EL MUNDO › A UN MES DE LAS ELECCIONES EN BRASIL, EL PRESIDENTE SE DESPEGA

El desánimo hunde a los rivales de Lula

 Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

La soledad del candidato presidencial Geraldo Alckmin se hizo evidente días atrás durante un almuerzo con empresarios en el Jockey Club de San Pablo. Alckmin quería demostrar a los comensales que a pesar de los sondeos, todos muy adversos, aún le restan fuerzas para impedir la reelección de Luiz Inácio Lula da Silva. Pero fracasó en el intento. Ni los principales dirigentes de su agrupación acudieron a la cita.

A un mes de las elecciones del próximo 1º de octubre el faltazo del presidente del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), Tasso Jeressati, y del candidato a la gobernación paulista, José Serra, retratan el desánimo de la oposición ante lo que ellos mismos ven como una casi segura victoria de Lula.

Y es que luego de 15 días de campaña publicitaria las dos encuestas divulgadas este martes coinciden en que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) recogería más del 50% de los votos, evitando el ballottage el 29 de octubre. Lula se impondría por 51,4% a 19,6%, según el instituto CNT-Census, mientras que para Datafolha lo haría por 50% a 27% de su principal adversario. Heloísa Helena, ex senadora petista ahora afiliada al izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL), obtuvo 8,6% y 10%.

En julio, Alckmin, un novato en el oficio de pelear por la presidencia de la República, había prometido que junto con el comienzo de la campaña, el 15 de agosto, su imagen treparía en la preferencia popular. Siendo un político de provincia, ya que fue dos veces gobernador de San Pablo pero nunca ocupó cargos nacionales, cifraba sus esperanzas en la federalización su imagen a través de las tandas televisivas. La campaña en serio, repetía, comienza con el horario de tv gratuito estipulado por ley.

El ser un político esencialmente paulista tampoco favorece las chances de Alckmin en un país continente dividido en comarcas de poder. Eso le ha restringido el apoyo de los caciques de los principales colegios electorales como son Minas Gerais y Río de Janeiro, donde mandan el socialdemócrata Aecio Neves y el conservador César Maia, que ven en Alckmin un obstáculo para sus propios proyectos de poder en las presidenciales de 2010.

Lula, que va por su quinta campaña hacia el Palacio del Planalto –disputó todas desde 1989–, ha salido airoso de este primer tramo mediático de la disputa. Botox y dentadura arreglada a nuevo mediante, enfrentó las cámaras con un discurso calmo y evitó participar de los debates televisivos con sus rivales, mientras continuó viajando por todo el país. En ese terreno, el contacto cuerpo a cuerpo, el presidente se siente a sus anchas.

En el nordeste, donde reside el 50% de los pobres brasileños, Lula es imbatible: los pronósticos dicen que allí se impondría con más del 60%. Nordestino de origen, Lula conoce al detalle las internas de sus opositores y consiguió la adhesión de uno de los caciques socialdemócratas de la región, el gobernador de Ceará, Lucio Alcántara. Otros 200 candidatos del PSDB y el derechista Partido del Frente Liberal (PFL), que también integra la coalición pro Alckmin, ya han mostrado simpatía hacia el presidente, que dan por descontado que será reelecto.

Con todo, el analista Franklin Martins entiende que hay un derrotismo precoz en la oposición, recordando que el tramo decisivo de la campaña arranca 15 días antes de los comicios. “De aquí en más Alckmin martillará en los escándalos de corrupción que involucran a los principales ministros de Lula, aunque éste siempre negó saber algo”, apuntó Martins. “¿Lula no sabía (de la corrupción)?” se preguntaba una publicidad lanzada ayer.

El ex presidente Fernando Henrique Cardoso, que venció dos veces a Lula (1994 y 1998) también recomendó echar el resto antes de que la ventaja del presidente sea irreversible. “Hay que golpear, hay que golpear, si no la gente no siente energía. El pueblo quiere ver más sangre”, insistió Cardoso en el almuerzo del Jockey Club del martes pasado.

Con fama de administrador eficiente y católico practicante, Alckmin pareció persuadido por las palabras de su correligionario. “Jesucristo expulsó a los vendedores del templo, nosotros vamos a expulsar a los vendedores de la patria”, arengó el candidato.

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