ECONOMíA › EN BUENA RELACION CON WASHINGTON

Por el buen camino

Por Maximiliano Montenegro

Todo marcha a pedir del Fondo. La recaudación de mayo superó los 7000 millones de pesos, 50 por ciento más que en igual mes del año pasado, gracias al famoso impuesto inflacionario. Los salarios públicos y jubilaciones están congelados, las obras públicas por ahora son sólo anuncios a largo plazo y, más allá de los fuegos de artificio verbales, no hay ninguna medida “populista”, como temían en Washington de un presidente que asumió obsesionado por las demandas sociales. Así, el fisco está embolsando un superávit record, y en el equipo de Lavagna prometen más para el año próximo, de modo de calmar a los acreedores, que están agolpados en las ventanillas de pago, temporalmente cerradas.
Supongamos que nada cambia el lunes. Entonces, el número uno del Fondo Monetario, Horst Koehler, desembarcará en Buenos Aires y probablemente se inicien las negociaciones para un nuevo acuerdo, que implicará congelar el esquema anterior en un escalón más alto, según como se mire, de superávit o ajuste: 3,5 por ciento del PBI, en lugar de los 2,5 por ciento de este año. Como contrapartida, el FMI refinanciará las vencimientos de deuda, pero no prestaría fondos frescos. Y quedaría despejado el camino para que en septiembre se largue el proceso de renegociación de la deuda actualmente en default: 60.000 millones de dólares contraída con acreedores privados. Con el superávit fiscal se mostraría capacidad de repago a futuro, y con el sello del Fondo, la garantía de que no habrá golpe de timón en el rumbo.
“La demora en la aprobación de la revisión del acuerdo por cuestiones menores (como la prórroga en la suspensión de hipotecas) era algo ridículo, producto de la intransigencia de miembros del staff que se quedaron en la década pasada”, agregó un economista de consulta habitual por parte de los funcionarios del FMI.
Algunos funcionarios de Economía se entusiasman con este escenario de “tranquilidad” en las relaciones con Washington. La economía se está recuperando muy lentamente. Sin embargo, en los últimos dos meses hay quienes perciben un amesetamiento o techo en la recuperación. No podía ser de otra manera, si se tienen en cuenta los factores de demanda que motorizan el crecimiento del PBI en Argentina. Las exportaciones, pese a la devaluación, todavía representan una porción menor del producto, mientras que el consumo y el gasto público, en conjunto, acaparan alrededor del 70 por ciento. Es decir que el mercado interno sigue siendo la llave para que la reactivación pueda sostenerse.
Sin una mejora salarial relevante en el sector privado, no se pueden esperar milagros por el lado del consumo, a menos que el fiado se transforme en una moda masiva. La inversión está en su piso histórico, apenas alcanza para cubrir el mantenimiento de los equipos y nadie, después del fiasco de la última etapa de la convertibilidad (“Hagamos los deberes para bajar el riesgo país, que las inversiones vienen solas”), puede seguir interrogándose qué viene primero, si el huevo o la gallina. Sin una reactivación generalizada en las ventas, difícilmente haya inversiones importantes, sobre todo ahora que los bienes de capital importados cuestan tan caros.
Por ahora, al gusto del paladar del Fondo, el Estado ha sido una gran aspiradora de recursos. En cambio, no ha soltado nada a la sociedad en planes sociales, aumento a jubilados o a empleados públicos, ni obras que motoricen la creación de nuevos empleos. En Economía hablan de atar la reanudación de los pagos de la deuda al crecimiento de la economía. Temas que este lunes estarán sobre la mesa de negociación con Koehler.

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