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Desde Munich, viendo la pelea

Pese a la declaración del G-7 Kirchner consideró “un éxito” el viaje a Alemania, en el que cosechó su cuarto apoyo entre los más ricos. En la comitiva se reiteró que no se estudia reabrir el canje.

Por Sergio Moreno
Desde Munich

La construcción del enemigo es una gimnasia a la que Néstor Kirchner tributa. En ese sentido, el Fondo Monetario Internacional es un objetivo de corto, mediano y largo plazo. El enfrentamiento será en esos espacios de tiempo. Kirchner, con la mirada puesta en la burocracia del organismo financiero, vino a Alemania a buscar algo que sabía de antemano iba a conseguir: Alemania, uno de los jefes del G-7, suma su densidad a la masa crítica que Kirchner busca entre los poderosos del mundo para torcer el brazo de la exigencia y el lobby del FMI. En estos cuatro días de gira germana, el Presidente comprobó que los más fuertes de los siete grandes están con él, lo que no significa que el camino hasta conseguir un acuerdo con el Fondo aceptable para Argentina haya quedado libre de ripio. De hecho, ayer, desde Washington, donde está reunida la asamblea del organismo, el G-7 pidió a la Argentina que se encuentre una solución a los bonos por 20.000 millones de dólares que quedaron fuera del canje de la deuda, si bien nada dijo de reabrirlo. “No voy a abrir el canje”, había reiterado Kirchner a la prensa anteayer. Durante esta gira, el patagónico expuso su decisión de continuar con la batalla y gritar vale cuatro: el Gobierno pretende que se le reconozca el éxito del canje de la deuda.
“El acuerdo primigenio, lo que firmamos con el Fondo, fue que debíamos alcanzar en el canje el umbral mínimo más alto. Nosotros superamos el 76 por ciento. Ahora queremos que se reconozca el éxito del canje”, confió ayer a Página/12 una altísima fuente del gobierno argentino. Kirchner había dicho que era consciente de que la posición argentina en la negociación por la deuda defaulteada no era simpática, pero que había llegado la hora de que los organismos financieros internacionales aportaran comprensión al respecto.
“La Argentina no piensa ni estudia alternativa alguna respecto del canje. Nuestra prioridad son los bonistas que aceptaron el canje. Vamos a respetar nuestra palabra empeñada y no se reabrirá el canje. Además, hay una ley argentina que lo prohíbe”, categorizó ayer uno de los hombres de mayor confianza del Presidente, en Munich, a este diario. “En lo único en que estamos pensando al respecto es en conseguir un acuerdo con el Fondo a dos o tres años, refinanciando por ese período el capital y pagando los intereses; es nuestro deseo”, ratificó el funcionario, quien calificó el comunicado del G-7 como una presión “que en este tema fue, es y será muy grande”, dijo. “Todavía no está dicha la última palabra, hasta octubre falta mucho tiempo”, agregó. En octubre se vence el plazo para concertar un trato con el FMI.
En el Quijote, Cervantes sostiene que “las armas requieren espíritu, como las letras”. “Hay vida después del Fondo y es una muy buena vida”, dijo Kirchner a la prensa, en dos oportunidades, dejando claro que al organismo nada le será tan fácil como en otras oportunidades con la Argentina.
Su cosecha germana parece haberle dado la razón en cuanto a la estrategia que se planteó ante las primeras negociaciones con el FMI, cuando comenzó su mandato allá por principios de 2003: sentarse con los burócratas sólo después de dar la discusión con los jefes de tales burócratas, el G-7.
El Presidente ya punteó su padrón. Tal como adelantó Página/12, Kirchner ha torcido la romana a su favor con cuatro de los siete grandes: Estados Unidos, Canadá, Alemania y Francia; tiene a Japón decididamente en contra, cree que con Gran Bretaña algo puede negociar y que a Italia hay que darle un tiempo para que morigere su virulencia antiargentina.
Ayer, el G-7, desde Washington, instó a la Argentina a “dar respuesta a la deuda en mora que queda, de acuerdo a la política de préstamos a países en suspensión de pagos del FMI”. La frase, que puede sonar a primer oído un tanto áspera, no habla de lo que están pidiendo tanto los holdouts (los que quedaron fuera del canje) como el propio FMI: la reapertura del proceso de canje. Kirchner ha repetido que no lo abrirá mientras dure su administración. “Dar respuesta” podría ser, también, negociar extrajudicialmente con los acreedores en default. Para eso, no hay plazos ni tiempos ni definiciones, que es lo que pide el G-7.
La ausencia de pedido o exigencia de reapertura del canje en medio de la asamblea del Fondo puede ser tomada por el Gobierno como un triunfo para su posición. Módico, si se tiene en cuenta que Washington gusta de apretar e imponer condiciones en sintonía con los intereses de los bonistas y/o los poderosos.
“El encuentro con (Gerhard) Schroeder y con (Horst) Koehler, diez puntos; el de (Roberto) Lavagna con (Hans) Eichel, 9 puntos; el de (Rafael) Bielsa con (Josckha) Fischer, 10 puntos; y el mío con (Edmund) Stoiber, diez puntos. Promedio, diez puntos.” Así se autocalificó Kirchner cuando estaba finalizando la visita que lo trajo a Berlín y a Munich. Se mostró contento y expansivo durante todo el tiempo que transcurrió la visita, y expresó su satisfacción luego de la jornada berlinesa en que se entrevistó con el canciller (aquí primer ministro) y el presidente alemanes.
Ni siquiera lo molestó la presencia, en el lobby de su hotel en Munich, del argentinamente famoso bonista muniqués Stefan Engelsberger, que se hizo célebre por mostrarse en bicicleta, y haber viajado a la Argentina para reclamar por sus 50.000 dólares en bonos defaulteados. El pintoresco sujeto, integrante del 20 por ciento de bonistas alemanes que no aceptaron el canje, se sentó en la noche del viernes a una mesa cercana a la del Presidente. No hizo gestos hostiles y hasta conversó pocos minutos con el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zanini.
Ayer por la mañana, Engelsberger regresó al elegante Bayerischer Hof Hotel y expuso su particular punto de vista ante algunos periodistas argentinos. Dijo que Kirchner no tiene quién lo asesore bien, que si hablase con él podría comprender más la situación, que él espera ansioso la resolución de este “problema” para comenzar a exportar a Alemania unos portafolios de cuero que venden las coquetas talabarterías argentinas, y que maneja información reservada de que hay una puja en el seno del gobierno alemán respecto del canje de la deuda. Todo eso sin identificar fuente alguna y, en algunos casos, expresando que “es información reservada que no puedo dar a conocer”. Lo que se dice, el rigor intelectual.
“Estamos muy satisfechos con el resultado de este viaje, fue un éxito político. Eso no significa que se hayan terminado los problemas ni mucho menos”, adelantó ayer el Presidente.
Hoy regresa a la Argentina. La pelea continuará por mucho tiempo.

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