EL MUNDO › MAS DE 130 PROTESTAS CONTRA LA POLITICA DE SEGURIDAD DE SARKOZY

Francia le dijo no al racismo

Todos los sindicatos de Francia, el Partido Socialista, los verdes, la extrema izquierda, Amnistía Internacional, Attac, Emmaus, los grupos de defensa de los inmigrados y decenas de asociaciones se sumaron a las manifestaciones.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Una inmensa bandera francesa desplegada en la estatua de la Place de la Republique, con una mancha en el medio donde podía leerse “sarkozysmo”, presidió las más de 100 manifestaciones que se llevaron a cabo en toda Francia contra la política de seguridad del presidente Nicolas Sarkozy. Hacía muchos años que no se veía una movilización tan nutrida en defensa de quienes han sido objeto de un ensañamiento particular por parte del Ejecutivo: los extranjeros y en particular los gitanos, cuyas deportaciones y cierre de campamentos fueron condenadas por las Naciones Unidas. Con París a la cabeza y unas 50 mil personas en la calle (12.000 según la policía), más de 130 ciudades del país respondieron al llamado de la Liga de Derechos Humanos. La LDH convocó a manifestar bajo el eslogan “frente a la xenofobia y la política de la demolición, libertad, igualdad, fraternidad”. Todos los sindicatos de Francia, el Partido Socialista, los verdes, la extrema izquierda, Amnistía Internacional, Attac, Emmaus, los grupos de defensa de los inmigrados y decenas de asociaciones se sumaron a las marchas contra una política que ha llegado incluso a dividir a la misma derecha.

Una orquesta de jazz gitano abrió la manifestación parisina que se inició en la Place de la Republique. Miles de personas desfilaron por las calles de la capital francesa con pancartas y al son de la canción de Manu Chao, “Clandestino”. “El mundo debe saber que en este país hay gente que no pierde ni la razón, ni la humanidad, ni la dignidad, ni la memoria”, decía a Página/12 una encolerizado sindicalista de la CGT. Al lado de él, Elizabeth, una contadora de 50 años que llevaba una pancarta que decía “Somos todos extranjeros”, explicó a Página/12 que “la seguridad de una democracia no puede justificar que se viole el derecho, que se designen como chivos expiatorios a los extranjeros, que se nieguen los valores que hicieron de Francia lo que es. Con Sarkozy estamos volviendo a la Edad Media, estamos entrando en el túnel de la xenofobia oficial”. Los carteles que poblaron las calles tenían mensajes del mismo tono: “No a la represión”, “basta de xenofobia”. En este contexto, la Liga de Derechos Humanos denunció el hecho de que “en pocos días las más altas autoridades del Estado pasaron de la explotación de los prejuicios sobre los gitanos a la relación entre inmigración y delincuencia”.

Hace poco más de un mes, en la localidad de Grenoble, Nicolas Sarkozy abrió la caja de Pandora con un agresivo discurso contra los extranjeros. Allí, entre otras cosas, anunció que se le retiraría la nacionalidad a los extranjeros naturalizados que cometieran ciertos delitos contra las fuerzas del orden. Antes, a raíz de una serie de disturbios que se produjeron entre gitanos y policías en la localidad de Saint-Aignan, el Ejecutivo había preparado un cóctel represivo destinado a los gitanos: desmantelamiento de sus campamentos y deportaciones de gitanos hacia Rumania y Bulgaria fueron las principales medidas anunciadas por el ministro de Interior, Brice Hortefeux. La ONU, Amnistía Internacional y varios organismos europeos las condenaron. Jean Pierre Dubois, presidente de la LDH, explicó en una columna publicada por el portal Mediapart (el que sacó el escándalo L’Oréal) que “cuando los términos del debate político convierten a los extranjeros y a aquellos a los que se asimila en responsables de nuestros miedos, cuando el pretexto del orden público no es más que la coartada de un orden injusto, es entonces el espíritu y la letra de los principios que fundan la República y la democracia los que están en peligro”. La derecha no lo entiende en esos términos. El partido gubernamental UMP y los ministros de Interior e Inmigración e Identidad Nacional desacreditaron las manifestaciones. Eric Ciotti, secretario nacional de la UMP encargado de la seguridad, deploró la “indulgencia culpable con aquellos que pisotean las leyes de la república”. Brice Hortefeux, titular de la cartera de Interior, declaró que “con el pretexto de querer defender los derechos humanos, la manifestación no hace más que aceptar el laxismo, demostrar el angelismo y rehusar todo realismo”.

El discurso oficial está esbozando dos Francias: una, víctima de la incomprensión del mundo y de las instituciones internacionales y cercada por la delincuencia y las turbulencias de los extranjeros; y otra aún apegada a los valores históricos de una nación igualitaria que promovió en toda la tierra la aceptación del otro y la solidaridad. La manifestación de ayer fue la primera del otoño naciente. Contrariamente a otras marchas, esta reunió gente de horizontes muy diversos: grupúsculos de izquierda, gente de derecha, anarquistas, asociaciones militantes por los derechos cívicos, sindicalistas, personalidades como la esposa del difunto presidente socialista François Mitterrand, Danielle Mitterrand, cantantes como Jane Birkin, familias enteras con niños en los hombros, inmigrantes sin papeles, jóvenes bachilleres y personas sin más filiación que la indignación que les provocó la meditada puesta en escena de la deportación de los gitanos. Un grupo de gitanos de la localidad de Choisy-Le-Roy, cuyo campamento fue desmontado el pasado 12 de agosto, encabezó la caminata en la capital francesa. Una de las hijas de los gitanos llevaba un cartel que decía “nos decían que eran nuestros amigos”. Alrededor de ellos, miles de jóvenes se acercaban a alentarlos. Casi todos llevaban una pegatina que exigía lo que el Ejecutivo francés está perdiendo cada semana que pasa: “Respeto”.

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París fue el epicentro de las protestas en contra de las políticas de seguridad antiinmigrante de Sarkozy.
Imagen: EFE
 
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