EL MUNDO › MAñANA SE REUNIRá CON EL PREMIER ISRAELí, BENJAMIN NETANYAHU, Y EL PRESIDENTE DE LA AUTORIDAD PALESTINA, MAHMUD ABBAS

Obama, ante una semana clave de cara al mundo

El presidente comienza un maratón de conferencias con diversos líderes mundiales que, durante tres días, pondrán de relieve su compromiso con el multilateralismo y la disposición de Estados Unidos al diálogo. Buscará apoyos para presionar a Irán.

 Por David Usborne *

El presidente Barack Obama comienza mañana un maratón de conferencias con diversos líderes mundiales que, durante tres días, pondrán de relieve su compromiso con el multilateralismo y la disposición de Estados Unidos al diálogo, incluso con sus enemigos tradicionales. Sin embargo, la alta exposición amenaza también con resaltar los magros resultados conseguidos hasta ahora por su política de brazos abiertos.

En una semana que incluye la sesión anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas y una reunión del G-20 que comenzará el jueves por la noche en la ciudad norteamericana de Pittsburgh, tan sólo un vistazo a la agenda del mandatario permite comprobar la distancia que separa a Obama de su antecesor, George W. Bush, quien siempre se esforzó por dedicarle a la ONU el menor tiempo posible.

Mañana en Nueva York, Obama se reunirá con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Las dudas, sin embargo, aún persisten en cuanto a si se tratará de un encuentro que provoque un relanzamiento de negociaciones de paz en Medio Oriente o si será simplemente una ocasión más para sacarse una foto. Tras intentar acercar a las partes la semana pasada, el enviado especial de Obama para la región, George Mitchell, volvió a Washington con las manos vacías.

El mismo día el norteamericano también presidirá una reunión de jefes de Estado y de Gobierno sobre cambio climático, y el jueves, por si fuera poco, encabezará una sesión especial del Consejo de Seguridad de la ONU donde se debatirá acerca de proliferación nuclear. Será tan sólo la quinta vez en la historia que una reunión del Consejo se realiza a nivel de jefes de Gobierno y la primera que será presidida por un presidente norteamericano. De hecho, la reunión fue convocada a pedido de Washington. En el centro de su discurso a la Asamblea General pasado mañana, a su vez, habrá un llamado a inaugurar una nueva era de cooperación y entendimiento para el desarrollo. Cuando falta poco más de un día para el discurso, Susan Rice, embajadora norteamericana ante la ONU, lo sintetizó en pocas palabras. “Todos tenemos responsabilidades que asumir”, aseguró. “Estados Unidos está asumiendo las suyas y está buscando que otros países se sumen al esfuerzo”, remarcó la diplomática.

Es en el marco de este espíritu que, la semana pasada, Obama desechó los planes de Bush para construir un escudo antimisiles en Europa central para protegerse de misiles iraníes de largo alcance. La iniciativa se había convertido en un serio obstáculo en las relaciones con los rusos e impedía ese ansiado “reset” en las relaciones entre Washington y Moscú ansiado por el mandatario estadounidense. Washington, de este modo, quiere demostrar que puede escuchar y al mismo tiempo liderar.

Mientras tanto, en la mayoría del resto de los asuntos, Obama llegará a las reuniones más expuesto de lo que le gustaría. La brecha entre ambiciones y realidad será evidente en las conversaciones sobre cambio climático. El mismo se encuentra liderando numerosos esfuerzos para negociar un nuevo tratado que limite las emisiones y sea ratificado en la cumbre de Copenhague en diciembre, pero lo cierto es que el fracaso del Senado estadounidense en avanzar con la legislación necesaria podría hacer que Estados Unidos llegue a la reunión con las manos vacías.

La nube negra de Irán, a su vez, sigue rondando el horizonte. Obama continúa insistiendo en que ganará más permaneciendo abierto al diálogo y a las negociaciones con la República Islámica sobre su programa de desarrollo nuclear que endureciendo su postura innecesariamente. Y, de hecho, el reinicio de las conversaciones a seis bandas entre Teherán y las potencias occidentales está previsto para el próximo 1º de octubre. Sin embargo, las declaraciones del establishment iraní no ayudan mucho, y, menos aún, la insistencia de Mahmud Ahmadinejad, el viernes pasado, con sus dichos acerca del “mito” del Holocausto judío.

Estados Unidos tratará de reunir apoyos internacionales durante esta semana para endurecer las sanciones contra el régimen de los ayatolás en caso de que éstos se resistan a acatar las órdenes de la ONU de detener su programa de enriquecimiento de uranio. Lo primero, no obstante, será buscar una postura más constructiva por parte de Rusia, que, hasta ahora, se esforzó por minimizar las preocupaciones occidentales sobre Irán. Si Moscú no cambia su juego y Teherán insiste en obstruir, no está claro el camino a seguir por parte de Obama.

Y en Pittsburgh, donde el foco del G-20 estará puesto sobre el estado todavía frágil de la economía mundial, Obama enfrentará una serie de críticas que apuntarán a remarcarle al mandatario que, por el momento, sus palabras no han sido seguidas por acciones, en especial en lo que hace a la imposición de mayores niveles de regulación en el sector bancario. “Sabemos que aún tenemos muchas cosas que hacer por delante para reforzar las reglas bajo las que operan los mercados financieros”, aseguró Obama en su mensaje radial durante el pasado fin de semana, en lo que podría ser un indicio de que, al menos, está al tanto.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Hasta ayer el presidente estaba abocado a impulsar la reforma de la salud; ahora a la política exterior.
Imagen: EFE
 
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