EL MUNDO

Desapariciones, la nueva táctica rusa en el Cáucaso

Los métodos brutales de las fuerzas rusas en Chechenia empiezan a aplicarse en la vecina República de Ingushetia. Uno de ellos es la desaparición forzada de personas y la impunidad militar.

Por Pilar Bonet *
Desde Manas/Galashki,
República de Ingushetia

Los militares rusos imponen su ley en el Cáucaso sin que Vladimir Putin, presidente de Rusia y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, haya dado hasta ahora señales verosímiles de querer atajar los abusos de las tropas. El 22 de octubre, los militares se llevaron a un anciano apicultor de un pueblo de la República de Ingushetia. Hasta ayer nadie sabía nada de él. La vida cotidiana en Chechenia está plagada de casos parecidos, pero este suceso concreto ha ocurrido en un territorio vecino a la república secesionista y, por lo tanto, puede ser un síntoma de que la arbitrariedad de los soldados rusos se extiende más allá del núcleo del conflicto checheno.
“No puedo callar más porque se trata de mi padre; si él es un delincuente, yo también lo soy.” Quien así habla, con la voz entrecortada por la inquietud de transgredir la relación formal entre un responsable administrativo y un periodista extranjero, es Magomet Sainaroyev, el vicealcalde de Galashki, una localidad de 6200 personas en Ingushetia. Magomet es uno de los 10 hijos de Sultan Sainaroyev, el apicultor de 77 años que “desapareció” tras ser “invitado” por unos soldados rusos de uniforme a subirse a un carro blindado en Berezhki, una aldea vecina a Galashki.
“Mi padre tiene sus colmenas en Berezhki, y los soldados llegaron en cuatro carros blindados desde Arsthaj. Hemos denunciado su desaparición en el Ministerio del Interior, en la fiscalía civil, en la fiscalía militar, en el Servicio Federal de Seguridad (FSB), en el gobierno de Ingushetia... Incluso he enviado un telegrama al representante del presidente Putin en el sur de Rusia. No he recibido respuesta”, exclama Magomet. El vicealcalde inquirió incluso en Jankala, la principal base militar rusa en Chechenia. Sin éxito. “Se lo llevaron en presencia de dos testigos y ahora nos dicen que no lo tienen”, protesta.
Berezhki, Galashki y Arshtaj son localidades situadas todas ellas cerca de la frontera con Chechenia. Los soldados que llegaron a Berezhki, según cuenta Magomet, pertenecían a dos cuerpos distintos: “Tropas de la brigada 205 cercaron la aldea y contingentes especiales que no hemos podido identificar entraron en ella”. Ocho personas que los federales se llevaron de Arshtaj volvieron al pueblo; Sultan, no. Mogamet Asloiev, que dice haber presenciado su marcha, asegura que los soldados se negaron a identificarse: “Les pedí la documentación. Les pregunté si eran del FSB o del contraespionaje y ellos me respondieron: ‘Le basta con saber que somos militares’”. “Acompañé a Sultan hasta el carro blindado y los soldados dijeron que lo devolverían al día siguiente. El 24 de octubre, a las cinco de la mañana, la aldea fue tiroteada y hasta ahora no ha venido nadie a investigar”, señala.
Asloiev era uno de los ingushes llegados de Galashki, que el domingo se concentraron ante el palacio presidencial de Manas, la capital de Ingushetia. Eran más de un centenar de hombres, vestidos con trajes oscuros, y entre ellos, tocados con sus sombreros caucásicos de astracán, estaban los ancianos del pueblo. Pedían al presidente de Ingushetia, Murat Ziazikov, que les dijera donde está Sultan. La víspera, Ziazikov, un general del FSB de 45 años, aseguró a un grupo de periodistas, entre ellos esta corresponsal, que las operaciones de “limpieza” están excluidas en su territorio. “Por teléfono y en persona, les he dicho a los mandos del 58 Ejército que en Ingushetia no debe haber ‘operaciones de limpieza’”, declaró el presidente, que como Putin hizo carrera en la KGB. Ziazikov llegó al poder en abril tras unas turbias elecciones en las que el equipo apoyado por el Kremlin se impuso al del general Ruslan Aushev. Durante su presidencia, Aushev, un veterano de Afganistán, protegió a la pequeña república de medio millón de habitantes tanto de los militares rusos comode los vecinos chechenos. Con Ziazikov, las tropas federales se han reforzado en Ingushetia. Desde la crisis de los rehenes de Moscú, se han apostado frente a los campamentos de refugiados de Chechenia. También se han acuartelado en el pueblo de Galashki, donde a fines de septiembre tuvo lugar una sangrienta refriega entre los federales y una columna de más de un centenar de guerrilleros independentistas que se dirigían desde Georgia hacia Chechenia. Los militares permitieron que los chechenos se adentraran cerca de 250 kilómetros en territorio ruso y que cruzaran la República de Osetia del Norte, antes de repelerlos en Ingushetia. Por qué eligieron un pueblo de 6500 personas para tender la emboscada y no lo hicieron antes es una incógnita para el jefe de la administración de Galashki, Musa Jasiev, que pasó tres noches en las montañas con las tropas federales en espera de los chechenos, mientras el pueblo estaba ajeno a lo que se avecinaba.
Jasiev cree que el regimiento emplazado ahora en Galashki se quedará por lo menos hasta la primavera. El viejo Matguerei Batigov, amigo del desaparecido Sultan, se quejó a un coronel de que los soldados le saqueaban las colmenas y le robaban la miel. “Serán los guerrilleros”, le contestó el oficial.

* De El País de Madrid, especial para Página/12.

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Un niño refugiado corta un leño para hacer fuego.
Es en un campamento en la frontera entre Chechenia e Ingushetia.
 
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