió a un activista muy querido. La solidaridad llevó como reacción de la empresa al despido de 37 obreros más. Algo al parecer que se tiene como un “derecho”, de los que no tienen en cuenta a la sociedad integral. Muy bien, el Ministerio de Trabajo y la Justicia reaccionaron advirtiendo a la empresa que tiene que aceptar la conciliación obligatoria. El abogado de la empresa, Raúl Pizarro Posse, se creyó que habían vuelto los tiempos donde los trabajadores debían agachar el lomo porque si no “desaparecían”, como en Siderca-Dálmine, donde estuvo en ese período nefasto. Pizarro Posse les dijo ahora a los abogados defensores de los despedidos de la ex Federal una frase que quedará para la historia de la lucha eterna entre los poderosos y los humillados: “Los voy a colgar de un gancho”. Lindo título para un capítulo de esa historia. Los obreros de Zanon han salido a la palestra para apoyar a estos obreros en huelga y resolvieron crear un fondo de huelga para ayudar a los despedidos. Justo como en aquellos años en que Julio Argentino Roca hizo aprobar la ley de residencia que expulsaba a los obreros extranjeros de “ideas antiargentinas” y entonces los obreros argentinos disponían de parte de sus jornales para ayudar a las esposas y pequeños hijos de los extranjeros expulsados a sobrevivir a la injusticia. Contra la impunidad del poder, la fuerza de la mano abierta de la solidaridad.

En este sentido, una actitud de arriba nos ha entristecido. Es algo similar pero en una escena distinta. Hace tiempo, la asamblea barrial de Floresta decidió convocar a varias asambleas –método democrático por excelencia– para cambiar el nombre de la Plaza Coronel Ramón Falcón. ¿Por qué? Porque el único hecho famoso cometido por este personaje que fue nombrado jefe de la policía de la Capital fue la espantosa masacre de los obreros en la Plaza Lorea el 1º de mayo de 1909. No hay ya nadie que pueda defenderlo, salvo, claro está, quienes sienten como una molestia los derechos de los humildes a llevar una vida digna. Los obreros recordaron en esa fecha a los Mártires de Chicago, ahorcados en esa ciudad estadounidense por pedir las ocho horas de trabajo. Fue una demostración absolutamente pacífica por algo que hoy nadie podría discutir: repito, las sagradas ocho horas de trabajo. Cuando los primeros oradores proletarios comenzaron a hablar, el jefe de policía coronel Falcón ordenó el despliegue y el ataque de los fusileros policiales e inmediatamente el ataque de la caballería. Aquello fue una matanza cobarde y cruel. Hasta los diarios, en sus crónicas, no pueden explicarse el porqué de la represión. Los obreros no pedían ni el poder político ni el poder de las fábricas, pedían las ocho horas de trabajo. El sórdido uniformado se creyó dueño de la vida y de la muerte. Es otro de los episodios de cómo la oligarquía que gobernaba esos tiempos argentinos buscaba meter miedo entre los que luchaban por sus derechos. Pensar que en 1813, los patriotas aprobaron estos bellos versos de nuestro himno: “Ved en trono a la noble igualdad/ libertad, libertad, libertad”. Y ese coronel casi un siglo después les metía bala a los valientes obreros que pedían no igualdad sino un trato humano. Qué habría dicho Mariano Moreno frente a ese asesino de poder y uniforme. Los obreros de aquellos años no eran humillados que se arrodillaban para pedir piedad ante quien estaba en el trono. Aguardaron varios meses para que se hiciera justicia contra el criminal oficial. Nada pasó. El coronel siguió en su desprecio criminal sobre la vida obrera. Hasta que siete meses después un joven de 18 años, Simón Radowitzky, va a ejecutar la condena del pueblo: va a ajusticiar al criminal de sello oficial. Y finalmente, en el transcurso de la historia, la realidad les dio la razón a los obreros: consiguieron las ocho horas de trabajo en todos los gremios, hoy traicionada en muchos casos.

La asamblea de vecinos de Floresta se preguntó por qué una de sus plazas lleva el nombre de ese represor. Claro que ese nombre fue puesto por gobiernos no elegidos por el pueblo. Y la asamblea invitó a que se votara democráticamente entre los vecinos convocados. Se eligió para la plaza el nombre de Che Guevara. Pues bien, todo fue en vano. Las autoridades han resuelto rebautizarla con el nombre del homicida de obreros, coronel Falcón. Lo han anunciado en estos últimos días con grandes carteles en la plaza y los alrededores. Yo preguntaría a las autoridades que mérito tiene ese coronel para tener la segunda calle más larga de Buenos Aires con su nombre, además, por qué –miren qué ejemplo– el colegio donde se preparan nuestros oficiales de policía tiene el nombre del cobarde represor y más, por qué ahora se le devuelve el nombre a la plaza cuando el vecindario había votado el cambio. ¿Cuál es el argumento? ¿Por qué la Legislatura porteña no llama a un debate de historiadores sobre qué mérito tiene ese uniformado? ¿Por qué no se actúa democráticamente y se aceptan disposiciones de gobiernos anteriores sin basamento democrático? ¿Por qué tanta falta de coraje civil? Si les asusta el nombre de Che Guevara, piensen que la misma ciudad de Alta Gracia, en Córdoba, ha promocionado el museo Che Guevara, donde el héroe latinoamericano pasó once años de su vida. Por todos lados en esa bellísima ciudad hay carteles que guían al visitante hacia la casa que fue de los padres del Che. ¿Por qué tanto miedo en Buenos Aires? Bien, si no quieren por lo menos que lo digan y que den argumentos para negar al héroe. Sería muy bueno saber las verdades de cada uno y no el silencio o la resolución tomada en la oscuridad, como esto de devolver el nombre del asesino Falcón a una hermosa plaza de nuestra querida ciudad.

Esperemos pues que nuestros legisladores y nuestra Justicia no permitan que vayan “a colgar de un gancho” a los obreros de Jabón Federal que dijeron no al representante patronal que miró para otro lado –durante la dictadura de Videla– cuando se hacía desaparecer a los “molestos”. Y con respecto al coronel que mató a obreros, que las autoridades den una explicación de por qué se devuelve su nombre. A mí la ciudad de Buenos Aires me dio el título de Ciudadano Ilustre y me pongo, como tal, a disposición de los mandatarios y de la Legislatura para llevar las pruebas históricas de esa vileza de matar a los humillados y ofendidos. Nada más que la verdad histórica. Es lo único que nos debe servir para ir sembrando un camino de ética para las generaciones que vendrán. Colgar del gancho, no. Etica y Derecho.

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