EL MUNDO › UNA BANDA RODEO Y GOLPEO A LOS MANIFESTANTES

Patotas de Hong Kong

Una banda organizada de cientos de extranjeros avanzó sobre los manifestantes en la zona de Mong Kok. Denuncian que el gobierno le pagó a la patota para generar violencia.

 Por Peter Popham *

Un levantamiento necesita energía. Necesita un buen inicio. El estallido inicial de energía de Hong Kong no provenía de adentro sino desde afuera, cuando el domingo pasado la policía utilizó gases lacrimógenos para tratar de disolver una manifestación. Esa chispa de brutalidad encendió la ira que produjo la mayor revuelta en la historia de la ex colonia. Luego, ayer, justo cuando todo el movimiento empezaba a flaquear por el cansancio y la falta de dirección, llegó una nueva explosión de energía negativa desde afuera.

Una banda organizada de cientos de extranjeros, la mayoría de ellos de más edad que los jóvenes manifestantes, descendió sobre el resto de los ocupantes de uno de los lugares de la protesta, en la concurrida y congestionada zona comercial de Mong Kok. Les cantaban que “despejen las carreteras”’y “desaparezcan”, acercándose hasta que los allí reunidos fueron cercados alrededor de una tienda de campaña y rodeados por todos lados. Los policías, algunos con la manos unidas a los ocupantes, se vieron obligados a formar un cordón protector alrededor de los 100 o más que quedaban en el campo pro democracia, que a principios de semana tomaron una larga franja de Nathan Road, una de las calles más transitadas de la ciudad.

De vez en cuando las personas rompieron la línea divisoria desde afuera y avanzaron sobre los manifestantes. Se lanzaron botellas contra los que estaban adentro. Un joven fue llevado por la policía, la sangre chorreando por su rostro. Los manifestantes denunciaron que los recién llegados habían sido pagados por el gobierno para provocar violencia y deslegitimar la campaña. Hay un historial de esto: en el pasado el gobierno pagó matones para interrumpir las concentraciones. Manifestantes reunidos en Mong Kok dijeron que se negarían a responder a las provocaciones. Estaban visiblemente decididos a mantener la calma y evitar una pelea. Para medianoche, su número había aumentado a miles.

Aaron Lee, un manifestante peluquero de 31 años dijo: “No están hablando cantonés, están hablando mandarín. ¿Adivinen quién les está pagando? Sólo estamos tratando de hacer un cambio aquí. Todo lo que queremos es la libertad”.

Las noticias de la violencia volaron a través del puerto de Hong Kong tan rápido como Twitter podía llevarlas a los manifestantes, visiblemente cansados y menos numerosos pero todavía en posesión de gran parte de la carretera principal que une el Este y Oeste de la isla. Les dio el nuevo impulso que les estaba faltando. Varios miles se reunieron en el Almirantazgo, donde han estado asediando los principales edificios del gobierno de Hong Kong, y se sentaron en el asfalto mientras los líderes de la protesta les decían lo que pasaba desde una barcaza sobre el agua.

Muchos de ellos reaccionaron corriendo hacia Mong Kok, a apenas 20 minutos en metro, para cambiar la dinámica y poner a los hostiles recién llegados en minoría. El tenso enfrentamiento se prolongó hasta la noche, pero queda por verse si la nueva amenaza impulsará el movimiento lo suficiente como para darle una nueva oportunidad de vida.

Porque la vida del movimiento es lo que palpablemente se empezó a perder ayer. Había varias razones para ello. El viernes fue un día de trabajo, en contraste con los días festivos del miércoles y el jueves. Miles de los manifestantes son trabajadores y volvieron a sus tareas. Los que se quedaron estaban cansados.

Han construido este movimiento de la nada, durante el día y la noche, creando una estructura municipal alternativa con los alimentos y la distribución de agua, la provisión de primeros auxilios y la recolección de basura. Hubo reuniones con interminables discusiones públicas, periódicos murales y obras de arte; la gente hizo y distribuyó libremente broches delicados en forma de paraguas, así como millones de cintas amarillas y miles de sombrillas. Todo ello en debilitantes condiciones en jornadas calurosas y húmedas, marcadas por tormentas fuertes.

La tensión comenzaba a sentirse. Para su gran crédito no surgió como argumento o indisciplina, no como saqueos o violencia al azar, sino como una pérdida de foco. La escena de ayer frente a las oficinas del jefe ejecutivo Leung Chun-ying, cerca del Parlamento y otros edificios del gobierno, fue un ejemplo de ello. Este ha sido un importante punto de inflamación de las protestas desde hace días, mientras los manifestantes reforzaban su demanda de que Leung renunciara bloqueando la carretera de acceso a su complejo.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Un miembro de la patota le grita a los manifestantes.
Imagen: AFP
 
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