EL MUNDO › OPINION

Echelon contra Al-Andalus

 Por Claudio Uriarte

¿Se descompone la “coalición de los dispuestos” armada improvisadamente y a las apuradas por Estados Unidos para invadir y reinventar a Irak? El anuncio del retiro de las fuerzas del nuevo primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero para el 30 de junio así lo sugiere. El silencio del “Cavaliere” Silvio Berlusconi, en un país que rechazó abrumadoramente la participación de la guerra en las calles, es más que sugestivo. El repliegue de la “Brigada Plus Ultra”, que coman-daba bajo jefatura española una colección de mascotas militares centroamericanas (El Salvador, Nicaragua, Guatemala, etc.), sugiere que esas mascotas pueden retirarse también. Quizás el caso más enigmático sea Polonia, cuyo presidente, el cada vez más obeso ex comunista Alexandr Kwasniewesky, protestó en los últimos días contra la campaña de distorsión informativa respecto de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, pero al mismo tiempo depende cada vez más de acuerdos comerciales con Estados Unidos para contrapesar la avaricia estructural de la Unión Europea, que primero le prometió el oro y el moro para acceder a los subsidios de la Política Agrícola Común pero luego, a medida que Varsovia iba cumpliendo los requisitos de libera-lización económica de la eurocracia de Bruselas, fue alzando el umbral de elegibilidad de modo de privilegiar los subsidios de los abnegados campesinos franceses por lo menos hasta el año 2014. Sin duda va a haber un Alca, pero sus excéntricos componentes van a estar integrados por Estados Unidos, Singapur, Chile y Polonia.
Esa transversalidad en las alianzas económicas se traducirá en las político-militares. La Otan es poco más que una caja de herramientas, una suerte de Eximbank de arsenales y tecnologías militares; sus grandes estadistas hoy son Joshka Fischer, un diminutivo ex diputado verde afecto a los moñitos, y Dominique de Villepin, un melodramático canciller francés aficionado a la redacción de versitos por la noche. Hace unos 10 años, fuerzas conjuntas de Alemania y Francia ensayaron un ejercicio de guerra con vistas a la constitución de una brigada de defensa europea. Murieron más de 20 soldados de ambos lados, recordando la frase de un historiador revisionista argentino en el sentido de que Bartolomé Mitre fue el único general en la historia que perdió un desfile. El desempeño de la Otan en Yugoslavia fue una vergüenza, con 90 días de bombardeos aéreos para doblegar a un país que parecía extraído de una historieta de Tintín. Cuando se sumaron Rusia y los países del ex bloque del este, era claro que la capacidad de decisión y cohesión de la Alianza Atlántica era cada vez menor, por la simple razón de que cuantos más aliados hay menor es la capacidad de tomar decisiones unívocas. Por eso, cuando Donald Rumsfeld, en las vísperas de la Guerra de Afganistán, dijo que “la misión define la coalición”, no estaba expresando una bravata unilateralista, sino la verdad del sentido común más práctico. La Otan es vieja, es una organización destinada a combatir a una Unión Soviética que ya no existe, y que encima se basaba en compensar el amarretismo en el gasto de defensa convencional europeo con el enorme potencial nuclear norteamericano. Era el primo fino e hipócrita que despreciaba y a la vez vivía de la brutalidad del Tío Rico americano.
En otras palabras: una organización como ésa ahora no sirve para nada. Es significativo que, tanto en las guerras de Afganistán como la de Irak, donde Estados Unidos ignoró y rehuyó olímpicamente a la Alianza Atlántica (salvo la ritual invocación del Artículo 5, que determina que un ataque contra un Estado miembro es un ataque contra todos), Rumsfeld despreciara una colaboración que solamente hubiera diluido la precisión del objetivo, para elegir a los países que coincidían puntualmente con los blancos estadounidenses. Esos países fueron Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y algunas ex colonias británicas. Vale decir, los países que integran la red de espionaje global Echelon, un club selecto, exclusivo y excluyente que constituye el esqueleto informativo de una maqueta de aparato de Estado mundial vinculado por la cultura, el idioma, la historia y los intereses. Un servicio de Inteligencia es siempre el principio de organización de un aparato de estado. Y más, de un aparato de Estado multinacional. Maquiavelo podría decirnos una o dos cosas respecto de esto.
Por esto, la coalición anti-Saddam no se deshace si se van Zapatero, Berlusconi y otros elementos decorativos que a lo sumo aportaban unos miles de tropas en medio de un contingente angloamericano de al menos 150.000. Eran como la OEA contribuyendo con 500 soldados para legitimar la invasión estadounidense de Guatemala. La verdadera alianza sigue, y es la red Echelon. Es la red de los anglosajones, liberados –gracias al colapso de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia– de espurias e incómodas alianzas con la “Vieja Europa” latina y de las wagnerianas nebulosidades germánicas. Eso es lo que significa la deserción de Rodríguez Zapatero de la cruzada contra quienes quieren reconquistar al-Andalus.

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“Z”, una reedición posmoderna de un viejo episodio.
 
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