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Días de inquietud y expectativa

 Por Eric Nepomuceno

Desde Río de Janeiro

Ninguna sorpresa: al día siguiente de la reelección de la presidenta Dilma Rousseff, el mercado financiero reaccionó como era de esperar. La Bolsa de Valores de San Pablo cayó 2,77 por ciento, luego de haber registrado, al principio de la tarde, un desplome aún más fuerte, de 6 por ciento. Los papeles que más perdieron fueron de empresas estatales: Petrobras bajó 12,3 por ciento, Eletrobras 11,6 por ciento y el Banco do Brasil poco más de 5 por ciento. En octubre, la Bolsa perdió 6,67, y en lo que va del año 1,95 por ciento.

El dólar, a su vez, experimentó una valorización fuerte frente a la moneda nacional, cerrando el día a 2,56 reales. Con eso, solamente ayer el dólar subió 2,64 por ciento. A cierta altura del día experimentó una elevación de 3,94 por ciento, pero perdió impulso poco a poco. Es el mayor valor de la moneda norteamericana desde abril de 2005.

La verdad es que, comparada a las expectativas de algunos analistas, la respuesta del mercado financiero ha sido más suave de lo esperado. Una de las explicaciones indica que como el mercado ya tenía prevista la victoria de Dilma, los papeles ya se encontraban con valores muy bajos, especialmente los de las estatales, y el dólar, en niveles altos. El componente puramente especulativo observado a lo largo de la campaña electoral se encargó de contribuir con fuerza a este escenario.

El ambiente amainó un poco cuando circuló con fuerza, al principio de la tarde de ayer, el rumor indicando que en breve Dilma anunciará su nuevo equipo económico. Además, ella se comprometerá, una vez más, a respetar algunas metas no alcanzadas, en especial la que se refiere al superávit fiscal, o sea, lo que el gobierno ahorra para pagar intereses de la deuda pública. Desde hace al menos dos meses que Dilma intenta reconquistar la confianza de los sacrosantos agentes financieros, pero hasta ahora no tuvo éxito.

Su nuevo período presidencial empieza oficialmente el 1º de enero de 2015, pero se da por cierto que mucho antes anunciará cambios no sólo en su equipo, sino en la misma política económica llevada a cabo hasta ahora.

En el campo de la política, empieza otra vez la agitada movilización, tanto entre los aliados de Dilma como en la renovada y reforzada oposición. La verdad es que a lo largo de los últimos doce años, tanto Lula, en sus dos períodos presidenciales, como Dilma en su primero, enfrentaron una oposición sin rumbo ni fuerza ni propuestas viables. Más trabajo tuvieron a la hora de enfrentarse al apetito desmesurado de los aliados de ocasión que para controlar la oposición. Eso ahora cambiará.

Hay, en el escenario político, dos nuevos componentes. El primero: el más fuerte aliado del PT y del gobierno, el PMDB, se escindió en esas elecciones. Mucho más que un partido con directrices políticas e ideológicas claramente establecidas, el PMDB tiene como norte único el apetito por puestos, cargos y, claro, presupuestos. Ya anunció que en este segundo gobierno, la correlación de fuerzas con el PT necesariamente tendrá que pasar por un nuevo diseño. O sea: quieren poder efectivo. Dicen que no se contentarán con ministerios más decorativos que poderosos.

El otro componente, el PSDB, pese a haber sido derrotado, sale fortalecido de la contienda. Logró una explosiva victoria en San Pablo, la más rica, poblada y desarrollada provincia, donde Geraldo Alckmin, un conservador allegado al Opus Dei, logró una victoria espectacular en la primera vuelta. Además, el PSDB envía ahora al Senado un grueso contingente de políticos experimentados, de gran peso, y que seguramente significarán un problema para el gobierno. Entre ellos está José Serra, derrotado dos veces en sus intentos de alcanzar la presidencia (por Lula en 2002, por Dilma en 2010), y también Tasso Jereissati, ex gobernador de Ceará. Derrotados, vuelven al Senado tanto Aécio Neves como su candidato a vicepresidente, Aloisio Nunes Ferreira.

Para enturbiar aún más el panorama, están las denuncias de corrupción efectiva, principalmente en Petrobras. Es imposible prever los desdoblamientos de las investigaciones, que prosiguen.

Y así Brasil, pasada la tensión extrema de las elecciones más disputadas en décadas, ahora entrará en otra preocupación: ¿qué hará Dilma en las próximas semanas? ¿Cómo atenderá a las distintas corrientes de su partido, el PT? ¿Cómo se arreglará frente al hambre atávica de sus aliados?

Serán días de inquietud y expectativa, terreno fértil y apropiado para que se siembren rumores de todo tipo.

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