EL PAíS › CON UNA BALDOSA Y UN DOCUMENTAL RECORDARON AL DESAPARECIDO JOSé LUIS D’ALESSIO

Un homenaje para “romper el silencio”

Su hija Malena, familiares, compañeros de militancia y organismos de derechos humanos colocaron ayer sobre Tucumán al 1900 una baldosa que recuerda que José Luis D’Alessio fue secuestrado el 27 de enero de 1977.

 Por Ailín Bullentini

José Luis D’Alessio vivió en Tucumán 1981 hasta sus veintitantos. Para entonces, El Bebe estudiaba Derecho en la Universidad Nacional de Buenos Aires y recorría los pasillos de esa facultad y los de Filosofía y Letras montado en la militancia juvenil de los ’70. Había llegado a ella a través del comunismo, luego el peronismo de la JP y después Montoneros. Se convirtió en un “responsable” de aquella agrupación y renunció a ella cuando las cosas ya estaban complicadas, pero nunca abandonó el país. Su única hija, Malena D’Alessio, tenía poco más de dos años cuando recibió el último beso de su papá, el día que el Ejército se lo llevó secuestrado. Ayer, ella, su familia y algunos compañeros de su propia militancia y de la de su padre colocaron en la vereda de la calle Tucumán una baldosa que recuerda que el 27 de enero de 1977 fue el día en que José Luis se convirtió en uno de los 30 mil desaparecidos que dejó como saldo la última dictadura. “Mucha gente me decía que esto era bueno para cerrar una etapa, que era como un entierro. Para mí es todo lo contrario. Este homenaje es un desentierro de mi viejo y un comienzo distinto desde este lado, de los que estamos en el camino de la reconstrucción”, comentó Malena.

La baldosa, realizada junto con la agrupación Barrios por la Memoria y Justicia, tomó posición en esa vereda del barrio porteño de Balvanera a media tarde de ayer y tras la proyección, en plena calle, de un documental que Malena realizó sobre la vida de su padre. El abrazo final entre la muchacha, su tío Alfredo y su abuela Sofía, la parte más sólida del núcleo familiar paterno que la cantante de Actitud María Marta siempre tuvo a su lado, fue el cierre emocional del breve homenaje que realizaron al Bebe junto a amigos, militantes, vecinos y la presencia de organismos de derechos humanos como Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Hijos y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas. Luego llegó la música para “festejar la vida”, dijo Malena, de su banda, de la murga uruguaya Falta y Resto y de Los Negros de Miércoles, que rescatan la cultura peruana.

“Durante toda la vida tuve como causa rescatar a mi viejo del olvido social, familiar, y en lo personal. Sentía que a mi viejo se lo había tragado la tierra y que si yo no hacía algo iba a quedar encerrado en las catacumbas del olvido, sepultado junto a toda aquella generación”, remarcó la integrante de la agrupación Hijos, cuando el ruido del cincel y la maza haciendo lugar en el cemento de la vereda dejaron de oírse.

Malena canalizó ese “deber hacer” en un documental que desanda la vida de su padre desde la voz de tan solo algunos pocos testimonios, el de aquellos que lo conocieron bien de cerca, desde adentro. Alfredo y Sofía, su familia de sangre; Néstor “Tito” Bolomo, Susana García y algunos otros que integraron su familia militante; Yenny, a quien eligió para construir su propia familia y con quien tuvo a Malena; Silvio Schnek y otros trabajadores de la Comisión de Seguridad e Higiene de Astilleros Astarsa, sus hijos de la militancia. “Durante muchos años no pudimos en mi familia hablar de mi viejo. El documental y la baldosa es romper ese trauma que nos costó tanto: el silencio, el no poder hablar”, concluyó.

Las voces describieron a un tipo bueno, fuerte y solidario. “Un abrazo de él era inolvidable, dejaba marca y daba la protección que para muchos fue indispensable en los tiempos más duros”, destacó Schnek. Desconfiado del poder. Corajudo y tenaz. “Siempre rechazaba todo aquello que llegara desde arriba sin pasar por el debate o la discusión colectiva”, destacó Susana, quien hace muchos años vive en España. Fiel a sus amigos, a sus principios y a sus responsabilidades. “Ya se había ido de Montoneros. Ya hablaba de nuestro peligro y nuestra derrota. Y sin embargo, no se fue del país para no abandonar a aquellos que dependían políticamente de él”, describió Tito, su “mejor amigo”, en el audiovisual.

El 27 de enero de 1977 tenía una cita con una trabajadora de Astarsa a la que nunca llegó. Cuando sonó el timbre ese día en Tucumán 1981, Sofía encontró a su hijo menor “acompañado de un soldado con un fusil”, recordó la abuela en la charla compartida con su nieta reproducida ayer sobre aquella misma calle. Hoy cumple 102 años y ayer fue la primera vez que pudo dejar una flor al lado del nombre que recuerda a su hijo menor. “Seguramente se creyó derrotado y quiso saludarte, Malena”, intentó, en la misma situación, Alfredo, quien fue secuestrado junto al Bebe y permaneció detenido junto con él en el centro clandestino del Pozo de Quilmes. A él lo largaron una semana después. “Me dijo que te diera un beso. Y ésa fue su despedida”, cerró entre lágrimas.

“Tras 35 años, el Bebe tiene la misma vigencia y valor que tenía para nosotros entonces: la certeza de que existen hombres que no se negocian, que actúan por el solo hecho de sostener con lealtad su propia palabra, incluso en la soledad de sus últimos momentos –definió Tito con la vista puesta en la baldosa, rodeado de tantos otros compañeros de aquellos años en que lo perdió para siempre–. José Luis nos fue leal hasta el último momento y no nos delató. Yo le debo la vida.”

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“Aquí vivió José Luis D’Alessio, El Bebe, militante popular”, dice la placa.
Imagen: Dafne Gentinetta
 
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