EL PAíS › RENUNCIO EL CUARTO JUEZ DE LA
MAYORIA AUTOMATICA PARA EVITAR LA DESTITUCION

Vázquez se aseguró la mensualidad

Mediante una escueta carta, el ministro de la Corte Adolfo Vázquez presentó su renuncia ante el presidente Néstor Kirchner. El mismo día que se formalizarían las acusaciones en su contra ante el Senado, adujo “razones personales” para alejarse después de su fallido intento de asilo en Uruguay.

 Por Irina Hauser

Con su estilo protestón y cargado de exabruptos, Adolfo Vázquez renunció a la Corte Suprema pese a que había dicho que sólo dejaría su cargo “muerto o echado”. Era el último menemista que quedaba en el alto tribunal y el Senado estaba cerca de suspenderlo para luego destituirlo. Siempre devoto de la terminología militar, ayer la utilizó para explicar por qué se va: “No se puede pelear así, es lo mismo que pelear con una piedra en una mano contra alguien que está manejando un ejército, que tiene cañones, tanques, submarinos, aviones y ametralladoras”. Al esquivar el juicio político el ex supremo podrá cobrar, igual que Julio Nazareno, una jubilación cercana a los 12 mil pesos.
Vázquez se fue cuando era evidente que no contaba con apoyo entre sus viejos contactos en el Senado para frenar su remoción. Ayer estaba previsto que tres diputados de la Comisión de Juicio Político lo acusaran ante la Cámara alta. Pero a la mañana temprano, el ahora ex juez envió un breve texto con su renuncia al Ministerio de Justicia, en el que sólo esgrimía “razones de índole personal”. Enseguida el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, anunció que se abriría un nuevo proceso de selección para reemplazarlo. En el Gobierno estaban exultantes y estudian posibles nuevos candidatos a la toga con un perfil delineado: “que sea alguien del interior del país (Juan Carlos Maqueda es el único con esa característica), que tenga muchos pergaminos y no sea penalista (una especialidad que cubren Raúl Za- ffaroni y Carmen Argibay)”.
Con la salida de Vázquez, ya son cuatro los supremos que dejaron el máximo tribunal desde que asumió Néstor Kirchner, encargado de nombrar a los reemplazantes, previo examen público ante la sociedad. Entre los que partieron, sólo Eduardo Moliné O’Connor llegó a ser destronado. Todos fueron incondicionales de la mayoría armada por Carlos Menem.
La semana pasada, Vázquez armó una conferencia de prensa en la que acusó al actual presidente de la Corte, Enrique Petracchi, de impulsar el juicio político en su contra y de ser permeable a instrucciones del Poder Ejecutivo, al que también cuestionó mientras reivindicaba, como es su costumbre, a las Fuerzas Armadas. Al día siguiente denunció que había sido baleado el auto oficial que lo trasladaba y veinticuatro horas más tarde estaba en Uruguay pidiendo asilo político, algo que el gobierno de Jorge Batlle le negó. Toda esta puesta generó una situación de extrema tensión dentro del alto tribunal que, para evitar un mayor enfrentamiento, suspendió por consenso la reunión plenaria de anteayer a pedido de Petracchi, cuyo último deseo era encontrarse cara a cara con el ex juez. En medio de aquel último desaire, el único cortesano que le puso el hombro a Vázquez fue Carlos Fayt, con quien compartió el criterio de redolarizar los depósitos bancarios en las andanzas finales de la Corte que lideró Nazareno. Por eso también lo eligió a Fayt para darle la primicia de su renuncia y pedirle que se la comunicara a los demás. El único funcionario de la Casa Rosada con el que habló Vázquez fue el ministro del Interior, Aníbal Fernández. “Me comuniqué con él contestándole un llamado previo. Me ofreció protección por las intimidaciones, pero nada me tranquiliza”, dijo el ex juez a este diario.
Al atardecer, Vázquez estaba retirando los cuadros y su título del despacho que ocupó en el Palacio de Justicia desde 1995, cuando fue especialmente nombrado para completar la mayoría automática.
–Hace unos días usted decía que nada del mundo lo haría renunciar. ¿Qué lo hizo cambiar de opinión? –le preguntó Página/12.
–Son varias cosas. Volví a recibir ayer (por el martes) amenazas contra mi familia, que no sé si no venían de adentro mismo de la Corte. A mis hijos les propuse que se fueran del país, pero me dijeron que no. Me cagaron a tiros, como dicen los muchachos. Pedí protección en Uruguay y me la negaron. Y fue determinante que algunos senadores amigos me mostraron que los números no les daban para poder luchar. Yo luché hasta donde pude. Con el mismo discurso de víctima al que viene apelando hace días, Vázquez señaló que se sentía “en una posición incómoda en la Corte, igual que se debía sentir Petracchi”. “Me quedé solo, sobre todo en mi posición de defensa de los ahorristas. La Corte anterior que yo integré será recordada por reestablecer sus derechos constitucionales”, defendió la era menemista. Ahora, agregó, “posiblemente me vaya del país por un tiempo, sólo de paseo”. “Cuando vuelva –dijo– voy a dedicarme a escribir. Pero no pienso en hacer política, a lo sumo asesoraré a los jóvenes en eso.”
Como no llegó a ser destituido, Vázquez, de 66 años, podrá cobrar una jubilación de entre 11 mil y 12 mil pesos, informaron en la Anses. De hecho, explicaron, la tiene servida y no requerirá trámite alguno para que se la den gracias a una disposición de fines de los noventa que concedió el retiro automático a todos los ministros de la Corte a condición del cese en la actividad.
En la Casa Rosada justificaban la algarabía reinante en que, contra lo que algunos vaticinaban, el proceso contra Vázquez tuvo “costo cero” ya que ni siquiera llegó a comenzar el juicio político propiamente dicho, que hubiera requerido, entre otras cosas, la exposición de Cristina Fernández de Kirchner. Para definir a quién postula para ocupar la nueva vacante, el Presidente se tomaría un tiempo, tal vez un mes, según una versión. E incluso, cerca suyo deslizaban la posibilidad de que esta vez proponga una terna en lugar de un candidato único. Como suele ocurrir, varios nombres ya circulaban ayer en distintos ámbitos (ver aparte), incluso el del ministro de Justicia, el santafesino Horacio Rosatti, una opción que él se encargó de negar.
Aunque todavía está incompleta, la “nueva” Corte, la que quedó inaugurada con la incorporación de Zaffaroni, dio en los últimos tiempos algunas señales de cambio. Lo hizo, más que nada, en fallos que apuntan a despejar el camino para que sean juzgados en el país los represores acusados de crímenes cometidos durante la dictadura, aunque todavía debe pronunciarse sobre las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. El otro debate pendiente pasa por si convalida la pesificación. Pero el gran desafío, para que este tribunal haga historia, será mostrar su independencia del poder político.

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Julio Nazareno, Eduardo Moliné O’Connor, Gustavo Bossert (detrás) y Adolfo Vázquez en su feliz asunción en el ’95.
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