EL MUNDO › OPINION

Detrás del baño de sangre

 Por Robert Fisk *
desde Tripoli

Carnicería fue la palabra que vino a mi mente. Murieron 23 soldados y policías libaneses y 17 hombres armados musulmanes sunnitas. ¿Cuánto tiempo Líbano puede soportarlo? Justo antes de morir, uno de los hombres armados –¿palestinos?, ¿libaneses?, aún no los sabemos– le disparó a un soldado a mi lado. Cayó sobre su espalda, llorando de dolor y creí que se había resbalado en la calle hasta que vi sangre que bombeaba de su pierna y un equipo de la Cruz Roja lo sacaba desesperadamente de la línea de fuego. No pasaba desde la guerra civil –sí, la guerra civil libanesa que todos tratamos de olvidar– que escuché tantos estallidos de balas en las calles de una ciudad libanesa.

Y la muerte. Cinco de los 17 hombres armados fueron muertos después de que la policía paramilitar irrumpiera en un departamento de la calle 200 en el centro de Trípoli. Uno yacía acurrucado como un chico mientras manaba sangre de su cuerpo. Otro llevaba encima el rifle Kalashnikov que seguía disparando con él muerto. “Qué jóvenes eran todos”, recalcó una mujer y noté que los muertos eran barbudos, con un tipo de barba de varios días que llevan los hombres de Al Qaida.

Los acontecimientos sangrientos de ayer en Líbano pasaron tan rápida y peligrosamente para todos los que estábamos en la calle que no estoy seguro de que realmente sucedieron. Es claro, el grupo al que se liga con Al Qaida trató de tenderle una emboscada al ejército libanés y lo logró terriblemente; 23 soldados y policías murieron, que significa mucho para un diminuto país como Líbano. Pero, ¿fue realmente un golpe de Siria como sugirió el gobierno de Fuad Siniora? ¿Fue ésta la larga mano de Siria que se extendió una vez más sobre la tierra verde y agradable del Líbano?

Aquí hay algunos hechos. Un grupo de hombres armados el sábado intentó robar un banco en Trípoli y se atrincheró en el departamento céntrico. Otros se escondieron en el campo de refugiados palestinos Nahr el Bared, en el norte de la ciudad. Cuando ayer llegué al lugar, los tanques irrumpían en el campo y los policías se preparaban para entrar, al estilo iraquí, dentro del edificio. Se dijo que los ladrones robaron sólo 1500 dólares. ¿Valía semejante masacre? y ¿es realmente Fatah al Islam un fuerte grupo armado de 300 hombres?

Ciertamente, los cuerpos de los hombres armados eran reales. Encontré dos más de ellos amontonados en Trípoli, cubiertos con cargadores de municiones, el edificio se prendía fuego –tan caliente que no podía subir las escaleras y había familias que intentaban salir–. Una mujer que llevaba un bebé me gritó: “Tiene sólo cuatro días”. ¿Era en el nombre de Dios lo que sucedía ayer? Bueno, Siniora dijo que era un intento de desestabilizar Líbano, y Saad Hariri, hijo del ex premier asesinado hace más de dos años, llamó a los hombres armados “secuestradores del Islam”. Es el mismo Saad Hariri de quien al menos un periodista norteamericano –me refiero a Seymour Hersh– sugirió que estaba indirectamente ayudando a conducir el dinero saudita a esos mismos hombres armados en un reciente artículo de New Yorker. Los musulmanes chiítas son supuestamente los malos muchachos en este escenario, no el grupo sunnita.

Pero Trípoli es la más poderosa ciudad sunnita del país, tan poderosa que ni una gota de alcohol moja las mesas de los restaurantes y los hombres y mujeres que corrían aterrorizados ayer también eran sunnitas. ¿Entonces son los sirios los que están preparando a Al Qaida en Líbano? ¿Y cuáles son sus enemigos? ¿Quizás el ejército de la OTAN en el sur del país? En 2000 un grupo vinculado a Al Qaida también atacó al ejército libanés en el norte del Líbano. ¿También se supone que es una invención de Siria?

La lluvia de balas todavía trazaba su camino en Trípoli anoche y el ejército se preparaba para entrar en los campos de refugiados. Fatah, la organización destartalada de Yasser Arafat, anunció que estaba del lado del ejército, una decisión sensata después del baño de sangre de ayer. “Un intento peligroso de socavar la seguridad libanesa” fue la respuesta de un gobierno de Siniora, cuyos miembros chiítas se fueron el año pasado. Pero, ¿hacia dónde vamos? ¿Quiénes eran los hombres muertos de ayer, perforados por las balas? Me pregunto si descubriremos qué hay detrás de este terrible día en Líbano.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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