DEPORTES › DESDE EL PANNO DE AZúCAR

Amigos míos (en silla de ruedas al Maracaná)

 Por Juan José Panno

En Río de Janeiro

Son seis muchachos, amigos desde el secundario, pero parece que la primera enseñanza que les dejó el tiempo compartido es que la amistad es sagrada y el fóbal también. Hace muchos años que terminaron el secundario, poco antes de que empezaran a planear el viaje. El día que se enteraron de que la sede del 2014 sería Brasil, les dieron vuelo a las fantasías: que vamos aunque sea a dedo, que alquilamos una combi, que sacamos las entradas un año antes, que compramos de más y con la reventa salvamos los gastos. Juntaron manguito a manguito y al final vinieron en avión hasta San Pablo y en micro hasta Río.

En las mochilas, unas enormes como las que debían usar en Nôtre-Dame, metieron poca ropa y varios kilos de arroz y yerba. También se fueron a la Saladita y compraron camisetas argentinas truchas para cambiar con extranjeros por oficiales de otros países. En San Pablo pararon en una pocilga; en Río, en un departamento chiquito en Leme, para dos personas, y ahí se quedaron los seis. Para el partido contra Bosnia compraron cuatro entradas normales y una para discapacitados, que es más barata y permite el ingreso de un acompañante. Dos por uno es negocio.

Desde el mismo momento en que decidieron alquilar la silla de ruedas, cinco de los seis ya sabían que el gran candidato a ocuparla era el que había actuado en tres o cuatro obras de teatro independiente. Fueron al Maracaná con muchas ilusiones y un poquito de miedo. Pasaron sin problemas y se ubicaron en lugares cercanos, rodeados de brasileños. Cantaron el himno, gritaron, putearon un poco en el primer tiempo y por supuesto se anotaron en todos los hits contra los locales, empezando por el que dice “Brasil//decime qué se siente//tener en tu casa a tu papá” y se remata con el lapidario “Maradona es más grande que Pelé”.

Cuentan que en el entretiempo, un chabón de camiseta verdemarelha que estaba cerca preguntó si estaba jugando Messi y el otro inocentemente le contestó que sí, claro y recién cuando al brasileño se le dibujó una mueca sobradora en la cara se avispó de la gastada. Cuando Messi clavó el segundo, el actor, al que le dicen Sordo, pero había escuchado la joda a su amigo, saltó de la silla, gritó el gol como un desaforado y se le fue encima al brasileño sobrador: “¿Lo querías a Messi? Ahí lo tenés a Messi y la reputa madre que te parió a vos, a Neymar y al Corcovado”.

Los amigos lo sentaron de una. “Pará, loco, nos van a echar a todos”, dijo, sensato, el acompañante, mientras le hacía al brasileño movimientos de ida y vuelta con el índice de la mano derecha sobre un círculo formado por el pulgar y el índice de la izquierda. Al otro día se fueron a jugar un picado a las playas de Leblon. En una pelota dividida, a uno de ellos, sin querer, le metieron una paralítica.

Mañana, el Sordo va a hacer de acompañante.

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