EL PAíS › EL G-7 Y LA UNION EUROPEA CONTRA EL CIERRE DEL CANJE

La deuda, esa herida abierta

En el primer día de asamblea conjunta del Banco Mundial y el FMI, una amplia constelación de miembros del poder económico mundial le reclamó a Argentina por los que quedaron afuera del canje.

Argentina hará frente, “a su debido tiempo”, a la deuda con los bonistas que quedaron afuera del canje. Esa fue la fórmula utilizada ayer por el ministro de Finanzas de Chile, Nicolás Eyzaguirre, ante el Comité Financiero y Monetario Internacional del FMI, al hablar en nombre de los países del Cono Sur. El sábado fue particularmente movido para Argentina en Washington. El Grupo de los Siete, los países económicamente más poderosos del planeta, incluyó en su pronunciamiento un nuevo reclamo en favor de los acreedores que no aceptaron la reestructuración y canje de títulos ofrecidos por Argentina. El propio Comité Financiero y Monetario, un importante órgano asesor dentro de la estructura del Fondo, dedicó un párrafo de su documento final a la Argentina. “Se llegó a una posición equilibrada: el mensaje es que haya un esfuerzo por parte de Argentina para que la negociación sea con todos los acreedores”, comentó Antonio Palocci, el ministro de Hacienda de Brasil que actuó como vocero del poderoso organismo ejecutivo.
El mismo día en que Roberto Lavagna llegó para sumarse a la asamblea conjunta del Fondo y del Banco Mundial, luego de pasar por Okinawa (asamblea del BID) y por Munich (acompañando la visita presidencial a Alemania), se vio sometido a un ataque en cadena de los principales centros de poder del mundo económico.
El documento leído por Eyzaguirre pareció responder directamente al planteo de los funcionarios del Fondo, que en boca de su titular, Rodrigo Rato, y de su portavoz, Thomas Dawson, vienen reclamándole a la Argentina “una estrategia realista”. “Argentina ha seguido una estrategia realista y continuará siguiéndola, con la convicción de que esto permitirá al país hacer frente a su debido tiempo, y dentro de ese marco, a cualquier deuda que por la libre opción de sus tenedores quedó fuera de la oferta de reestructuración”, señala el texto con tono de advertencia a quienes parecen reclamarle más que eso. En términos similares se había pronunciado Roberto Lavagna al intervenir, la semana pasada, en la asamblea anual del Banco Interamericano de Desarrollo en Okinawa, Japón.
En la misma jornada, pero por la mañana, el Grupo de los 7 emitió un documento en el que insta a la Argentina “a dar respuesta a la deuda en mora que queda, de acuerdo con la política de préstamos a países en suspensión de pagos del FMI”. Este controvertido punto, ya incluido en las declaraciones de los funcionarios del Fondo, pone de manifiesto que para los organismos internacionales y para las mismas potencias, Argentina sigue técnicamente en default y, por lo tanto, se le debe mantener la suspensión de nuevos créditos hasta tanto no “demuestre avances” hacia un acuerdo con aquellos acreedores que dejaron de cobrar normalmente.
Casi como siguiendo el recetario del FMI, el G-7 –que conforman Estados Unidos, Alemania, Francia, Japón, Canadá, Italia y Reino Unido– dijo que Argentina tiene que llevar a cabo reformas estructurales “para garantizar el crecimiento sostenible”. La presión de los bonistas, incluidos los fondos buitre que han actuado deliberadamente buscando el fracaso del canje de deuda, parece haber pesado más que otras consideraciones políticas. Alemania, Japón e Italia, fundamentalmente.
Similar posición asumió la Unión Europea en esta asamblea conjunta en Washington. El primer ministro de Luxemburgo, a cargo de la presidencia rotativa de la UE, Jean-Claude Juncker, dijo que “después de la conclusión de la oferta de canje de la deuda, Argentina necesita restablecer un diálogo continuo con el FMI”. Al hablar ante el Comité Financiero y Monetario, el funcionario europeo sostuvo que “cualquier nuevo programa, si es apropiado, deberá estar basado en una evaluación del FMI de que el tratamiento de los acreedores que no aceptaron el canje ofrecido está en línea con la política LIA (lending into arrears) del Fondo”. Esta norma es la que impide al FMI renovar préstamos a países a los que se considera en suspensión de pagos, antes aludida.
El representante de la Unión Europea avanzó más allá, al plantear que un eventual nuevo programa de refinanciación entre Argentina y el Fondo debeincluir además “fuertes condiciones, en particular respecto de los objetivos fiscales primarios y reformas estructurales, y una clara estrategia de salida” para poner fin al canje de la deuda en situación de default.
No obstante, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Snow, intentó matizar la dureza de las declaraciones conocidas a lo largo del día contra Argentina. Al comentar la exigencia del G-7 para que el país haga frente a su deuda que no entró en la reestructuración, señaló que “no lo interpretaría como una crítica, sino como lo que el G-7 opina que debe hacerse”. Además, el funcionario estadounidense aseguró que si las negociaciones entre la Argentina y el FMI alcanzan un acuerdo, “deberían reflejar un compromiso real” del país.

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Rodrigo Rato, director gerente del FMI. Una sombra crece sobre los hombros de Argentina.
 
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