ECONOMíA › EL SECRETARIO DEL TESORO DE EE.UU. VISITARA ARGENTINA Y BRASIL

Para verlo con sus propios ojos

Paul O’Neill arribará en los primeros días de agosto, precedido por la comisión de notables que analizará la reestructuración financiera, y una misión del Fondo que presentará un informe crítico sobre el plan monetario. Su visita es una señal de que el acuerdo con el FMI se definirá al más alto nivel político.

Desde Washington se anunció ayer sorpresivamente que el secretario del Tesoro, Paul O’Neill, viajará en los primeros días de agosto a Argentina y Brasil, donde analizará con los respectivos gobiernos “sus programas y perspectivas económicas”, según el comunicado oficial difundido por la administración Bush. La presencia del influyente funcionario en Buenos Aires será clave en la definición de las negociaciones, aún abiertas, con el Fondo Monetario. Como el César en el Coliseo, según hacia dónde apunte el pulgar de O’Neill quedará determinado si la administración Duhalde podrá contar o no, en sus últimos meses de gestión, con el acuerdo con el FMI que persigue infructuosamente desde que asumió.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos no ofreció detalles sobre la fecha o los contactos de la visita de O’Neill, que será la primera que realiza a Brasil y Argentina desde que ocupa el cargo. El comunicado sólo explica que dedicará tiempo a “visitar negocios, escuelas, centros de salud, proyectos de infraestructura y organizaciones de base para desarrollar un mejor entendimiento de la economía real, los asuntos sociales y la sociedad civil”. Formalmente, lo que se dice una “agenda social”. Sea como fuere, el ministro Roberto Lavagna tendrá un julio agitado, ya que deberá rendir examen ante un nutrido contingente de funcionarios extranjeros a los que no termina de convencer el rumbo de la política económica.
La semana próxima desembarcará en el país la misión fondomonetarista encargada de delinear la reestructuración bancaria que se viene. El lunes 22, en tanto, llegará la “comisión de expertos” internacionales que deberá zanjar las diferencias que existen entre el equipo de Lavagna y los técnicos del Fondo respecto de la política monetaria para lo que resta del año. Como es sabido, el FMI objeta que el Banco Central emita hasta fin de año 7000 millones de pesos para financiar la salida de depósitos de los bancos. Apenas unos días después se producirá el arribo de O’Neill. Argentina no sólo se ha convertido en un laboratorio de los experimentos financieros, sino que incita a visitarla para verlos funcionar en persona.
El staff de técnicos del Fondo cuestiona el nivel de emisión propuesto en el programa monetario argentino, incluido el apoyo que debería prestar a la banca privada para evitar que el retiro de depósitos termine quebrándolos. El FMI le propuso a Lavagna dos alternativas que el ministro desechó, por el momento, por considerarlas inviables políticamente. Una es canjear compulsivamente todos los depósitos reprogramados por un bono del Estado. La otra es que el Central limite severamente los redescuentos a los bancos, lo cual aceleraría la caída de entidades. La tercera posibilidad que evalúan conjuntamente los hombres de Lavagna y los del Fondo es ponerles un freno definitivo a los amparos judiciales.
Se descuenta que los cuatro “notables” designados de común acuerdo con Washington (el alemán Hans Tietmeyer, el inglés Andrew Crocket, el ex titular del Bank of Canada John Crow y el español Luis Angel Rojo) tendrán una visión más cercana a los bancos –que presionan por un bono compulsivo– que a la del ministro. Después de permanecer una semana en Buenos Aires, la comisión deberá elaborar un informe que contenga su diagnóstico de la situación. Y se supone que el Fondo prestará especial atención a las “sugerencias” allí vertidas.
En este contexto, la visita de O’Neill tiene el valor de un monitoreo directo de la parte más poderosa en este juego. Lavagna apuesta que el secretario del Tesoro norteamericano ofrezca un okey político a las tortuosas negociaciones con el Fondo. Sin embargo, O’Neill es un duro de la administración Bush y hasta ahora siempre ha dado señas de respetar los dictámenes de los técnicos del FMI, comandados por Anne Krueger: otra fiel representante de la línea dura de Washington.

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