EL PAíS › ECONOMIA VE UNA DURA CONSPIRACION DEL MENEMISMO Y EL ESTABLISHMENT PARA DESESTABILIZAR

Corralito abierto, campaña en marcha

Lavagna recibió un apriete de los bancos: o hay bono o se declaran en convocatoria de acreedores y destruyen el mercado. Pou hizo llegar su expediente a la Corte: quiere volver al Banco Central. Pignanelli casi paga la deuda con reservas, por la libre. Hoy se abre el corralito y el ministro espera otra batalla.

 Por Maximiliano Montenegro

Así como el duhaldismo no hesita en identificar al menemismo detrás de una campaña de agitación social destinada a culminar en otro baño de violencia el próximo 20 de diciembre, en el equipo económico están convencidos de que el menemismo y el grupo más poderoso del establishment financiero apurarán a partir de hoy, cuando se abra el corralito, una agresiva campaña de desestabilización financiera. Ayer, en conferencia de prensa, Lavagna fue cauto: sólo habló de una “agitación inútil” generada por “pillos” que buscan sacar ganancia de la situación. En privado, en cambio, el lavagnismo denuncia que hay dos instituciones clave jugando a favor de la campaña de desestabilización menemista: la Corte Suprema, que mantiene en vilo al Gobierno con el inminente fallo dolarizador, y el Banco Central, conducido por Aldo Pignanelli, quien dijo que, de dictarse el fallo, habría que aplicar un bono compulsivo, como quieren los bancos. El cuadro se completa con dos hechos, hasta ahora desconocidos. Uno es que la Corte tiene también a tiro el expediente con el pedido del menemista Pedro Pou, ex presidente del Banco Central, para que se lo restituya en su cargo. Pou mantiene excelente diálogo con Pignanelli, y juntos imaginan conducir el Central cuando Duhalde sea historia. El otro hecho es la amenaza que los bancos trasmitieron a Lavagna: si no hubiera bono compulsivo antes del fallo de la Corte, entonces se declararían en convocatoria de acreedores el día después. Acorralado por esos frentes, el ministro tomaría, desde hoy, una serie de medidas para evitar una nueva disparada del dólar, lo que considera sería una catástrofe.
El jueves pasado, el secretario de Finanzas Guillermo Nielsen no podía creer lo que escuchaba de boca de Mario Vicens, titular de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), club que reúne a los principales bancos extranjeros que operan en el país. “Necesitamos que Economía saque un bono compulsivo, antes del fallo de la Corte”, le dijo el ex viceministro de Machinea devenido en lobbista de los banqueros. “Si no tenemos que entregar la llave”, amenazó. En la jerga de los bancos internacionales, “entregar la llave” significa retirarse del país y dejar que el Gobierno se haga cargo de las obligaciones con los ahorristas. El funcionario volvió a reiterar que no había espacio político para aplicar una medida semejante, pero que, si lo hubiera, aun así Lavagna no la tomaría debido al elevadísimo costo fiscal que supondría. Entonces, Vicens fue más allá: “La otra posibilidad es que nos declaremos en convocatoria de acreedores, y que desde ese marco legal renegociemos la devolución de depósitos”, sugirió, sin inmutarse.
En Economía creen que si los bancos se declararan en convocatoria sería el fin de toda esperanza de reactivación. Porque si bien esa fórmula legal podría servir para renegociar plazos de devolución de los depósitos acorralados –ahora, dolarizados–, crearía un problema insalvable con los plazos fijos libres –unos 5 mil millones de pesos–, realizados voluntariamente en los últimos meses. Así, la confianza en el sistema financiero quedaría nuevamente herida de muerte.
Dólar libre
Pero el apriete de los bancos al Ministerio de Economía no fue sólo verbal. Entre el jueves y el viernes, el dólar ascendió como hace tiempo que no lo hacía, hasta rozar los 3,70 en la tarde del viernes. Dos razones explicaron la suba. Primero, el eventual fallo dolarizador creó incertidumbre entre los grandes operadores –inversores, empresas y los propios bancos– que empezaron a reposicionarse en dólares a la espera de novedades. En segundo lugar, la apertura del corralito habilitó desde el jueves la posibilidad de comprar dólares con cheques, que empezarán a acreditarse hoy, cuando ya no existan restricciones. Justamente, en esta última posibilidad radica la gran preocupación de Lavagna: cómo hacer para evitar que los 22.000 millones de pesos que quedarán liberados del cepo hoy mismo se vuelquen al dólar. En especial, porque cuando el ministro anunció hace poco más de una semana el levantamiento del corralito las condiciones eran otras. Desde entonces, el trascendido de que la Corte ya tendría decidido anular la pesificación desató una nueva guerra de presiones. Y las expectativas parecen haberse dado vuelta como un guante.
“Estamos muy preocupados. Lavagna quería hacer el anuncio para que el corralito no cumpliera un año. Pero si sabíamos que iba a pasar esto, no hacíamos el anuncio. Ahora, no tenemos otra que seguir adelante”, confesó un estrecho colaborador del ministro a este diario.
Mientras el clima siga enrarecido, Lavagna intentará atenuar el aumento de la demanda de dólares con dos instrumentos:
u Hoy mismo, el Banco Central deberá publicar una circular especificando que cualquier operador no podrá comprar más de 100.000 dólares, cualquiera sea el medio de pago: cheque o efectivo. Actualmente está vigente una circular que fija ese límite para la compra de dólares, pero no especifica con qué medio de pago, por lo que en la práctica fue tomado sólo para las operaciones con pesos billete. Así, entre el jueves y el viernes se hicieron compras contra cheque por montos muy superiores, sin que el Central pudiera evitarlo. Al unificarse la normativa, se impondría una traba, por ejemplo, para los exportadores, que –tras liquidar sus divisas– mantienen fondos en pesos en el sistema financiero. Así, sólo podrían pasar una mínima fracción nuevamente a dólares, porque correría el límite antedicho.
u Se tenderá un “corralito fiscal”. Por un decreto de los tiempos de Cavallo, no se pueden hacer pagos en efectivo superiores a 1000 pesos en efectivo. Esta norma impide que se puedan cobrar cheques en ventanilla superiores a esa cifra, con el fin de eludir el impuesto a las transferencias financieras. Por ejemplo, si alguien recibiera un cheque por 50.000 pesos, debería depositarlo en su cuenta y recién después retirarlo en efectivo. Así, por cada crédito y débito debería pagar 6 por mil de impuestos. En Economía aseguran que habrá un pelotón de inspectores listos para hacer cumplir este corralito fiscal. Porque temen que, si los bancos no velan por su aplicación, entonces exista el doble incentivo de cobrar los cheques en ventanilla, para eludir el impuesto y con ese dinero correr sin escalas al dólar.
El regreso
Mientras combate en la primera línea por mantener bajo control al dólar, Lavagna también deberá cuidar su retaguardia. El ministro suele decir, en privado, que la mayoría automática del menemismo no sólo funciona en la Corte Suprema sino también en el directorio del Banco Central. Allí, Aldo Pignanelli frena las iniciativas de Economía e impulsa las propias con los votos de Ricardo Branda, ex senador menemista; Rafael Iniesta, un ex funcionario de Cavallo que responde a las órdenes de José Luis Manzano, Guillermo Lesniever y Ricardo Ferreiro, estos dos últimos hombres de confianza de Roque Fernández y Pedro Pou.
Dos hechos marcan las distancias entre el ministro y el presidente del Banco Central, y al mismo tiempo revelan la cercanía entre las posiciones de éste, el menemismo y el establishment financiero. Uno: hasta último momento, Pignanelli expresó abiertamente, en público y en privado, su posición de pagar al Banco Mundial con dólares de las reservas. Lo que sólo unos pocos saben es que, a espaldas del ministro, movió fondos de las reservas de Basilea a Nueva York y tuvo que abortar la operación a último momento, por una orden presidencial. Dos: con Lavagna en gira por Europa, el titular del Banco Central salió raudo en los últimos días a declararque si la Corte firmaba el fallo dolarizador, entonces la única alternativa sería el bono compulsivo. Pignanelli sabía que el ministro había trasmitido su negativa, una vez más, a los bancos, por intermedio de Nielsen. Pero aún así se mandó.
No obstante, la gota que rebasa la paciencia del lavagnismo es el creciente rol de Pedro Pou en las decisiones del Central. Y, por sobre todo, un hecho que podría cerrar el círculo del supuesto complot urdido por las dos mayorías automáticas del menemismo. Por estos días, la Corte también evalúa el expediente de la causa por la que Pou solicita que la Justicia anule el procedimiento que lo removió de su cargo, a principios del año pasado, y lo reintegre al directorio del Central.
Bajo ese esquema, imaginan cerca de Lavagna, Pignanelli habría pactado una convivencia al calor del menemismo con la esperanza de alargar la corta vida que le depara alinearse con el gobierno de Duhalde.
Hay una anécdota que bien podría explicar la sensación que tienen algunos en el duhaldismo de que el titular del Central se ha unido a las filas del enemigo, convencido de que sólo así sobrevivirá. Dos semanas atrás, recién llegado de un seminario en México, Pignanelli contó en el directorio del Central que se había encontrado con John Taylor, subsecretario del Tesoro norteamericano. Y que, siempre según su versión, éste le habría dicho: “Estoy muy contento, porque el próximo presidente va a ser Menem, que es el candidato de la embajada”.

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Para contener el dólar, Lavagna prohíbe hoy comprar más de 100.000 por cualquier medio y arma un “corralito fiscal”.
 
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