ECONOMíA › OPINION

Don Gato Singer

 Por Alfredo Zaiat

Una serie de fallos de la Corte de Apelaciones de Nueva York restringió la vocación expansionista del juez Thomas Griesa en contra de Argentina. La Asamblea de las Naciones Unidas aprobó por una amplía mayoría los nueve principios básicos para la reestructuración de deudas soberanas, un marco conceptual para limitar el accionar de los fondos buitre. Don Gato Singer y su pandilla no han cobrado ni un dólar desde que lanzó toda su artillería extorsiva sobre el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner a partir de que la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos decidiera no ocuparse del juicio por el default 2001. Jueces de apelaciones que frenan a Griesa, un apoyo internacional abrumador a favor de Argentina y buitres ansioso porque no han recibido ni un billete verde pese al costoso lobby desplegado constituye un panorama más desahogado para encarar una futura negociación. Los principales candidatos a presidente de las elecciones de octubre próximo adelantaron que aspiran a lograr un acuerdo con los fondos buitre. Dicen que así conseguirán acceder al crédito internacional a una tasa de interés más baja, expectativa probable pero no segura. Habrá que ver si se verifica esa promesa del mercado financiero que tanto entusiasma a los referentes económicos de los candidatos. En esa espera, lo cierto es que cualquiera de los postulantes que llegue a la Casa Rosada tendrá un escenario más propicio para cerrar ese frente de tensión con menores costos para las finanzas nacionales en caso de utilizar esas ventajas relativas conseguidas por la actual administración.

La cantidad de votos positivos obtenidos para los “principios básicos” superaron en doce a los de hace un año (136 a 124), cuando la Asamblea de las Naciones Unidas decidió diseñar un marco legal para la reestructuración de las deudas soberanas. Hubo países que se sumaron a la cruzada argentina pese a la oposición militante liderada por los países que constituyen el centro de poder de las finanzas globales: Estados Unidos (Nueva York), Gran Bretaña (Londres), Alemania (Francfort) y Japón (Tokio). Son las principales plazas financieras que por sus diferentes husos horarios permiten la especulación las 24 horas del día. Son las que fijan las reglas de funcionamiento de las finanzas y, si bien los fondos buitre no son actores muy queridos en ese mundo de los negocios, no quieren que otros determinen cómo se organiza el sistema de especulación global. Por ese motivo postulan que el FMI sea el ámbito de debate sobre qué hacer con los buitres o la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA, sus siglas en inglés). El primero esta bajo dominio político de Estados Unidos y el segundo, de los grandes bancos internacionales. En ambas instituciones se han propuesto modificaciones en los contratos de emisión de deuda para limitar a los buitres. Pero son iniciativas insuficientes para desplazar la acción perturbadora de los fondos buitre porque las restricciones dispuestas (la inclusión de cláusulas de acción colectiva en la emisión de nuevos bonos) no evitan que un juez de Estados Unidos realice una interpretación extravagante de las condiciones contractuales para beneficiar a los buitres.

Frente a la fuerte presión ejercida por las potencias financieras, la aprobación de “los principios básicos” fue un éxito notorio en términos políticos y diplomáticos. Aquellos que lo han minimizado diciendo que fue un acto “simbólico” o que no tenía “efectos prácticos” no explican las razones del apriete que ha desplegado ese cuarteto sobre muchos países para sumarlos al voto negativo o a la abstención. Es una muestra de que el poder financiero global no considera irrelevante los “principios básicos”.

Además del evidente triunfo político y diplomático, lo aprobado en la ONU tiene otro un impacto poco mencionado: en el frente económico y financiero. No modificará el fallo del juez Griesa luego avalado por el resto del poder judicial estadounidense. Pero brinda una nueva carta de respaldo a la posición argentina en una eventual negociación con los fondos buitre. Si el próximo gobierno la utilizara podría moverse con un poco más de comodidad en una mesa que ha estado inclinada en forma ostensible a favor de los buitres. Como se sabe para cualquier marco de negociación, las fortalezas y debilidades de las partes definen las características del acuerdo. Y ante los buitres es mejor participar con más que con menos respaldos a la posición argentina.

El efecto económico de la aprobación de los “principios básicos” reside en que brinda la posibilidad de que un equipo negociador argentino pueda conseguir, si despliega todas las cartas defensivas en sus manos

–incluida la de la ONU–, mejores condiciones en el acuerdo de pago a los buitres. Esto significaría una reducción del capital de deuda inflado por Griesa, disminución de la tasa de interés y extensión en el plazo de pagos con títulos públicos. Un acuerdo de esas características, similar en su esencia a los canjes 2005 y 2010 –aunque con porcentajes que serán distintos–, implicaría definir un horizonte de solvencia financiera y el consiguiente impulso favorable sobre las expectativas económicas.

La negociación con los buitres tiene la misma lógica que el debate sobre el endeudamiento externo. La clave es determinar para qué se emite deuda: si es para financiar obras de infraestructura o actividades que faciliten el repago por la generación de divisas adicionales o si es para financiar la fuga de capitales. Este último orienta hacia una crisis de deuda. O sea, después de enfrentar con éxito la extorsión para empujar hacia la trampa de la cláusula RUFO y el acoso permanente de Griesa, lo relevante para observar en el próximo gobierno es que tipo de acuerdo definirá con los buitres. Si Don Gato Singer y su pandilla no recortan sustancialmente sus pretensiones infladas exageradamente por su aliado Griesa, Argentina no debiera cerrar un acuerdo y dejar que los buitres sigan desembolsando dólares a lobbistas locales y del exterior y a estudios de abogados sin cobrar ni un billete.

La tentación para definir un acuerdo es muy elevada, más aún cuando no hay día que un banco internacional no se acerque a los candidatos con planes de sofisticada ingeniería financiera para cerrar el complejo capítulo con los buitres. Pero apurarse en esa negociación no es la mejor estrategia teniendo en cuenta que son los buitres que están más interesados en cobrar, saturados por haber encontrado un gobierno que tiene la excentricidad en la actual fase de globalización financiera de pretender ejercer su soberanía en decisiones de endeudamiento.

Es tal el convencimiento en esos ámbitos que la mayoría de los países no deben tener el derecho de desplegar su propia soberanía financiera, concepción que tiene respaldo en la jurisprudencia estadounidense que considera a los países como sujetos comerciales privados, que de los “principios básicos” aprobados en la ONU el primero debió formularlo explícitamente: “Un Estado soberano tiene derecho, en el ejercicio de su facultad discrecional, a elaborar sus políticas macroeconómicas, incluida la reestructuración de su deuda soberana, derecho que no debe verse frustrado ni obstaculizado por medidas abusivas”.

El gobierno de CFK ha ido cerrando cada uno de los conflictos pendientes con el mercado financiero internacional: reapertura del canje de deuda, cancelación de juicios en el Ciadi, reestructuración de la deuda en default con países miembros del Club de París, el pago a Repsol por la expropiación por ley de las acciones de YPF y la normalización de las relaciones con el FMI recibiendo asesoramiento técnico para la reformulación del índice de precios al consumidor y del Producto Interno Bruto. El último escalón de esa normalización externa era el litigio con los fondos buitre, instancia que fue dinamitada por el poder judicial de Estados Unidos. La firmeza de Argentina en defender su ejercicio soberano en materia financiera neutralizó ese castigo cuyo objetivo es aleccionar a cualquier otro país que evalúe transitar un camino similar. Esa consistencia defensiva del gobierno de CFK es la que facilitará la futura negociación con los fondos buitre en la búsqueda de terminar de normalizar las relaciones con el mercado financiero global. Pero la enseñanza de esta disputa es que con Don Gato Singer y su pandilla no valen los gestos amigables y sí la firmeza de convicciones en la negociación, solidez que los “principios básicos” votados en las Naciones Unidas ofrecen para alcanzar un acuerdo financiero justo y sustentable.

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Imagen: Alfredo Argento
 
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