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Dictadura, democracia y monarquía en Tailandia

A once meses del golpe militar que derrocó al premier Shinawatra, los tailandeses votan un proyecto de Constitución ideado por los golpistas. El adorado rey sigue siendo, desde los años ’40, el garante del gobierno.

 Por Ramiro Trost

Desde Bangkok

El aire en Bangkok es denso, pesado. Ese clima parece trasuntarse a otros ámbitos, como el político, que vive convulsionado desde hace casi un año cuando un golpe militar derrocó al primer ministro Thaksin Shinawatra. El 19 de septiembre de 2006, mientras Thaksin, como es conocido aquí, se encontraba en Naciones Unidas, fuerzas especiales del Ejército Real lideraron el golpe, cuando faltaba menos de un mes para las elecciones generales previstas para el 15 de octubre. Los rumores sobre movimientos militares ya crecían desde enero de ese año, a raíz de los controvertidos manejos financieros de la familia del premier.

Hoy Thaksin y su esposa enfrentan cargos de corrupción y se ha dictado su orden de detención internacional, pero es difícil que Gran Bretaña, donde actualmente residen, los extradite. Su figura e influencia aún tienen peso dentro de Tailandia, que se prepara para el referendo constitucional de hoy. La junta militar, encabezada por el general Sonthi Boonyaratglin, buscará que los tailandeses ratifiquen el proyecto de Constitución, lo que allanará el camino para las prometidas elecciones generales de finales de año.

Entre las primeras medidas tomadas, los militares habían derogado la Constitución, disuelto la Asamblea Nacional y la Corte Constitucional y prohibido las actividades políticas en todo el país. Como primer ministro interino se nombró al general retirado Surayud Chulanont. La junta cuenta con la aprobación del rey Bhumibol.

Tailandia tiene más de 65 millones de habitantes, una renta anual per cápita de 3136 dólares y un 10 por ciento de su población vive por debajo del nivel de pobreza, según datos del FMI. El país viene recuperándose sostenidamente de la crisis asiática de finales de 1997 que lo castigó con dureza, con tasas de crecimiento de entre el 6 y el 8 por ciento.

Pese a los vaivenes políticos y económicos, la vida sigue y la gente parece haberse acostumbrado a ellos. El barrio de Sillon en Bangkok es un abanico multicolor. Como cada noche, los carteles luminosos ofrecen las más variadas propuestas para divertirse. Sonidos que aturden y que brotan de pequeños bares desde donde emergen chicas o muchachos dispuestos a mucho más que un masaje. Olores penetrantes se diseminan desde las hileras de los puestos callejeros de comida. Una contaminación que ahoga, en una ciudad con un tránsito masivo y caótico. Bangkok late a ritmo acelerado.

La señora Pattama Tanasugarn atiende un tablón con varias banquetas de plástico, donde pese al sofocante calor no hay ni una sola silla libre. Allí se ofrecen unas humeantes sopas con leche de coco, verduras, pollo y especias. Para Pattama nada ha cambiado ni variará. Nos dice que, más allá de la conmoción inicial, cuando los militares tumbaron el gobierno de Thaksin, Tailandia está en calma, expectante. Después de pensar un rato, señala que la mayor amenaza del país son los separatistas musulmanes del sur y que lo que le da tranquilidad es el rey.

La figura de Bhumibol Adulyadej sobrepasa el mero rol de un monarca. Su halo paternal y protector lo eleva al nivel de un dios. Dirige Tailandia desde hace 60 años, cuando ascendió al trono, a la edad de 19 años, el 9 de junio de 1946. El guía turístico Komgrich Sasanatieng le cuenta a Página/12 que para los tailandeses cada día de la semana tiene asignado un color. El lunes es amarillo y un día lunes nació el rey. Por tal motivo, ése es el color de la monarquía, inundando el país en adornos y banderas. Es parte de la veneración al rey.

La presencia militar es discreta en las zonas comerciales más concurridas y más reforzada en palacios y oficinas del gobierno. Los tanques desaparecieron de las calles a las pocas semanas del golpe, como nos dijo Chew Khean Aun, un turista de Singapur quien casualmente también estuvo de visita en Bangkok en los primeros días de octubre del año pasado.

Desde el golpe militar rige en el país la ley marcial, que no será levantada por las elecciones de hoy. Las encuestas indican que la mayoría votará a favor del proyecto constitucional. En recientes declaraciones, el premier interino minimizó especulaciones sobre un presunto flujo de fondos desde el exterior para derrotar la propuesta de Carta Magna. La gente está más interesada en restablecer el orden en la vida política del país, dijo Surayud.

Los tailandeses parecen desentendidos de la realidad política pero se involucran con vehemencia al ser consultados. Como el conductor de un tuc-tuc, la típica motocicleta con un compartimiento adosado, que funciona como un taxi muy económico. Pornchai Chatiawaipreacha dice que no confía en los políticos, que ha sido el rey el que ha mantenido el equilibrio de fuerzas y la paz interior en el país, y que no sabe qué pasará cuando su prolongada longevidad llegue a su fin.

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Soldados tailandeses marchan por las calles de Bangkok.
 
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