EL MUNDO › ENTRE LA COMPLEJIDAD DE LOS ATAQUES Y LAS FALLAS DE INTELIGENCIA

Los elementos que resisten al ocupante

Por Ramón Lobo *
Desde Bagdad

Los cinco atentados casi simultáneos de ayer que dejaron un saldo de más de 40 muertos demuestran que la resistencia iraquí tiene la capacidad táctica, al menos en Bagdad, de hacer estallar varios coches bomba conducidos por suicidas en el espacio de una hora. Se trata de una demostración de fuerza y una prueba de que la verdadera guerra comenzó el día en que los generales norteamericanos dieron por concluida la suya el 1º de mayo. Las primeras declaraciones, muchas destinadas al consumo interno en Estados Unidos, señalan a miembros del viejo régimen y a Al Qaida como presuntos responsables. Son argumentos recurrentes que parecen demostrar la ausencia absoluta de información real por parte de los servicios de espionaje occidentales.
Desde que la resistencia iniciara sus acciones a finales de mayo se ha producido una evolución tecnológica que reconocen incluso los mandos militares en Irak. Lejos quedan los ataques a convoyes con lanzagranadas y fusilería de asalto en los que los guerrilleros asumían enormes riesgos. Los atentados son cada vez más sofisticados. Se realizan mediante explosivos accionados por control remoto. Esa resistencia actúa, sobre todo, en el triángulo sunnita formado por Bagdad, Tikrit y Ramadi y está compuesta por miembros del régimen. De la guerrilla desmembrada de los primeros días, sin conexión nacional y de marcado carácter local, se ha pasado a otra en la que ya se perciben indicios de la creación de un mando centralizado, al menos en la capital, capaz de decidir objetivos y manejar el tempo político de los atentados.
Hay una segunda cara de esa resistencia: el coche bomba. Nadie sabe si se trata de la misma que asalta convoyes o es otra diferenciada que dispone de apoyo exterior. Es el debate abierto desde el 7 de agosto, cuando estalló el primer coche bomba frente a la embajada de Jordania. Un experto en seguridad consultado por este diario sostiene que preparar un vehículo cargado de explosivos y moverlo por Bagdad no requiere una gran infraestructura. La complejidad empieza cuando esos vehículos son conducidos por suicidas: requiere de una cantera de mártires y una fuente de financiación para socorrer a sus familias.
Cualquiera de los cinco servicios de seguridad del régimen depuesto tiene capacidad teórica para realizar este tipo de acciones. También, grupos terroristas como Al Qaida o servicios secretos extranjeros interesados en agitar Irak. La pista de Osama Bin Laden tiene puntos débiles: se trata de fanáticos islámicos que odiaban al régimen laico de Saddam Hussein. La CIA nunca logró establecer una conexión para justificar la guerra. Al Qaida no disponía de apoyos en Irak antes de la caída de Saddam. Si la ha conseguido en seis meses tiene que ser con ayuda local. Algunos, como el profesor de Ciencias Políticas de Bagdad Wamid Nadmi, opinan que Irak se ha transformado en un campo de batalla entre los radicales islámicos y Estados Unidos, como ocurrió en Afganistán en los años ochenta contra los soviéticos. Y no descartan que la dictadura decidiera no presentar batalla formal en abril y reservarse para una guerra de desgaste.
La disolución del ejército ha dejado a Irak sumido en un vacío. El profesor Nadmi cree que se necesitan años para reconstruir el Estado. “Hubiera sido mejor dejar el ejército. Es una institución que sabe mantener el orden. Lo único que se necesitaba era depurar a algunos mandos.” Otro experto citado por la BBC recuerda que el presidente de Rusia es el ex jefe del KGB y que en toda transición hay que apoyarse en el régimen anterior. El desmantelamiento del ejército ha beneficiado mucho a la resistencia: menos seguridad en la calle y más de 250.000 personas armadas y con experiencia militar desocupadas. Todos candidatos a luchar contra el ocupante.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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