EL MUNDO › UNA INTERMINABLE MULTITUD PEREGRINó FRENTE AL FéRETRO EN LA CAPILLA ARDIENTE DE LA CAPITAL SUDAFRICANA

La larga despedida al padre de la nueva Sudáfrica

El cantante de U2, Bono, y la modelo Naomi Campbell pasaron ante el ataúd y lo mismo hicieron dignatarios llegados de todo el mundo. Tras el paso de las autoridades y la familia, la capilla ardiente quedó abierta al público.

Miles de personas despidieron ayer en la ciudad sudafricana de Pretoria los restos de su extinto líder Nelson Mandela, en el primer día de visitas a la capilla ardiente instalada en Union Buildings, la sede del gobierno bautizada ahora con el nombre del ex presidente. Una interminable multitud peregrinó frente al féretro que había sido conducido desde el Hospital Militar de la capital sudafricana hasta los Union Buildings, donde centenares de dignatarios y miembros de la familia Mandela presentaron sus respetos al antiguo activista contra el apartheid. El presidente del país, Jacob Zuma, fue el primero en presentar sus respetos ante el féretro, seguido de la viuda de Mandela, Graça Machel, y de su ex mujer, Winnie Madikizela-Mandela, que lucían sendos turbantes negros. También lo hicieron otros miembros de la familia y líderes sudafricanos, incluido el último presidente del apartheid, Frederik de Klerk, además de autoridades africanas, como el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, y su mujer Grace. También el cantante de U2, Bono, y la modelo Naomi Campbell pasaron ante el ataúd, y lo mismo hicieron dignatarios llegados de todo el mundo. Tras el paso de las autoridades y la familia, la capilla ardiente quedó abierta al público.

Mandela reposa en el féretro vestido con una de sus emblemáticas camisas batik marrón y amarilla de Indonesia, y su rostro puede ser visto a través de una cubierta de vidrio, mientras cuatro guardias con las cabezas inclinadas realizan una guardia de honor. Los visitantes se detenían por un instante ante el ataud, algunos hacían reverencias o se colocaban la mano sobre el corazón. Mandela transmitía paz y dignidad, relataron. Portia Motsepe, una maestra retirada de 60 años, llegó para ver a Mandela junto con su sobrino, llevando vestimenta verde, negra y amarilla, los colores del partido gobernante Congreso Nacional Africano, del que Mandela formó parte. “No sabemos quién llevará la batuta. Pero nosotros sostendremos su legado”, afirmó. Motsepe era uno de los miles de sudafricanos que formaron fila durante el día para ver el cadáver. Por momentos la hilera llegó a rodear la calle frente al edificio gubernamental que dio vuelta a la manzana. Quienes querían despedirse de Mandela debían llegar a la sede del gobierno con los autobuses habilitados por la organización para evitar aglomeraciones.

La zona fue cerrada al tráfico por el ejército, y el féretro, cubierto con la bandera sudafricana, era custodiado también desde el cielo por varios helicópteros. La televisión mostraba escenas de honda emoción entre los miles de asistentes que debieron esperar largas horas en el punto de salida de los autobuses en el oeste de Pretoria, donde además tuvieron que desafiar el intenso calor para no perder la ocasión de ver los restos de Mandela.

“Llevamos horas aquí, pero vale la pena porque así podremos ver a Mandela”, dijo Thuli Gumede en una de las colas para subir a los autobuses que portaban, en la luneta delantera, carteles con la cara de Mandela facilitados por los periódicos locales. Los soldados y policías sudafricanos que se acercaron a la capilla ardiente hacían una reverencia al pasar junto al féretro, mientras sus compañeros de servicio ayudaban a desplazarse a las personas mayores o inválidas.

Brandon Labuschagne, un ex policía blanco que en 1994 integró la guardia de honor de la ceremonia de investidura de Mandela como presidente, dijo que acudió a la capilla porque Mandela “es parte de nuestra historia y porque es el hombre que puso a trabajar mano a mano a blancos y negros en este país”.

A primera hora de la mañana, una comitiva militar llevó el ataúd desde el Hospital Militar de la capital hasta el anfiteatro del Union Buildings, al que ahora se dio el nombre de Nelson Mandela. El nieto mayor del ex presidente sudafricano, Mandla Mandela, estuvo al frente del pequeño grupo que caminó tras el ataúd mientras éste entraba en la sala donde quedó expuesto. Muchas personas aguardaron el paso del cortejo fúnebre, aunque las calles no estaban llenas. “Tan sólo pude dar un vistazo al féretro con la bandera”, explicó Nelson Machaka, de 46 años y miembro del gobernante Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela. “Madiba fue mi padre. Incluso me pusieron su nombre. Por eso necesito ver su cuerpo”, señaló. Tampoco Paul Meso pudo contemplar el ataúd mucho más que unos segundos. “Iré al Union Buildings incluso aunque tarde veinte horas”, aseguró. “No será duro ver su cuerpo, porque Madiba no puede morir. Todavía está vivo para nosotros. Es un padre.”

Tras nueve horas en el lugar, el cuerpo de Mandela fue trasladado nuevamente al Hospital Militar de Pretoria. El ministro de la Presidencia, Collins Chabane, dijo que al menos dos mil personas pudieron contemplar el cuerpo cada hora. Un funcionario gubernamental calculó que al finalizar el primer día, con algo más de cinco horas para que el público pueda despedirse de Mandela, habrán ingresado más de 12.000 personas. Algunos no pudieron hacerlo y deberán regresar hoy por la mañana, tras alcanzarse el límite diario. Hoy y mañana los restos mortales del líder volverán al edificio del gobierno sudafricano, donde se podrá concurrir durante todo el día hasta que, por la tarde, sean devueltos al Hospital Militar.

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El féretro de Mandela llega a la capilla ardiente de Union Buildings, donde tendrá tres días de funeral antes del entierro.
Imagen: EFE
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