ECONOMíA › VISITA DEL TITULAR DE COMERCIO DE LA UNION EUROPEA A LA ARGENTINA

La apertura comercial todavía sorprende

 Por Cledis Candelaresi

“Reveladora.” Así definió el secretario de Comercio de la Unión Europea su visita a la Argentina, en la que peregrinó por los despachos de Alberto Fernández, Felisa Miceli y Julio De Vido y se entrevistó con algunos empresarios. La revelación, en boca de Peter Mandelson, es que el país tiene una “apertura de su economía que contrasta con las posiciones que sostiene luego en foros internacionales”. Allí, simplemente, Argentina se niega a reducir un 70 por ciento los aranceles con que protege a su industria a cambio del recorte del 39 por ciento que ofrecen los europeos sobre los impuestos que amparan a su agricultura.

Quizás ese contraste entre la apertura real y su discurso es mayor si se compara la posición argentina, con una generosa plataforma de aterrizaje para los inversores externos, en particular después de las privatizaciones, con la de Brasil, mucho más acotada. Es el apetecible sector de servicios y de finanzas del país vecino el que provoca más desvelos entre las naciones industrializadas, que anhelan poner un pie allí tanto como aspiran a entrar con sus productos industriales en ese voluminoso mercado.

Argentina importa básicamente como socio del Mercosur, ya que tanto en las discusiones comerciales con la Unión Europea como en el seno de la Organización Mundial de Comercio o en los debates frente al ALCA suele jugar como miembro de ese bloque y no en forma individual. Esto, sin embargo, no va en desmedro de su atractivo como territorio para redituables inversiones y potenciales negocios, algunos de los cuales fueron desmenuzados con sus interlocutores de ayer.

En un encuentro con la prensa, Mandelson advirtió que no hablaría ni de “las papeleras” ni de “servicios públicos”, temas presuntamente ineludibles en las agendas con De Vido, Miceli y Fernández. Tampoco ofreció muchas precisiones sobre otro tema que consideró crucial entre los abordados con el ministro de Planificación, como la adopción de un patrón para la TV digital, que condicionará muchos negocios futuros. Para el emisario europeo, Argentina hasta podría ser un “centro de investigación tecnológica” si adopta la norma de ese continente, en lugar de la japonesa o la norteamericana. La situación de los inversores europeos en el país –algunos en retirada como Suez, otros en expansión, como Repsol o Telefónica– tiene tanto peso como las intrincadas cuestiones comerciales.

“Una pequeña revolución está en marcha en la agricultura de Europa y estamos dispuestos a continuarla. Pero estamos buscando un esfuerzo similar de la Argentina en servicios, industria y protección de denominación de origen.”

Pero según deja entrever la Cancillería local, difícilmente Argentina o Brasil resignen alguna posición mientras Europa no ofrezca una rebaja genuina en los aranceles con los que protege su producción agrícola. Aquella “revolución”, que consiste en recortar selectivamente algunos de esos gravámenes (sobre las posiciones que menos le interesan al país), es considerada insuficiente no sólo por el Mercosur, sino por el G20, aquel núcleo de naciones subdesarrolladas que surgió bajo la consigna de no ceder nada a los ricos si éstos no abren sus fronteras agrícolas.

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