EL PAíS › LOS PRECIOS SIGUEN ACELERANDOSE Y LA INFLACION INVADE LOS SERVICIOS

Suba al por mayor en abril: 18%

Mientras se espera que el índice oficial confirme un salto del 10 por ciento o más en los precios al consumidor durante abril, Página/12 pudo saber que el índice mayorista trepó 18 por ciento en ese mes, acumulando 55 por ciento en el cuatrimestre. Drásticas alzas en luz y remedios.

 Por Julio Nudler

En otro peldaño hacia la temida hiperinflación, los precios mayoristas, cerraron abril con una suba del 18 por ciento, según datos oficiales aún provisorios. El índice minorista trepó a su vez alrededor del 10 por ciento, como anticipó Página/12 que sucedería el domingo 14 de abril, pero no está descartado que cuando se termine de procesar la información el indicador muestre un salto superior incluso, de hasta 11 o 12 por ciento. Tanto uno como otro índice coinciden en evidenciar que la inflación no ha dejado de acelerarse desde que se inició la devaluación del peso, a comienzos de enero. Ahora, como un dato más, se agrega el aumento de la luz, que desde ayer cuesta un 15 por ciento más (ver aparte). Este incremento atañe a los servicios públicos, que conforman un rubro provisoriamente congelado del costo de vida, ya que continúa la renegociación del ajuste que sufrirán las tarifas. Esta “inflación reprimida” tenderá a expresarse más temprano que tarde. Fuera de esta postergación del problema, el Gobierno no tiene una política para enfrentar el estallido de los precios. Pablo Challú, ahora secretario de Defensa de la Competencia en capilla, no ha hecho nada concreto, salvo jugarse a armar algún acuerdo con las grandes cadenas de comercialización, táctica que quedó girando en el vacío cuando en marzo los supermercadistas se lanzaron a remarcar furiosamente.
Según explica Juan Carlos Del Bello, director de Estadística y Censos, aunque el IPC (precios al consumidor) tenga un comportamiento diferente del índice mayorista, la evolución de los precios de su canasta de bienes (es decir, excluyendo los servicios) tenderá a converger con la de los precios al por mayor. Esto presagia que la inflación en las ventas al menudeo tiene aún mucho trecho alcista por recorrer, incluso en el caso de que el dólar no siga subiendo. La idea es que los terroríficos precios con que se enfrentan los consumidores en la mayoría de los bienes todavía no traducen todo el impacto de un tipo de cambio oscilante en los 3 pesos.
Con el salto de abril, los precios mayoristas –que miden los valores de salida de fábrica o de importación– acumulan en el cuatrimestre un incremento algo superior al 55 por ciento, mientras que a nivel consumidor el ascenso suma casi 21 por ciento, aunque todavía puede descubrirse que ha sido aún mayor. La carestía fue más intensa en lo que concierne a la llamada Canasta Básica de Alimentos, calculada por el INdEC y que marca el linde entre los territorios de la pobreza y de la indigencia. Contra remuneraciones en el mejor de los casos inmóviles, esa cesta se encareció un 15,5 por ciento hasta marzo (contra un 9,7 por ciento del IPC), y aún no hay datos sobre su evolución en abril.
Además del encarecimiento de la electricidad, desde ayer subieron un 20 por ciento todos los remedios adquiridos por afiliados a las prepagas médicas. Esto se debe a que todas las empresas que brindan esas coberturas resolvieron reducir de un 50 a un 40 por ciento el descuento en farmacia sobre el precio de venta al público. De esta manera, y como ejemplo, si una medicina cuesta 20 pesos, hasta anteayer un asociado la pagaba $ 10, pero desde la víspera debe abonarla $ 12.
Esta forma específica de inflación disfrazada se ha generalizado en los servicios médicos: los precios se mantienen o suben, pero con esos precios se compran menos prestaciones, lo cual tiende a ocultar la verdadera magnitud del aumento. De manera similar, otros servicios, de tarifa por ahora inmóvil, también eligen restringir la oferta, como en el caso de colectivos y trenes, reduciendo frecuencias o acortando los convoyes. En algunos bancos, por caso, además de no devolver el dinero, desaparecieron las señoritas que orientaban a la clientela. Ahora los custodios armados intentan cubrir con aspereza la misma función.
La convicción de que los precios seguirán trepando la ladera no se basa sólo en la observación de lo que sucede a diario, sino también en la certeza de que es imposible una devaluación real tan rotunda como la que sufrió el peso, que ha perdido dos tercios de su valor frente al dólar. Eneste sentido, si no baja el dólar, el nivel de los precios internos -sobre todo en el caso de los minoristas– tendrá que escalar bastante más todavía.
Aquí se abren, a su vez, dos senderos posibles. Si los salarios permanecen quietos, la depresión económica continuará por lo menos tan profunda como hasta ahora por la pérdida de demanda interna, a pesar del estímulo de las exportaciones y de la posibilidad de sustituir importaciones. Si, en cambio, los salarios nominales empiezan a moverse, recortando el deterioro real, se agregará un mecanismo propagador de la inflación, aunque es posible que la recesión se aplaque. En el anterior equipo económico, que encabezaba Jorge Remes, se abrigaba la esperanza de que abril marcase un pico de inflación, para luego amainar en mayo, cuando el IPC debería elevarse “sólo” 5 por ciento, aproximadamente, gracias en parte a la ausencia de arrastre.
Otros analistas afirman, en cambio, que los precios no están llegando aún a una meseta, y sólo constatan lo que muestran las estadísticas: una curva inflacionaria cada vez más empinada, que arroja en la pobreza o en la indigencia a franjas insospechadas de argentinos que, hasta pocos meses atrás, sólo estaban habituados a empobrecerse parsimoniosamente.

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