ECONOMíA › OPINION

Estadísticas de un país diferente

 Por Roberto Baigorria *

Como sostiene el Indec en una nota publicada ayer en este diario, casi nadie cuestiona que desde 2004 hasta mediados del 2007 asistimos a un mejoramiento lento y desproporcionado de la situación de los más humildes. Lento y desproporcionado, debido al desfasaje entre los niveles de crecimiento de la economía “a tasas chinas” y la relación asimétrica entre los ingresos más altos y los más reducidos de la población que no han variado sustancialmente. Pero esto es motivo de otro debate. Lo que está en discusión aquí es si, en estos dos últimos años, se ha producido un retroceso o no en la calidad de vida de los que menos tienen, que continúan conformando un núcleo duro de pobreza que, aun en las cifras más optimistas, no baja del 10-15 por ciento de la población.

La visión de la realidad de los “expertos” de nuestro movimiento es la de miles de compañeras y compañeros que a lo largo y ancho del país han asistido a una muy importante suba de precios en estos dos años, que en los productos esenciales como la leche, el pan, las verduras, el aceite y los útiles escolares va de 60 a 100 por ciento.

El aumento del costo de la vida diaria es una verdad irrefutable al menos para la mayoría del pueblo. Esta “canasta de percepciones”, como les gusta descalificar a muchos, es más cara y no ha sido contrarrestada con saldo positivo ni por el aumento de jubilaciones y salarios de los sectores que menos tienen, que en el mejor de los casos llegan al 40 por ciento, ni por la publicación de las estadísticas que lejos están de reflejar nuestra realidad. Claudio Comari (director de la EPH del Indec) explica en su nota que el haber medio de un jubilado es de 860 pesos. Aunque la comparación con el haber de 2003 arroje un importante aumento, esto no significa que se haya elevado por encima de la línea de pobreza, en un país que en estos años vio crecer su PBI un 50 por ciento.

La disminución de las changas y el trabajo informal se hizo extendida y evidente a lo largo de 2008, a lo que debemos agregarle una disminución de salarios informales por igual tarea. “Es lo que hay”, dice el patrón supuestamente para evitar despidos, que en muchos casos igual llegan.

Evidentemente estamos hablando de universos distintos, de países diferentes. Hay un país en el que habitan diez millones de pobres que no se miden por lo que pagan o no pagan en la AFIP, que no cobran el promedio de 3581 pesos del sector público ni los 2948 pesos del sector que figuran en las estadísticas del Indec, que se siguen atendiendo en los hospitales públicos vaciados –y en muchos casos arancelados– de los conurbanos de las grandes ciudades, y que en las escuelas del barrio continúan recibiendo una educación pública que no cuenta con los recursos indispensables para apuntalar el tremendo esfuerzo que a diario hacen decenas de miles de docentes.

La extensión durante el gobierno de Duhalde de los planes de 150 pesos no alcanzó para sacarnos del infierno, las pensiones y jubilaciones ampliamente otorgadas, de 2005 a la fecha, han reemplazado con límites aquel subsidio y nos dejó en un purgatorio al que no nos resignamos. Poco suma a la justicia social esgrimir como bandera “bajamos 3 por ciento la pobreza”, evidenciando una distancia abismal entre los escritorios y las tablas de cálculo y la realidad.

* Coordinador Nacional Movimiento Barrios de Pie.

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