EL MUNDO

Su vuelo ha sido cancelado; su seguridad también lo fue

Detrás de las cancelaciones de vuelos de la temporada de fiestas y las primeras semanas del año, hubo una serie de decisiones tomadas en base a espionaje electrónico de EE.UU. Aquí, especialistas europeos de inteligencia plantean sus dudas respecto del método.

Página/12, en Francia
Por Eduardo Febbro, desde París

El 24 y 25 de diciembre del año pasado, seis vuelos de la compañía Air France con destino a París y Los Angeles fueron anulados luego de que los servicios de inteligencia de Estados Unidos advirtieran a Francia de que en la lista de pasajeros figuraban seis nombres de supuestos terroristas. El mismo escenario se repitió el 1º y el 2 de enero de 2004. Dos vuelos de Air France ida y vuelta París-Washington resultaron demorados porque Estados Unidos alegó haber interceptado una serie de “conversaciones que llevan a pensar que existen riesgos de atentados terroristas con armas químicas y biológicas.¿De dónde salen esos indicios? ¿Con qué sistemas se los recaba? ¿Son acaso verosímiles? ¿Hasta qué punto se pueden tomar en cuenta los argumentos de la administración Bush cuando ésta hace hincapié en “amenazas creíbles”? Sea como fuere, “nosotros siempre respondemos con el principio de precaución”, explica un responsable francés de los servicios de seguridad.
En el caso de los ocho vuelos de Air France, la amenaza no se concretó. Aunque a desgano, Francia anuló o retrasó los vuelos, pero las investigaciones probaron luego que el FBI, del que emanó la primera alerta, se había equivocado. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos estaban convencidos de que en esos vuelos viajaban pasajeros “sospechosos” de pertenecer a la red de Osama bin Laden, en especial uno de nacionalidad tunecina que tenía una supuesta licencia de piloto de avión. Según el FBI, los mencionados pasajeros tenían planeado secuestrar los aparatos y estrellarlos en territorio norteamericano. Pero eso no pudo verificarse. Tras la anulación de los vuelos y el interrogatorio de todos los pasajeros, no se descubrió “ningún elemento material o humano” que pudiese de sustentar las sospechas. En realidad, el FBI cometió un error en la identidad de los pasajeros: uno de ellos era un niño que llevaba el mismo nombre que un extremista islámico buscado en Túnez y los otros nombres correspondían a una anciana china, a un agente de seguros galés y a tres ciudadanos franceses. Todos inocentes.”Los norteamericanos están aterrorizados y es perfectamente legítimo. Pero sus inquietudes pueden a veces trastornar su sentido de la realidad”, comenta una fuente policial francesa. A pesar del error del FBI y de las decenas de falsas alarmas que perturbaron el desarrollo de muchos vuelos transatlánticos entre Londres, París y Estados Unidos, así como los vuelos que debían salir de México, la información sobre la amenaza no surge en la imaginación de un agente de inteligencia sino a partir de una serie de “datos cruzados” que, a su vez, provienen de determinadas fuentes. ¿Qué es concretamente lo que origina la amenaza? ¿Cómo se determina un estado de alerta y en qué se basa? Los expertos franceses implicados en la seguridad revelan que los “indicios provienen de una multitud de fuentes cuya información es analizada y clasificada por la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) que luego califica el grado de riesgo”. Así, hasta los suspiros y los silencios tienen un “valor” y cumplen una “función” en el dispositivo de las alertas. Correos electrónicos, faxes, conversaciones telefónicas, confidencias, diálogos disparatados, análisis “rodantes” de páginas web, todos los soportes sirven para recabar el menor indicio que conduzca a una probabilidad de atentados en Estados Unidos. Diversas fuentes confirmaron a Página/12 que la psicosis de los nombres sospechosos nació en los interrogatorios a que son sometidos regularmente los hombres arrestados en Afganistán durante la ofensiva contra el régimen talibán y la red Al-Qaida y detenidos en la base norteamericana de Guantánamo. Los nombres de los supuestos pasajeros terroristas resultaron homónimos, pero la información procedía de los prisioneros de Guantánamo. En cambio, las informaciones que provocaron el atraso de los vuelos del 1º y 2 de febrero no eran “humanas” sino informáticas. François Géré, miembro del Instituto francés de Diplomacia y Defensa, reveló que esa alerta se originó en el análisis de millones de conversaciones telefónicas y electrónicas realizado por un sistema automático por el que transitan miles de millones de palabras claves cuyo “análisis” desemboca en una información en principio verosímil. Los diálogos sospechosos interceptados a finales de enero dieron lugar al trastorno de los vuelos del mes de febrero y, con unas semanas de antelación, lo mismo ocurrió con los vuelos de Aeroméxico que partían de la capital mexicana con rumbo a Los Angeles.
La gran mayoría de las informaciones recolectadas por Estados Unidos es tratada de manera automática por la NSA norteamericana mediante un poderoso sistema de intercepción llamado Echelon. Creado en 1989 con el objetivo de captar y analizar las conversaciones, los fax y los correos electrónicos de todo el planeta, Echelon consta de 120 satélites de comunicaciones repartidos en varios puntos del globo. A través de un pacto llamado Usaka, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda componen la red que explota las informaciones de Echelon. Heredero de la Guerra Fría, Echelon fue “reorientado” a partir de la caída del Muro de Berlín para ser empleado como uno de los instrumentos más eficaces del espionaje industrial y económico. Los atentados del 11 de septiembre le dieron otra función. Sin embargo, esa pirotecnia tecnológica dista de ser infalible, tanto más cuanto que, según los policías franceses, las agencias de seguridad norteamericanas trabajan en una total anarquía, sin conexión entre ellas ni criterios de unidad. Especialistas europeos comentan que antes del 11 de septiembre las informaciones transmitidas por Estados Unidos eran seguras, mientras que a partir de esa fecha las agencias norteamericanas “son capaces de hacer circular informaciones groseras”, dice François Géré. Por más potente que sean Echelon y los dispositivos que lo complementan, la primera potencia del mundo no cuenta aún con útiles seguros para identificar a los terroristas. Las agencias de seguridad utilizan una docena de bases de datos distintas que la mayoría de las veces son incompatibles entre sí y, para los europeos, “técnicamente superadas”. Para poner fin a ese caos, la administración Bush creó el centro de detección de terroristas, el Terrorist Screening Center (TSC), al que recurrirá el conjunto de los servicios.
Instalado el pasado 1º de diciembre en un suburbio de Washington, el TSC necesitará varios meses antes de ser operacional al 100 por ciento.
Todos esos montajes tecnológicos dejan escépticos a los especialistas europeos de la lucha antiterrorista. Si los gobiernos concernidos por las amenazas detectadas por Estados Unidos siguen el movimiento según el principio “más vale mucha seguridad que un atentado por falta de previsión”, esto no implica que el balance que se haga de la amenaza sea el mismo. El fiasco de los vuelos-bomba puso de relieve las insalvables diferencias con que se trata al terrorismo a ambos lados del Atlántico. “La amenaza es real, pero hoy por hoy no puedo afirmar si la suma de informaciones que nos llegan de Estados Unidos es siempre fiable. Dudo de que la información sea exacta en todos los detalles”, comenta un responsable europeo de la lucha antiterrorista. La misma fuente resalta que “los servicios de seguridad europeos tienen que seguir el movimiento porque no pueden correr el riesgo de quedarse atrás. Pero el asunto de los fallidos atentados planeados con los vuelos transatlánticos nos plantea el problema de la evaluación de la calidad de las informaciones suministradas por los norteamericanos”. Otro especialista francés del mismo tema recalca que “los estadounidenses dan la impresión de descubrir recién ahora la problemática del terrorismo, mientras que nosotros llevamos 30 años enfrentados a ese problema”. Antes que la panoplia de medios tecnológicosque utiliza EE.UU., los servicios europeos se fían más de la “información humana”, es decir, la obtenida por infiltración y espionaje directo antes que por espionaje técnico.
El sistema Echelon y sus ya más de 120 satélites espías no captaron a tiempo los preparativos del 11 de septiembre. Y sin embargo, Echelon parece técnicamente infalible. La radiografía del sistema Echelon es escalofriante: comunicaciones telefónicas, fax, correos electrónicos, télex, mensajes a través de redes cerradas, en suma, todo lo que en el mundo transita a través de cables submarinos y satélites de comunicación se ve “interceptado sin ninguna dificultad”. El dispositivo es capaz de supervisar una cifra impresionante de comunicaciones privadas. Su potencial de intercepción se sitúa en 2000 millones de comunicaciones diarias analizadas e informadas a través de un sistema de inteligencia artificial que analiza las frases y los conceptos que aparecen en los diálogos. Pero las certezas tecnológicas no superan las fallas humanas. Los servicios de inteligencia franceses creen que una de las fallas más frecuentes cometidas del otro lado del Atlántico es la falta de coordinación entre los servicios involucrados.”Cuando una agencia de seguridad duda de algo, eso basta para que se llegue al estado de alerta, y ello sin una consulta previa con las demás agencias.” La técnica tiene un límite que la astucia de los terroristas pone siempre a prueba. Mucho después de los atentados del 2001 se especuló con la idea de que Al-Qaida penetraba regularmente los portales Internet del mundo entero para deslizar “mensajes secretos” destinados a sus integrantes. El método, conocido como Steganografía, permite esconder un mensaje cifrado detrás de cualquier imagen. Sin embargo, las investigaciones revelaron que eso también era un mito. Según el profesor Jean-Jacques Quisquater, especialista en criptografía,”esa técnica no tiene nada que ver en este asunto. Los terroristas utilizaron un método mucho más simple, similar al de la Segunda Guerra Mundial, es decir, el de una serie de convenciones de encriptado pactadas antes”. Echelon no descubrió sus contenidos. Recién dos días después del 11 de septiembre el FBI instaló en las sedes de los principales proveedores de acceso a internet (Hotmail, AOL, Earthlink, Yahoo, etc.) el sistema de vigilancia electrónica conocido como “Carnívoro” y rebautizado luego DCS1000. Basado en un conjunto de filtros semánticos, el dispositivo sirve para controlar el contenido de los correos electrónicos y mensajes que transitan por la red. Pero esta batería de oídos tecnológicos no aportó nada hasta ahora en materia de lucha antiterrorista. Duncan Campbell, el periodista británico que reveló la existencia de Echelon, acota al respecto:”Estados Unidos no puede anticipar lo que ocurre porque tiene la intención de escucharlo todo. En vez de todo, tendrían que hacerlo de forma más inteligente”. La ficción del control tecnológico produjo ideas absurdas como la de la empresa norteamericana Applied Systems Intelligence (ASI), la cual inventó un programa informático bautizado Karnac que pretende ser capaz de tomar en cuenta todas las hipótesis posibles de ataques terroristas. Según ASI, en cuanto el programa llega a una conclusión las autoridades pueden ser advertidas a tiempo. Más realista, un miembro de los servicios de inteligencia franceses observa que “la comunidad mundial del espionaje y el contraespionaje ignoraba que los mujaidines estaban aprendiendo a tripular aviones para estrellarlos contra edificios. Y sin embargo, todos los servicios de inteligencia seguían la huella de los islamistas que se entrenaban en Afganistán antes de regresar a sus países”.

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