EL PAíS › JUNTO CON EL NUNCIO CONSIGUIO
QUE BASEOTTO LEVANTARA SU MISA DE HOY

El Gobierno logró una Pascua sin rosca

El ministro de Defensa y el representante del Papa aventaron un riesgo que podría haber servido para escalar el conflicto con el Vaticano. Baseotto no dirá hoy la misa que tenía programada en la capilla Stella Maris, de las Fuerzas Armadas, y ya ni siquiera firmó el comunicado del obispado castrense anunciando la suspensión.

 Por Martín Granovsky

Una presión ejercida por el Gobierno sirvió para levantar la misa que el ex obispo castrense Antonio Baseotto debía dar hoy en la capilla Stella Maris. Pero el dato nuevo es que a la presión oficial se agregó una movida de la Santa Sede en el mismo sentido. La convergencia sosegó el conflicto entre la Argentina y el Vaticano, o por lo menos convirtió una guerra caliente en una guerra fría, donde las armas son el equilibrio entre el poder de fuego de uno y otro y no el ejercicio de ese poder.
El propio presidente Néstor Kirchner se preocupó el domingo por la misa que Baseotto había programado celebrar hoy. Es una misa que en el vocabulario pastoral se llama “crismal”, y la imparte cada Semana Santa el jefe de los capellanes castrenses a sus subordinados. Luego ellos repiten el mensaje en las diferentes celebraciones de cada regimiento de las Fuerzas Armadas y en los destacamentos de Gendarmería y Prefectura, las dos fuerzas de seguridad que dependen del obispado castrense.
Baseotto fue designado en el 2002 por el entonces presidente Eduardo Duhalde, que dio su acuerdo por recomendación de su secretario de Culto, Esteban Caselli.
Otra pieza clave en la designación fue José Horacio Jaunarena, ministro de Defensa de Duhalde, que o no impugnó el nombramiento o siguió en el cargo pese a la designación de un obispo ultraconservador justo en el servicio de asistencia espiritual a los militares católicos.
El escenario imaginado el fin de semana por el Gobierno era doble.
Si prohibía la misa, podría incurrir en la violación de la libertad religiosa. Aunque no todos los analistas eclesiásticos lo entendieron cabalmente, eso quiso decir el domingo el vocero del Papa, Joaquín Navarro Vals, cuando usó el tiempo potencial. Dijo que podría haber violación de la libertad religiosa si el Gobierno impidiera dar misa a Baseotto. En cambio, no habló de una violación de ese tipo por el decreto presidencial firmado el viernes último quitándole a Baseotto las funciones de obispo castrense.
Si la misa se producía y Baseotto escalaba su ataque contra el ministro de Salud Ginés González García o contra otro funcionario, Kirchner debía aparecer confrontando personalmente contra el obispo a pesar de la diferencia de jerarquía entre un Presidente y un funcionario eclesiástico con rango de subsecretario.
El ministro de Defensa, José Pampuro, consiguió ayer por la mañana que Baseotto desistiera de dar su misa de hoy.
El comunicado del obispado castrense revela hasta qué punto el organismo estaba buscando un espacio de tranquilidad. Emitió un mensaje anunciando la suspensión de la misa crismal de hoy y avisando que la celebración se realizará “oportunamente durante el tiempo pascual, como lo permiten las normas litúrgicas”. Es decir, podría realizarse la semana que viene. Pero el detalle significativo es que el texto está firmado por el número dos, el vicario general Pedro Candia, con lo cual acepta de hecho el relevo de Baseotto y no eleva el nivel de provocación pública al Gobierno.
El ministro también volvió a contactarse con el nuncio Adriano Bernardini. Aunque funcionarios del Gobierno consultados por este diario declinaron comentar los términos de la comunicación, Página/12 pudo establecer que Bernardini también influyó en que Baseotto desistiera de su misa.
El representante del Papa en la Argentina recibió ayer mismo una copia del decreto de Kirchner que despedía a Baseotto como jefe de los capellanes castrenses. Esa comunicación es el trámite formal que faltaba, y ahora provocará una respuesta del Vaticano cuyo contenido es imposible de adelantar.
El Presidente fue informado al mediodía de la noticia de que no habría misa. Con un choque menos en el horizonte, decidió prolongar su estadía en el sur. Había viajado a la ciudad santacruceña de Puerto Deseado el viernes, tras el decreto, y ayer ya estaba instalado en Calafate. Uno de los funcionarios que explicó la posición oficial fue el ministro del Interior, Aníbal Fernández. “Después de tanto dolor en Argentina, lo que él (Baseotto) invoca tiene mucho que ver con algunos de los delitos aberrantes que desgraciadamente (cometió) una parte de las Fuerzas Armadas en el peor momento de la historia”, dijo. Y mencionó a “algunos obispos que, lejos de apostar a la concordia, hablan de atmósfera anticatólica, como monseñor (Héctor) Aguer”.
Aguer es arzobispo de La Plata. Junto con Baseotto es el dignatario que responde con mayor fidelidad a la línea de Caselli, el ex secretario de Culto que tiene sintonía con el sector ultraconservador de mayor poder en el Vaticano, encabezado por el secretario de Estado Angelo Sodano y el virtual número tres, el argentino Leandro Sandri.
Aníbal Fernández dijo que no veía la posibilidad de una convulsión política por el entredicho con el Vaticano.
Desde la Conferencia Episcopal, el vocero Jorge Oesterheld dijo que la Iglesia sentía “cierto alivio” por la descompresión y declaraciones de Bielsa del domingo en las que garantizaba el derecho a decir misa. “Era el tema que más le preocupaba a la Iglesia”, dijo el portavoz, y deslizó su esperanza de que el Gobierno y el Vaticano lleguen a un “acuerdo más o menos rápido” que evite “situaciones desagradables”.
Pero la mayoría de los obispos, aun en disidencia privada con Baseotto, lo apoyaron en público al puntualizar que el Gobierno interpretó mal el dicho bíblico sobre arrojar al mar a alguien con una piedra al cuello que utilizó el ahora desplazado obispo castrense para atacar a González García.
Como se informa aparte, el más duro fue el obispo de San Luis, Jorge Luis Lona, que llamó a Kirchner “dictador”.
El cardenal Jorge Bergoglio pidió en la iglesia de San Ildefonso acompañar a Cristo en la pasión, para entender “a qué precio y con cuánto amor dio la vida por nosotros”.
Quien dio una definición completa sobre la relación entre la religión y la política fue el obispo de Quilmes, Luis Stöckler, que el domingo dijo: “No nos debe extrañar que los discípulos de Jesús se encuentren con la resistencia y el rechazo de los que no aceptan la ley de Dios como norma básica para el orden público”.

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