EL PAíS › EL DESMANEJO DE LA AFA ES MUCHO MáS PROFUNDO QUE UN PARTIDO PERDIDO

Que la final no tape el bosque

En orden a la responsabilidad que le cabe a cada uno, el gobierno nacional está en el primer lugar. Es un protagonista destacado que chapotea en el barro, donde nadie quedó limpio. Apostó al desgaste de la entidad para favorecer negocios privados.

 Por Gustavo Veiga

La crisis del fútbol no es la que se desató en Nueva Yersey la medianoche del domingo. Es una locura atribuírsela a Messi, al técnico Martino porque puso a Di María sin estar recuperado o a Higuain por errar una situación de gol increíble. También al histriónico árbitro brasileño Heber Lopes. Esa es la representación deportiva de una malaria que duele por tres finales consecutivas perdidas en apenas dos años. Partidos de 120 minutos cada uno -con alargues incluidos- en los que no hicimos un solo gol. Esa parte de la historia tiene lo más preocupante en lo que proyecta: la renuncia del mejor jugador del mundo a la Selección.

Un anuncio que nos devuelve al peor pasado en un viaje de ida: el Mundial de Suecia del ‘58, la ausencia en México 70, los dos 4-0 en contra frente a Holanda en el ‘74 y Alemania en Sudáfrica 2010. Pero si nos apartamos de la negatividad por un instante, de esa pasión que suele volverse enfermiza cuando queda atada a una pelota, lo que más debería importar es otra cosa. La crisis terminal de valores que domina al fútbol y trasciende los límites de una cancha o del despacho de Luis Segura en la AFA. Esa que no tiene actores ingenuos o sectores desinteresados. Que refuta a los que solo les interesa hablar del juego como si no incidiera lo que ocurre a su alrededor.

En orden a la responsabilidad que les cabe a cada uno, el gobierno nacional debe ser mencionado primero. Es un actor destacado que chapotea en el barro donde nadie quedó limpio. Apostó al desgaste de la AFA para favorecer negocios privados. No le costó mucho. En plena retirada, su presidente Luis Segura le hizo de sparring. Los demás, con la excepción de Hugo Moyano -que tiene capacidad de daño por los intereses que representa fuera del fútbol- son una mayoría de dóciles ovejitas de un rebaño desprestigiado. Por eso, la Súper Liga se transformó en un sendero acolchado hacia las sociedades anónimas deportivas. La secuela más grave de este conflicto que todavía no se percibe en toda su envergadura. Para los clubes más grandes debería ser un trámite exprés, sin demasiada discusión previa, como si los problemas fueran únicamente de caja y no de índole moral, de respeto a las leyes y los estatutos con que se rigen.

El modelo que intenta imponerse tiene sus propios lobistas. Daniel Angelici es el principal, pero no el único. Hacen la parodia de ofenderse por las oportunidades perdidas del fútbol (los tuits de Marcelo Tinelli ya son un clásico) o muestran la hilacha como Rodolfo D’Onofrio, quien le pagará un contrato millonario a Enzo Francescoli. Alguien que no juega y decía estar ad honorem, mientras los refuerzos no llegan y los hinchas de River se fastidian.

De la FIFA qué podría agregarse que no se haya dicho desde el 27 de mayo de 2015, cuando estalló el escándalo de los sobornos. Cueva de corruptos que impone sus propias leyes planetarias, usa a menudo un doble rasero para aplicarlas. Es condescendiente con los poderosos y castiga con frecuencia a los más débiles. Ahí gobernaba tomado de la mano con Blatter el pater de la famiglia oriundo de Sarandí. El mismo que si estuviera vivo hoy tendría dictada la prisión domiciliaria o un pedido de extradición a Estados Unidos. Sin él, habrá que ver cómo la FIFA pilotea la situación en ese tembladeral que es la AFA, con amenaza de bomba incluida y frente a una jueza que le cantó las cuarenta.

María Servini de Cubría es todo un símbolo en el fuero federal que integra. Un fallo suyo de 343 carillas terminó con los procesamientos de dirigentes y ex funcionarios kirchneristas por los manejos del Fútbol para Todos. El viernes pasado se encrespó al enterarse de que la FIFA manejaría a la AFA por medio de una comisión normalizadora y durante un año. Vio en ello una intromisión a su labor judicial, se plantó y convocó a las partes. Antes se había comunicado con la Casa Rosada. En la causa donde investiga presuntos delitos, no hay un solo dirigente importante de los que llevaron sus clubes a la ruina.

En el fallo alude a la denuncia de la legisladora porteña Graciela Ocaña que “destacó la existencia de serias sospechas consistentes, en que la AFA no cumpliría con la entrega del dinero a los clubes para mejorar su situación económica, o bien dichas instituciones lo desviarían sin el debido control estadual”. Ninguno de los dirigentes procesados le hizo en público la venia al gobierno de Mauricio Macri o pertenece a Boca, River, Racing, San Lorenzo o Independiente. La mayoría de los encartados son segundas líneas del grondonismo residual. Pero en la AFA están representados todos y si hubo desvíos en los clubes no fueron de un grupito marginal.

Con su ubicuidad, la jueza “amiga del poder” -como la describió La Nación en 2007-, vino a poner la llaga del fútbol en carne viva. Está bien que investigue, procese y eventualmente condene si dispone de pruebas. Pero no solo a los que quedaron dando vueltas en el aire tras la muerte de Grondona.

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Hugo Moyano es uno de los más encendidos en la lucha por un lugar en la AFA.
 
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