EL PAíS › ELISA CARRIO CON REPRESENTANTES DE LAS COMUNIDADES INDIGENAS

“De igual a igual pero siendo diferentes”

Las frases en idioma quechua, coya, aymará y mapuche resonaron en el auditorio de ATE con el timbre del reclamo y la denuncia persistente y silenciada de los pueblos originarios. Las comunidades indígenas se reunieron ayer con Lilita Carrió en uno de los actos organizados para recordar el genocidio que comenzó el 12 de octubre de 1492 y que continúa bajo la forma de la pobreza, la exclusión y la discriminación permanente de las comunidades aborígenes. Ante unos cien militantes de organizaciones sociales y del ARI, los dirigentes sentados junto a Carrió plantearon la necesidad de que las leyes sancionadas para proteger sus derechos se cumplan y acercaron a la candidata un nuevo proyecto de ley en el que proponen la creación de una Defensoría de los Pueblos Originarios. “No queremos que nadie nos mire como a los indios pobrecitos y nos digan qué tenemos que hacer, sino que nos escuchen, que nos traten de igual a igual, pero entendiendo que somos diferentes”, pidió José Flores, del Instituto de Capacitación e Investigación Indígena de las Comunidades Andinas.
Eusebio Condomí es un joven coya de Orán que tiene el orgullo de ser parte de la tercera generación de “luchadores por los derechos, las tierras, los recursos naturales que han avasallado”. Llegó a Buenos Aires esta vez con la esperanza de encontrar interlocutores que puedan “creer que las comunidades mismas son las que tienen soluciones que aportar, no sólo problemas, como tanto nos han dicho”. Tierras comunitarias sin árboles, minerales ni animales, invasión de territorios propios por corporaciones extranjeras, desconocimiento de sus valores culturales y de su cosmovisión, incumplimiento de los derechos a la educación, la salud y la vivienda; la lista de reclamos de las comunidades fue extensa. Pero si hubo un flanco al que apuntaron los indígenas que tomaron el micrófono fue el Estado y los dirigentes políticos. “Han usado nuestros votos, porque somos muchos, y cada vez lo que recibimos fue más represión y segregación”, planteó Condomí.
Sentado ante una pared en la que se exponen los cuadros del artista quechua Pastor Vallejo, Flores recordó la situación de los “hermanos wichis”. “No tienen para comer ni para tomar agua porque el río Pilcomayo viene contaminado. Por la desertización los vientos soplan un polvo que parece talco y se mete en la nariz, en la boca, causando enfermedades. Nunca vimos tanta miseria, tanta muerte”, denunció. Los dirigentes también apuntaron a las diferentes iglesias cristianas. Acusaron “a los curas” de querer lavar los cerebros de los indígenas para que “no seamos mezquinos con la tierra para que la entreguemos a los empresarios que después no se quieren ir”.
Flores remarcó la tarea de la iglesia anglicana que en el Chaco “divulga que los hermanos sufren porque pagan el pecado de ser de una cultura demoníaca”. Allí se prohibieron los cantos de cuna, los cantos de iniciación, y se reemplazaron por los evangélicos. Lilita Carrió habló al final: “En ningún lugar se vive tanto la injusticia del genocidio indígena como en el Impenetrable chaqueño. Cuando uno sale de ahí se da cuenta de las necesidades de un cambio con verdad y justicia”, dijo tras recordar que se crió en un campo ubicado frente a una comunidad Toba. “Hasta ahora todo el pensamiento progresista pensó que había que respetar la diferencia –criticó Carrió–. Yo creo que nosotros tenemos que empezar a reflexionar sobre el profundo pensamiento y la visión del mundo que tienen los pueblos originarios. Este es el único diálogo que tiene sentido.”

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